Por Juan Manuel
Raffalli
La posibilidad de un diálogo
entre actores políticos para alcanzar acuerdos que ayuden a superar la crisis
movió a la opinión pública dentro y fuera de Venezuela hace pocos días. Las
redes sociales se incendiaron y daban cuenta del inicio de algunos contactos
previos entre representantes de las partes y los facilitadores. Aunque el
diálogo efectivo se ve aún lejos, los detractores fueron los más altisonantes,
como suele ocurrir.
Siguiendo las máximas del
profesor William Ury del Programa de Negociaciones de Harvard, pareciera que al
Gobierno de Maduro es a quien más le conviene negociar porque es quien tiene
más que perder. Su estrategia sería ganar tiempo y alejar el fantasma de la
consulta popular, es decir, la efectiva consumación de un Revocatorio este
mismo año. Quizás Maduro cree que, por haber formado parte de la Mesa de
Negación y Acuerdos de 2002, puede demorar el Revocatorio apoyado en una
negociación internacional interminable, tal y como lo hizo su gran mentor Hugo
Chávez.
Obviamente la MUD está al
tanto de esta posibilidad estratégica y por ello debe asumir su propio
aprendizaje del proceso que tuvo lugar en 2002, en el que tuve la oportunidad
de participar como Asesor Legal durante casi 9 meses. Basado en mi propia
experiencia, presento a continuación una lista de riesgos que debe ser
considerados por los factores de oposición:
1.- El
facilitador: Es imperioso que el facilitador sea legítimo, es decir, que
sea confiable y aceptado por ambas partes. Además debe tener autoritas, es
decir, debe contar con suficiente respeto y habilidades para mantener el orden
e imponer las reglas del juego. Los negociadores del gobierno están habituados
a salirse de las normas o torcerlas a su favor.
El facilitador no tiene que
ser unipersonal. Hasta ahora entendemos que se ha planteado la participación de
tres expresidentes además de la UNASUR —organización que pareciera generar más
rechazos que apoyos—: José Luis Rodríguez Zapatero, Martín Torrijos, y Leonel
Fernández.
Un facilitador
inadecuado —parcializado o sin autoridad— puede llevar las reuniones por
mal camino o ser manipulado para que sean ineficientes y que su duración
se prolongue por muchos tiempo a favor de una de las partes. En este caso debe
extenderse la facilitación a representantes de varios países y/o expresidentes
de manera que sea balanceada, si no imparcial. No olvidemos que muchos organismos
internacionales están diseñados para defender gobiernos más que derechos.
2.- La sede y las
reglas: Un eventual proceso de negociación debe ocurrir en un terreno
apropiado. En 2002 las reuniones se hicieron en Caracas pero hubo que cambiar
de sede varias veces. Lo importante es que las partes y los facilitadores se
sientan seguros. En aquélla oportunidad un artefacto explosivo trató de
perturbar sin éxito el proceso.
En cuanto a las reglas, es
extremadamente necesario que se determinen la frecuencia de las reuniones, la
administración de la participación y los derechos de palabra. Un debate
desordenado es un caldo de cultivo para la pérdida de tiempo que al final es
ganancia para quien se beneficia con la demora, en este caso el Gobierno. En
este mismo sentido, es fundamental determinar si todas las sesiones serán
conjuntas o habrá espacio para reuniones individuales de cada parte con los
facilitadores, como ha ocurrido hasta ahora.
3.- La agenda y su
orden: Es indispensable determinar a priori los puntos a discutir.
Entendemos que el proceso está precisamente en esta etapa embrionaria. La
agenda de temas debe ser muy concreta para evitar debates sobre asuntos no
sustanciales. Además, la agenda, en principio, debe ser cerrada. Obviamente
cada parte debe colocar sus puntos pero una lista interminable sería
inaceptable.
Tan importante como la
agenda, es el orden en que se discutirán los puntos que la integran. Es común
que los facilitadores propongan comenzar a discutir lo puntos menos escabrosos
para evitar que el proceso muera al nacer. Es la misma técnica de la discusión
de los contratos colectivos laborales. Pero en situaciones de urgencia y
emergencia como las que vive Venezuela, sería inaceptable que las discusiones
comiencen por puntos no prioritarios. En este sentido la solución de fondo —que
pareciera ser el referendo revocatorio—, debe ser abordada con prioridad y sin
dilaciones.
4.- Los
interlocutores: Sin interlocutores legítimos la negociación es
absolutamente inútil. La legitimidad no viene dada únicamente por la
designación, sino por el papel real y la fuerza política de quienes
intervienen. De lo contrario no serían vinculantes.
Además, los interlocutores
deben tener poder de negociación pues, de no ser así, los procesos consultivos
en cada una de las partes podrían ser la excusa perfecta para perder tiempo.
Este poder de negociación debe ser seriamente acreditado ante la parte
facilitadora. A tal efecto es muy importante acreditar a uno o dos líderes por
cada parte, de lo contrario no habrá unidad y el proceso será errático.
5.- Los
voceros: La oportunidad y la forma de dar los menajes sobre el proceso de
negociación y sus resultados puede generar confusiones y posiciones adversas al
propio proceso, o bien ser manipulados por alguna de las partes para
distorsionar los acuerdos. Debido a ello, es muy importante que cada parte
designe a uno o a pocos voceros que tengan cualidades para transmitir mensajes
confiables y sin distorsiones acomodaticias.
La parte
facilitadora también deben contar con voceros calificados y con
habilidades para transmitir los mensajes de manera confiable y aceptable para
las partes. Un mal vocero de la facilitación puede causar un daño muy grave a
las partes y al proceso.
6.- La instrumentación
de los acuerdos: Tanto la redacción de minutas que recojan los acuerdos de
cada reunión, como los instrumentos que reflejen los acuerdos finales son
indispensables para dar concreción y certeza a los resultados.
El uso de un lenguaje
ambiguo que se preste a diversas interpretaciones puede generar incumplimientos
o actitudes acomodaticias. Normalmente la parte facilitadora redacta estos
instrumentos, pero es muy importante que las partes verifiquen los contenidos.
Lo mismo ocurre con los comunicados que se suelen utilizar para dar información
a los medios. Cada parte debe manifestar su conformidad antes de que la parte
facilitadora emita mensajes que pueden afectar la situación de sus intereses y
del proceso.
7.- Los mecanismos de
cumplimiento: Los acuerdos deben ser verificables y exigibles, para ello
las partes deben designar a un grupo reducido de representantes para hacer
seguimiento al cumplimiento con presencia de los facilitadores.
La concreción de fechas y la
incorporación de organismos oficiales al carácter vinculante de los acuerdos es
fundamental. De no ser así, las acciones concretas pueden resultar ilusorias y
terminar por diferirse por un tiempo prolongado. Una posición muy frecuente del
gobierno en el proceso de 2002, fue invocar el carácter autónomo e
independiente de los otros Poderes Públicos para diluir las acciones y
evitarlas. Por eso, es imperioso que cada Poder Público —por ejemplo el CNE y
el TSJ— asuman para sí los acuerdos y se comprometan a cumplirlos.
En líneas generales, el
riesgo de la oposición en un eventual proceso de negociación está en la
dilación deliberada por parte de los actores del gobierno y en la ausencia de
mecanismos idóneos para que los acuerdos se cumplan de manera efectiva y
oportuna. Dar largas a las reuniones, utilizar instancias de consulta, alterar
el orden de los debates y los tópicos a discutir, e invocar la independencia
Poderes Públicos, fueron en 2002 las herramientas de dilación que utilizó
hábilmente Hugo Chávez y, durante ese tiempo, tratar de lograr el favor
popular. Gracias a las Misiones logró alcanzar este objetivo antes de que se
realizara el revocatorio.
Finalmente, la oposición
venezolana no puede dudar en establecer fechas e hitos que determinen su
abandono del proceso de negociación si fuera necesario. Tampoco pueden caer en
el chantaje del desprestigio internacional si se paran de la mesa. Quedarse
negociando más tiempo de la cuenta o bajo condiciones adversas, puede ser un
remedio mucho peor que la enfermedad.
Recordemos que quien está
contra las cuerdas es el Gobierno y que su margen para remontar su caída
estrepitosa en popularidad es casi nulo. Esto le da grandes ventajas a MUD si
se da el diálogo o negociación.
03-06-16
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