Por Miro Popic
La cocina es hija de la
geografía. Es el entorno lo que determina lo que va a la olla de los pueblos.
Así nacieron las cocinas de todo el mundo, desde que un mono hambriento decidió
bajarse del árbol y comenzó a masticar raíces. De recolector pasó a cazador, de
ahí a cultivador y, hoy en día, a comprador. En el Siglo XXI la cocina nace de
lo que se compra en el mercado o, mejor dicho, se compraba. Ni más ni menos.
Bueno, eso en los países normales.
Aquí compramos lo que
conseguimos y los demás se nutren con el contenido de las bolsas o cajas CLAP.
Todo lo que he leído y escrito
sobre gastronomía en estos últimos treinta años y que tiene que ver con la
alimentación del pueblo, se puede resumir en una frase: El sabor nace del
paisaje y propicia una identidad que la memoria transforma en cultura. Ahora
bien, ¿cuál es la geografía de la alimentación de los venezolanos actualmente?
¿qué ocurre cuando esa identidad culinaria traspasa fronteras y se nutre con el
enemigo? El paisaje de lo que hoy nos alimenta no se encuentra en nuestras
fronteras, sino más allá, lejos, especialmente hacia el norte, de donde procede
lo que se conoce como cesta básica.
Si, el imperio mismo,
responsable, dicen, de la guerra económica, a quien enriquecemos comprándole lo
que comemos. Ya lo previó hace décadas Conny Méndez, escribiendo aquello de:
"¿Qué pasó con las arepas, las carautas y el café?/ ¿Qué pasó con la
comía, que toa la tienen que traé?".
De acuerdo a estudios hechos
por economistas serios, el costo de esta caja a precios internacionales es 14
dólares que, adquiridos al precio oficial de 10 bolívares por unidad, nos
arroja 140 bolívares. ¿A cuánto la venden los camaradas? Pues, oficialmente al
precio justo de Bs. 10.450, lo que arroja una diferencia de Bs. 10.310 por
caja. Si lo multiplicamos por 6 millones de CLAP que dice Bernal se están
distribuyendo, alguien está haciendo un gran negocio con el hambre de todos. O
sea que el enemigo no solo nos da de comer, sino que también se hace
multimillonario. Con algo así, cualquiera se compra una casa de 16 millones de
dólares en Miami a nombre de la revolución.
Así, no sorprenden para nada
los resultados de la última encuesta Encovi de nuestras tres mejores
universidades: 82% de pobreza, 9,6 millones de compatriotas que comen menos de
dos veces al día, 75% de la población rebajó 8,5 kilos de peso el último año.
El Saime dice que la fortaleza
de la nación radica en su identidad y nosotros decimos que esa identidad
comienza a formarse en el estómago. Si somos lo que comemos y vemos gente
buscando en la basura para procurarse sustento ¿en qué nos estamos
convirtiendo? ¿Será por eso que se hace imposible conseguir pasaporte?
04-03-17
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