Por Tamara Suju Roa, 19/01/2016
¡Qué bonito que en mi tierra,
se amanece ya cantando!
Cuando se está lejos de la patria, cualquier detalle que se asemeje a
la bandera tricolor, al olor del café recién molido o a la arepa por la mañana,
nos da un felicidad parecida a la que siente un bebé llorón cuando le dan el
tetero. Estos días para mí han sido de angustia, satisfacción, nostalgia y
orgullo. Seguir una a una las dos semanas que han transcurrido desde la
instalación del nuevo parlamento, sus aconteceres, ha sido extenuante, pero
caramba, mejor que ir a ver Star Wars el día del estreno.
Por 16 años, el abuso de poder, la chabacanería, el esnobismo y la
falta de educación se habían apoderado de la mayoría de los escaños del
hemiciclo. A gritos callaban verdades, apagaban el micrófono para menoscabar
los derechos de todos los venezolanos y desde esa tribuna acusaron a ciudadanos
inocentes –entre los que me cuento- de insólitos e increíbles supuestos delitos
que jamás pudieron probar porque nunca existieron. Recuerdo que una de mis
acusaciones ocurrió en el año 2009 cuando Cilia Flores, Presidente para aquel
entonces de la Asamblea, me acusó de supuestamente estar tratando de
desestabilizar al país, y ordenó una investigación en mi contra, por haber
asistido jurídicamente junto a mis compañeros del Foro Penal, a los jóvenes que
se encontraban en huelga de hambre frente a la OEA, pidiendo la libertad de los
presos políticos. El show en aquel entonces lo montaron por la rabia que les
dio el logro obtenido por quienes sacrificaron su salud, para obtener la
libertad de Julio Rivas y otras personas injustamente presas por razones
políticas.
Debo decir que, quitando el respaldo de mis compañeros de trabajo, del
Colegio de Abogados, de periodistas que prácticamente vivieron con nosotros
esos días, de algunos amigos y de mi familia, fueron pocos los políticos de
oposición que se acercaron a nosotros los abogados para darnos un espaldarazo
después de las infundadas acusaciones que recibimos y de la investigación
ordenada por la Asamblea. Habían sido días muy duros, 24 horas apostados en la
calle, frente a la OEA, atajando susceptibilidades, entuertos, esposas, hijos,
tíos, padres de todos esos muchachos que estaban en huelga de hambre y que
crecían en número día a día. Ayudarlos a obtener sus objetivos y sacarlos con
bien de esa manifestación pacífica y masiva fue nuestro reto. Hay un pequeño
grupo de ex parlamentarios que me acompañaron esos días difíciles luego de la
acusación, solidarios, sinceros y a los que siempre les estaré agradecida.
Pero el despotismo se pondría peor luego, transformando el parlamento
venezolano en el sitio donde se le daba al Presidente el poder de legislar lo
que quisiera, aunque fueran decretos inconstitucionales. A los diputados
oficialistas esto no les importó, solo les interesaba demostrar su abnegación
por Chávez y su sometimiento, eso era lo importante. Se transformaron el
edificio y sus alrededores en un Museo de exhibición de fotos del fallecido comandante,
fotos con Bolívar, sin Bolívar, parado, sentado, de perfil, como si la
presencia en fotos les hiciera recordar cómo surgieron y qué los había llevado
a sentarse en esas curules, algunos sin el mérito suficiente siquiera para
aspirar a ellas.
La Asamblea Nacional se convirtió también en la herramienta que
otorgaba “inmunidad” para atropellar a los ciudadanos, para discriminar a las
minorías e incluso para agredir físicamente a los colegas de la oposición, al
mejor estilo gorilista, protegidos por ser “mayoría”. Arbitrariamente allanaron
la inmunidad de María Corina Machado y la expulsaron del parlamento,
descaradamente evitaron aceptar discutir temas “álgidos” para el gobierno como
el narcotráfico, los grupos paramilitares armados protegidos del gobierno, los
dólares entregados por Cadivi a empresas de maletín, y por supuesto, jamás pasó
por la cabeza de la bancada oficialista la interpelación de ministros ligados a
las violaciones de DDHH que ocurrieron durante los años 2012 a 2014.
La Asamblea Nacional sirvió como tribuna del despotismo, dando muestras
de lo que significa darles poder a quienes no van a trabajar por sus electores
para mejorarles sus condiciones de vida, sino que necesitaban apoderarse de ese
espacio para ejercer la hegemonía del poder por el poder.
Hoy quiero manifestar la gran alegría que me da escuchar en el
Parlamento por primera vez después de 15 años, que el gobierno debe rendir
cuentas a la nación por el desastre económico, el despilfarro del dinero
público, el crecimiento de la pobreza extrema, la crisis terminal del sistema
de salud, la violencia e inseguridad, pero sobre todo, el debate sobre el cese
de la persecución política, la liberación de los venezolanos injustamente
encarcelados, y la posibilidad de regresar a sus casas de los miles de
exiliados políticos regados por el mundo.
Los venezolanos votaron el 6 de diciembre por un cambio en el modelo y
curso del gobierno, demostrando que no son una masa amorfa e impensante a la
que han querido convertir en súbditos, sino que a pesar del miedo que trataron
de imponer, de las amenazas a las que fueron sometidos, se impuso la
ciudadanía, la esperanza que tiene todo ser humano de aspirar a una vida mejor,
diciéndole “no” al modelo caduco, corrupto y deficiente que han tratado de imponernos
y que llevó una próspera Venezuela a la catástrofe económica y social que hoy
vivimos.
Serán pues, días de palco. Donde las voces capaces y preparadas que hoy
integran la nueva mayoría democrática del parlamento contrastaran con quienes
sólo abren la boca para amenazar y vociferar, porque son un “cascaron vacío”,
sin modelo de país, y solo los acompañan sus ambiciones por el poder. La
Venezuela democrática tiene voz.
Se oye cantar un gallito
en el corral de la vecina
y ya saben los que duermen
que la aurora se aproxima.
Conny Méndez
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