Por Arnaldo Esté
La crisis continuará y habrá
que superarla y construir el país al mismo tiempo, en una transición que busque
la profundización de la democracia en todos los ámbitos y niveles y en la
creación, el trabajo y la producción para atender nuestras grandes carencias.
A pasos y saltos se hace
evidente el derrumbe del gobierno y la ausencia de mirada a futuro de sus
políticos y dirigentes. Se lo juegan todo como que si fueran a botar tierrita y
salir de la política para siempre. Sin cuidar imagen o lenguaje, en un mentir
sin estilo ni proporciones. Era de esperar. Desde el comienzo hablaron y
actuaron para la eternidad, para el juramento y se amarraron a un santón. De
allí su actuar y decir desenfrenado, metiéndole mano a todo sin esperar
eventuales juicios. Pero se les vino encima todo el armario –es, en realidad un
armario– internacional y las protestas y reclamos callejeros menudean. Allí
están, casi desnudos y esperando, no solo ese juicio, sino sus veredictos.
El CNE y su presidenta, en
desparpajo subordinado y menosprecio de la voluntad de la gente, suspende
reuniones y posterga decisiones queriendo maquillar su irresponsabilidad. No,
no es una inteligente maniobra política, el país marcha hacia la violencia y
ellas tendrán que rendir cuentas.
Ante todo esto hay que
pensar en la construcción y en proponer.
Así, en la educación, que en
la perspectiva de la ética, es mi campo de estudio, acompaña al país en su
progresivo deterioro. Maestros mal pagados y con bajo reconocimiento y
prestigio, universidades sitiadas, liceos sin directores, escuelas abandonadas
y estancadas.
Desde esa condición hay que
tomar el sentido de su necesario cambio y calidad, en la ruta de la
profundización de la democracia llevándola a las aulas, convirtiéndolas en
ambientes de aprendizaje donde los valores y competencias se construyan en un
ejercicio regular de una democracia y participación que resulten así
arraigadas.
Requiere entender que la
democracia es mucho más que eventos electorales ocasionales, sino que hay que
cultivar valores con su práctica regular y que sirvan así de referentes para el
logro y ejercicio de las competencias necesarias para la comunicación, la
creación, el trabajo y la producción. Una pedagogía que privilegie al
estudiante y dé prestigio al maestro, propiciando la formación de esos valores
y esas competencias.
Los cambios educativos son
cambios sociales que requieren continuidad y persistencia. Por eso, cuando
hablamos de gobierno de transición, con la participación de todos, pensamos en
un proyecto educativo nacional, de Estado, que permanezca a través de los
necesarios e inevitables cambios electorales.
arnaldoeste@gmail.com
07-06-16
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