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sábado, 4 de junio de 2016

La salida de Maduro por @garciasim


Por Simón García


Maduro dio un largo paso hacia una dictadura del siglo XXI. Se rebela contra la Constitución, desconoce a la Asamblea Nacional y subordina el  CNE y el TSJ a sus planes personales.

En su continuada destrucción de la institucionalidad lo que más avergüenza es la genuflexión de unos exciudadanos que invirtieron las funciones de los organismos que integran: un CNE contra las elecciones y un TSJ contra la justicia. Ellos también serán responsables del modo como va a concluir esta fase final del régimen.


Un presidente que intenta tapas su debilidad con agresiones, fantasiosas invasiones y marchas pagadas, se tambalea hacia el abismo con indecisiones y contraindicaciones que pueden arrastrar al país a regar con sangre el árbol de la libertad. Esto es lo que quiere evitar la MUD y los que coinciden, incluso dentro del oficialismo, en la necesidad de aligerar los tiempos para que sea la gente votando la que decida sobre si Maduro se queda o se va.  Es un derecho establecido expresamente en la Constitución Nacional el que se quiere diferir y burlar.

El referendo es la fórmula directa y democrática para asegurar la gobernabilidad inmediata y posterior al posmadurismo, para encarar ya la crisis humanitaria y comenzar a introducir el programa de reconstrucción de la economía, de las instituciones y de la democracia sobre nuevas bases. Pero hay que entender que para acabar la siembra de odios, regenerar confianza, rescatar valores y practicar una nueva cultura cívica se va a requerir de entendimientos entre los dos agrupamientos que estuvieron contendiendo en los últimos años.

Estos acuerdos, al margen de la dinámica mayoría/minoría que predomina en lo político, se están dando en la base de la sociedad. En los sectores populares y entre los jóvenes el dalo por hecho como el sí va, son la expresión de una cultura abierta al acuerdo cotidiano y al pacto cívico.

Pero entre las diversas élites, desde la militar a la profesional, los acuerdos  están taponeados por incomprensiones, prejuicios, intereses de hegemonismo o rezagos de la visión que sustituye el verdadero cambio por el simple quítate tú para ponerme yo.

 La reacción buena frente al riesgo de la quiebra del país es la convicción de que Maduro y su cúpula se han hecho incompatibles con una solución pacífica, democrática y constitucional. La respuesta mala es la desesperanza, la apatía o la desesperación. La peor es la de reforzar y justificar la carta gubernamental de la violencia, el último recurso para impedir que el pueblo, ejerciendo su derecho irrenunciable a la manifestación, exija votar. Organizar esa votación es a lo que intenta negarse el CNE.

Maduro y Diosdado le está cayendo a mandarriazos a cualquier posibilidad de que sea el pueblo quien decida sobre su permanencia o no en el poder. Le huyen al referendo porque les falta altura política para entender que es la salida más conveniente para ellos, para el PSUV y para el país que lo pide desde su hambre y sus sufrimientos.

La negativa refleja una aparente fortaleza, pero sin pueblo y reducido al mínimo su apoyo internacional, cualquier azar puede hacer que estalle masivamente una  protesta social que ya está indicando que no resiste más. Al furor de las colas, a la movilización de las vanguardias en las calles, a la creciente presión de gobiernos y a las medidas gubernamentales que profundizan las calamidades de todos, se está uniendo la presencia de armas en los saqueos que han comenzado a intensificarse. ¿Es parte de una provocación mayor?

Lo cierto es que el gobierno está prendiendo a mecha. El mantra chavista que repite la cúpula Madurista es un chiste: candelita que se enciende puede no apagarse.  La única solución es abrir con el referendo un proceso de transición con transacción. Antes que las campanas doblen por todos.

03-06-16




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