Thays Peñalver 02 de septiembre de 2018
Los
ataques furibundos a Farmatodo, Lorenzo Mendoza, Henrique Capriles y muchos de
los influenciadores, son sencillamente repugnantes. No
solo por parte del régimen, sino por parte de esa vorágine desalentadora que
todo lo destruye a su paso. Ahora bien, yo no apelaré jamás a la frase: “ya no
reconozco a mi país”, ni mucho menos “en que nos hemos convertido” cuando veo
los ataques monstruosos contra lo poco que queda en pie, porque a mi país lo
reconozco, y muy bien.
Quien
dice “ya no reconozco a mi país” vivía en un gueto y tuvo que salir a
encontrarse con la realidad, con la Venezuela que siempre ha sido.
Usualmente es presa de todos esos mitos urbanos, como que la culpa de todo la
tuvo la famosa telenovela “Por estas Calles” o frases tan
grandilocuentes que simplifican nuestro destino hasta convertirlo en una cosa
distinta de lo que realmente somos, porque la culpa de todo la debe tener
alguien que no sea el propio venezolano por eso la culpa la tienen siempre los
políticos, la culpa es de los empresarios, de los comerciantes y en especial
los medios de comunicación y si, hasta las telenovelas.
Pareciera
que no hubiésemos tenido cronistas de nuestra tragedia diaria, Ibsen Martínez
tan solo escribía lo que veía todos los días en Venezuela, pero era más fácil
echarle a él la culpa por haberse atrevido a narrarlo en el formato de un guión
para la televisión. Ese que dice “ya no reconozco a mi país” podría
antes que a Ibsen, echarle la culpa a Tirso Pérez León, uno de los escritores
del Show de Joselo o a su equipo creativo, pues bastaba con aquella escritura
para deducir fácilmente que todo estaba perdido. Un equipo de dramaturgos,
mucho más conscientes que la clase política, nos dibujaban una vez por semana
la idiosincrasia y la conducta del venezolano, pero algo peor, nos hacían
reírnos de nosotros mismos en la mayoría de los hogares.
Esa
Venezuela “ilustrada” que corría a Miami de compras, mientras en los cuarteles
se cuajaba el destructivo movimiento Bolivariano. Toda una tragicomedia (vista
hoy) de una realidad que nos llevó a donde estamos. Personajes como un abogado
estafador, un mentiroso compulsivo, un mendigo que hostigaba a los transeúntes
hasta que le daban dinero, un sifrino espeluznante que hablaba de riquezas
frente a la miseria de los barrios y que seguramente no podía justificar el
origen de su dinero, un niño recogido que abusaba de la buena fe de sus padres
adoptivos, hasta hacer llorar al padre de la casa, un amo de casa que abusaba
verbalmente de su mujer de servicio, un gerente que hostigaba a su secretaria
con insinuaciones sexuales. Mientras en los otros canales se sobreexponían
también comportamientos contra la autoridad, la humillación a funcionarios policiales
y los antivalores que padeciamos.
¿Qué
usted no reconoce a muchos? Le voy a rescatar la imagen que había
de uno que arrancaba muchas carcajadas. Se trataba de un empleado público que
en su oficina tenía un cuadro con con la Foto del presidente de turno, pero
tenía doble cara, así que dependiendo de la visita que recibiera, lo cambiaba
del presidente Adeco, al presidente Copeyano para alagar a su visita o escapar
de un problema o salirse con la suya. Era el más venezolano de todos los
personajes, la avasallante realidad de un País que no creía para nada
en la democracia, ni en los partidos políticos, sino en cómo sacarle provecho
propio al Estado utilizando a los funcionarios y al partido. Y todos,
absolutamente todos, se carcajeaban con la realidad, incluidos los propios
adecos y copeyanos, ignorantes del trágico destino que les esperaría apenas
meses después del final del programa, cuando los militares de extrema izquierda
de golpe, se adueñaron del país.
Ese
personaje no es otro, que los millones de ninies que dicen no soy ni chavista,
ni antichavista como si fuera posible tal elección. Esos millones de seres
envilecidos que no quieren meterse en problemas nunca y además pretender
extraer de los ganadores alguna sobra. Esos millones que no van a los paros, no
firman revocatorios ni consultas, ni se comprometen, ni van a las marchas.
Así,
en el nombre de una nueva moralidad, quienes saltaron por estas calles los días
del Caracazo fueron los verdaderos personajes, los de carne y
hueso a robarse todo en las bodeguitas de los barrios que terminaron arrasadas,
ocurrió lo mismo en las carnicerías de donde vivían, como hoy, en los que se
cargaban reses enteras al hombro, mientras los “doctores chimbin” y
más atrás los “pavo lucas” con aquellas muecas macabras
dibujadas en sus rostros, porque habían logrado cargar con tremendos
televisores de 40 pulgadas en las zonas de clase media saqueadas por “el vivo
criollo”, personaje que por cierto existe en cualquier clase social. Fue sin
duda alguna, como bien lo dijo otro dramaturgo, otro de los “culpables” por
señalarnos la realidad todas las semanas, José Ignacio Cabrujas: “el día más
venezolano que he vivido, nunca había sido tan interpretado por nuestra
historia”. Yo añadiría: bien interpretado.
Y hoy,
mientras seguimos sin reflexionar sobre lo que hemos sido como país y
actualmente somos, vivimos el episodio histórico más auténticamente venezolano.
Por qué? Porque “rodilla” se convirtió en el pran pues a eso
lo llevó su modo de vida, los waperó están representados por los bolichicos
porque siempre abusaron de otros desde que eran niños y el policía después de
tanto maltrato terminó envilecido y torturando. Eudomar y el hombre de la
etiqueta terminaron sus días como las máximas autoridades judiciales. Pero no
se convirtieron, sencillamente fueron la evolución lógica de su
comportamiento[i]. Entre todos, demostraban una sola cosa, estaban tan
corrompidos los de arriba, como los del medio, como los de abajo.
Pero
repito, culpar a nuestros escritores por mostrarnos quienes somos es absurdo.
Para culpar a la telenovela por demostrar nuestros anhelos, habría que
remontarse a su origen, pues son adaptaciones modernas de algo que vieron los
hermanos Grimm en su Cenicienta, tan absurdo como culpar a Víctor Hugo de
educar a los franceses en sus “vilezas” Miserables, para encontrar a los
culpables tendríamos que irnos atrás, y mas atrás de Alejandro Dumas con La
dama de las camelias o su Conde de Montecristo, habría amigos que culpar al más
“malandro” de todos, ese que escribió Romeo y Julieta.
Por
eso muchos culpan a las telenovelas, pero porque nunca han abierto un
libro.
Yo si
reconozco a mi país, por eso entiendo el odio desatado. También entiendo todo
esto como el secuestro que es y la violencia de los jefes comunistas, que viven
como billonarios allá arriba en el Politburó, enviando con los dineros públicos
a sus hijos a vivir y disfrutar en el capitalismo más salvaje que es lo que
quieren para sus hijos, pero a los nuestros les toca la Clap. Lo que despreció
profundamente es al que ataca lo poco que queda en pie de este lado.
Porque el
venezolano es el único ser en el planeta, que alienta y aplaude su propio
suicidio.
Lorenzo
Mendoza es uno de los pocos héroes y referentes que nos quedan. De acuerdo a
Forbes desde 2005 ha perdido el 70% de su fortuna y pasó de estar en el puesto
119 al puesto 1198 y es factible que salga de la lista de billonarios para el
2020. Buena parte de lo que le queda, ya no está en Venezuela pero Lorenzo
sigue aquí. Repito, entiendo los ataques de los comunistas, pero jamás
entenderé al que le dice “ese tiene suficiente rial”, “que venga a regalar la
Harina Pan” como si no llevara 18 años regalándola, con muchos aplaudiendo de
este lado semejante suicidio. Porque ese que lo dice es el más peligroso de
todos, el que no entiende que cuando el poder industrial privado ha perdido el
70% de su patrimonio, de allí hacia abajo, la pobreza es absoluta, incluido el
que lo dice.
El que
se regodea, es el más peligroso de todos los venezolanos. Es aquel que frente
al paro nacional inventaba y difundía el slogan: “liberen al oso” porque él
quería tomar cervezas. El que hoy, dice que no se puede comprar la cerveza y lo
culpa, sin entender que la mayoría de las plantas de Polar ya están paradas y
los miles de trabajadores calificados han emigrado.
Henrique
Capriles es otro de los pocos referentes que nos quedan. Puede uno quejarse a
veces del lenguaje empleado o de alguna respuesta. Pero hay que reconocer que
su partido político ha participado y firmado el informe final de la
investigación del caso Odebrecht en la AN. Tanto como le reconozco que se ha
dejado el pellejo, ha conocido la cárcel, el acoso, le han disparado los
círculos bolivarianos, pesan sobre él los más horrendos expedientes penales y
entiendo el ataque de los comunistas. Pero lo que no entiendo es el ataque de
todos aquellos puros de sangre, que no defienden la institución más sagrada del
derecho que reza: “toda persona es inocente, hasta probar lo contrario”, porque
son tan perversos como los comunistas.
Pero
el que lo dice, es aún más peligroso que los comunistas. Porque cree que cuando
todo esté destruido, cuando no quede piedra sobre piedra del sector industrial,
comercial y político, vendrán los seres puros a gobernar a “rodilla”, “eudomar”
a los “waperó” y junto a ellos harán una Venezuela próspera y feliz. Sin
entender, que ellos fueron los enterradores.
Entiendo
a los que con su camisa roja gritan contra Farmatodo. Porque son sencillamente
“tropas” de agitación comunista, adscritas a un “alto mando”, entiendo que el
video se hace para que nosotros, estúpidamente lo difundimos en las redes,
porque es la historia del comunismo. A quien no entiendo es al que dice “pana,
es que también se pasan con los precios”. Sin duda alguna, son los más
peligrosos de todos, pues no entienden que el ataque es contra el patrimonio de
la última gran cadena de distribución privada que queda en el país. La última
amigos. Y cuando esta falte, ya no quedará ninguna más y nadie más a quien
culpar.
Y lo
peor de todo es que ese que se quejaba ya no lo hará más, porqué se habrá ido o
llamará al 0800 y no le contestarán o le dirán que no hay medicina, acudirá
callado a Farmapatria y le dirán que tampoco y luego acudirá de rodillas a los
22 mil mercales y se dará cuenta que ya no existen, pero lo hará “callaito”,
porque si no, no le venderán su cuota racionada de productos nicaragüenses,
bolivianos etc.
Así
que no, yo si reconozco a mi país todos los días, lo reconozco en los pocos,
poquísimos héroes del trabajo que salen a producir, trabajar y a luchar, lo
reconozco en las caras de quienes salen a trabajar sin importarle nada, en las
caras perplejas de los que viven en una burbuja y se niegan a participar, en
los que dicen “es que a mi la política no me gusta”, lo reconozco en la actitud
del montón de vagos que quieren vivir de los demás y también reconozco al malo,
a ese bando de los envilecidos que cada día crece más.
Parafraseando
a Fermin Toro. “Entiendo la libertad de opinión e imprenta, lo que no entiendo
es que no dejaran ni una sola reputación en pie”. Porque el que dice que todos
son malos, si aquí nadie sirve, ningún político, ningún empresario, ningún
comerciante ningún medio, periodista o influenciador, ¿la verdad? Es que el que
lo dice es el que no vale nada.
Reflexionemos
o apaguemos la luz
[i]
para quienes son muy jóvenes o leen fuera del país. Rodilla era un personaje
muy común de la Venezuela de los 80’s, un muchacho que había decidido tomar el
camino de la delincuencia, para vivir de un arma. Los waperó eran dos
personajes, los hijos de un alto y poderoso funcionario que abusaban
constantemente de un policía. Eudomar Santos era la clave del comportamiento
mas venezolano, el de sobreviviente.
Thays
Peñalver
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