Laureano Márquez 15 de septiembre de 2018
Querido
Jim:
Te
admiro mucho, pero a veces parece que la incapacidad de las estrellas de
Hollywood para entender la política es directamente proporcional a su talento
escénico. Reagan siempre fue un actor de muy poco talento, gracias a Dios. Leí
que te invitaron al programa “Real Time with Bill Maher” de HBO- donde dijiste:
“Tenemos que
decir sí al socialismo, a la palabra y todo”.
Quizá
para ti, como para la humanidad entera, la palabra “socialismo” es una palabra
que suena bonito. Todo el mundo quiere definirse como socialista, hasta los de
derecha: a Rajoy lo tildan de “socialdemócrata” y seguramente lo es. Socialismo
es entendido en términos cotidianos como antítesis de egoísmo, sinónimo de
preocupación por los demás, de distribución equitativa de la riqueza, de apoyo
a los más débiles y sus necesidades, de procurar salud y educación para todos,
etc. Y eso es bueno, eso lo quiere hasta la derecha primermundista.
Parece
que esa tradicional división entre derecha e izquierda en términos ideológicos
ha ido mutando, ya lo que más inquieta a la gente es que sus gobiernos sean
eficientes, honestos, que cumplan con sus obligaciones constitucionales
y casi
todas las constituciones contemplan un profundo contenido social. Así pues, al
menos en los países desarrollados, lo que hay son socialismos, con matices de
izquierda o de derecha. Uno supone que es a eso a lo que te referías cuando
señalas: “tenemos que decirle sí al socialismo” y pones como ejemplo a esa
magnífica nación que es Canadá. En tal sentido, no habré de caerte encima como
si hubieses grabado una cuña para el SAIME.
Sin
embargo, menester es decirte, que bajo el nombre de “socialismo” se ocultan hoy
profundas amenazas, curiosamente, en contra de lo que suele considerarse como
socialismo, escondiendo un autoritarismo intolerante puro y duro, cuando no una
abierta dictadura.
No es
casual, Jim, que el neofascismo esté floreciendo justo en la Alemania que era
socialista. Si evaluamos el caso que más cercano tenemos nosotros, el de
Venezuela, lo que encontramos es justamente eso: nuestro régimen no es -válgame
Dios- la antítesis del egoísmo. Muy por el contrario, no hay nada más egoísta
que apropiarse de lo que es de todos, desde el poder, hasta los dineros
públicos, en esa forma de gobierno que padecemos y que, desde que pasó el gran
cometa Haley, ha dado en llamarse “cleptocracia”.
En
Venezuela, querido Jim, -por lo que te acabo de contar- no hay distribución
equitativa de la riqueza, ésta se ha concentrado, como pocas veces en nuestra
historia en muy contadas manos. Los más débiles en Venezuela están a la buena
de Dios, huyendo del país como pueden, sin salud, sin medicamentos y sin
alimentos, tragedia a la que se le suma la negación de un régimen que afirma
que nunca la población había estado tan bien y que incluso habría que cobrarle
al gobierno colombiano el bienestar del que disfrutan sus ciudadanos acá. O
sea. En Venezuela, querido Jim, los niños están dejando de ir al colegio, bien
porque tienen que buscar cómo sobrevivir y ayudar a sus familias o porque no
tienen fuerzas para ir al colegio por falta de alimento.
En
Venezuela Jim, le hemos agarrado tirria a la palabra socialismo, representa la
opresión contra un pueblo, la destrucción de una nación floreciente y la
desesperación de sus ciudadanos. Si dentro del socialismo “la palabra y todo”
caben Venezuela y Canadá. Entonces, querido Jim, o no conoces bien lo que
sucede en Venezuela o esa palabra no sirve para nada, es solo un ruido que a
muchos nos pone los pelos de punta.
Laureano
Márquez
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