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lunes, 6 de marzo de 2017

La dama y el caporal (y II) por @tulioehernandez


Por Tulio Hernández


V. Entre otras instituciones culturales que se crearon en aquel período floreciente de Sofía Ímber y el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, es prudente recordar con énfasis particular la Biblioteca Ayacucho, presidida por el poeta José Ramón Medina y la dirección literaria del escritor uruguayo Ángel Rama, quien venía huyendo a la dictadura militar de Bordaberry.

La Ayacucho fue y, aunque maltrecha por el chavismo, aún sigue siendo la más importante colección de lo mejor de la literatura de América Latina y el Caribe publicada en territorio iberoamericano.

Igual de importante fueron los diversos centros de estudio, algunos de ellos con visiones de integración regional, que se crearon. El Centro de Estudios Latinoamericano Rómulo Gallegos (Celarg), el Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral (Celcit), el Centro de Estudios de las Culturas Populares y Tradicionales (Ccpyt).

También fue una época de oro para la danza. Con el apoyo del Estado se crearon grupos como Danza hoy, Zhandra Rodríguez –protegida del presidente Pérez– despega con el Ballet Nuevo Mundo de Caracas y en la década siguiente se crea el Ballet del Teresa Carreño.

Otros territorios también comienzan. Desde la Gobernación de Caracas, Diego Arria crea Fundarte, la primera fundación pública creada en América Latina para la gestión cultural de una ciudad y un gobierno local. La cultura urbana entra en escena.


Pablo Antillano crea y dirige Escena una revista del Conac que bajo la imaginación de Soledad Mendoza cambia radicalmente el diseño gráfico y renueva los modos de hacer periodismo en las revistas culturales oficiales y a la larga en el periodismo nacional.

Carlos Andrés Pérez inicia la construcción del Teatro Teresa Carreño, Luis Herrera lo concluye. En apenas 10 años el rostro cultural de Venezuela había cambiado.

VI. Con la llegada de los rojos al poder comenzó la involución. El Teresa Carreño, que había sido diseñado tratando se seguir el modelo de los grandes teatros polivalentes, como el Colón de Buenos Aires o el Lincoln Center de Nueva York, termina convertido en un gallinero para que las masas exaltadas aplaudan a un presidente narciso. Mitad don Francisco. Mitad Laura de América.

El Festival Internacional de Teatro fue eliminado. La ciudad perdió uno de sus mejores centros culturales: el Ateneo de Caracas. La Biblioteca Ayacucho se estancó. Los grupos de teatro acorralados, como el Grupo Theja, desaparecen. Radio Caracas TV, la principal productora de telenovelas, fue sacada de circulación. Al acabarse la principal fuente de empleo de los actores estos se refugian en el teatro comercial ligero.

Los Ateneos de Valera, Trujillo y Valencia son intervenidos por colectivos rojos-rojitos. Una tarde que estuve en el Ateneo de Valera presencié, anonadado, cómo sobre un piano Steinway, cuatro malandros con poses de saltimbanquis de circo cocinaban un sancocho en una hornilla. Por lo menos habían tenido el cuidado de poner un mantel de plástico. Les expliqué lo que significaba el piano y serenamente, con un muslo en la boca goteando grasa, me respondieron: “Para qué queremos pianos buenos, si el pueblo venezolano sigue dominado por el imperialismo gringo”. Leí en su franela: “Tupamaros”. Me dio miedo y guardé silencio. “Tienen razón”, les dije. Y me despedí.

VII. Sofía Ímber siguió al frente del Museo hasta que un domingo por la mañana, mientras ella caminaba por El Ávila, Hugo Chávez desde su show televisivo Aló, Presidente organizó el guión para expulsarla de su cargo. No lo hizo con magnanimidad. No les explicó a los televidentes que las políticas culturales serían otras y necesitaban un nuevo tipo de gerente. No le dio las gracias por su gestión. La vejó. No dijo que el país le estaría eternamente agradecido por la colección de arte contemporáneo que nos había organizado.
Como un caporal de hacienda gomecista, tomó un silbato de árbitro deportivo y nombró: “Sofía Ímber, ponchada”. Si hubiese podido le hubiese dado una patada en el trasero.

Ese día y hasta hoy quedó “ponchado”, por ahora, el proceso de innovación cultural que el país había iniciado en la era democrática.

05-03-17




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