Julio César Arreaza B. 02 de septiembre de 2018
Estamos
ante un Estado fallido, que no ofrece la garantía de los servicios básicos a la
población, entre apagones sobrevive un país que lucha contra un régimen
oprobioso, y miramos desparramarse riadas humanas convertidas en diáspora,
caminando por las calles, carreteras, caminos, senderos y páramos, y durmiendo
en bancos de plazas o en cualquier lugar insospechado donde la noche los
sorprende, buscando una existencia digna que aquí se les niega. Este drama de
características mundiales se emparenta por las extremas dificultades en que
ocurre, con la Emigración a Oriente, cuando los pobladores de Caracas salieron
despavoridos de su ciudad con lo mínimo que podían acarrear, ante la inminencia
de la llegada del atroz criminal Boves. Se parece en su épica al paso de Los
Andes, en su marcha extenuante. Y en su coraje por hacerse de un destino de
libertad donde reunir fuerzas para liberar a la patria sojuzgada.
Se
cierran las fronteras para los venezolanos, porque colapsaron los servicios de
los países receptores, llegan sin documentos, porque el régimen les niega el
pasaporte. Los presidentes democráticos no entienden la criminal conducta de
convertirnos en apátridas. Se reunirá la OEA de emergencia para analizar una
situación inédita que no tiene precedentes. Tal como va la crisis, la situación
de la migración se ha salido del cauce, de las manos. Los forajidos en el mando
quieren convertir el drama venezolano en drama colombiano, causando estropicios
en el país vecino. Es un vil atropello que clama al cielo, ver a cientos de
miles de ciudadanos salir a pie, caminando hasta en temperaturas bajo cero y en
chancletas.
Lo que
ocurre es cruel; una criminal organización se hace del poder con el objetivo de
la sumisión y con el propósito de destruir la libertad, léase también el
progreso y la superación, obedeciendo a una lógica diabólica casada con el mal.
Pero
no hay vuelta atrás, la mayoría del país repudia a unas mafias que hacen plata
con el hambre de los venezolanos. La degradación moral y colapso del sistema
totalitario se evidencia por la falta de gazas, vacunas y medicinas en los
hospitales.
Es
irreversible la salida de las mafias que han penetrado la sociedad. Para ello
debemos articularnos las fuerzas democráticas con espíritu de lucha,
solidaridad y mucha organización, y debemos llamar las cosas por su nombre,
defender a todo trance la verdad, engranarnos, sincronizarnos mediante la
voluntad de lucha y el amor a nuestro país. Así lograremos el punto de emerger
por encima de este desastre provocado y alcanzar el punto de quiebre de la
ignominia dominante. La solución es definitivamente política. Se les acabó el
tiempo.
¡Libertad
para los presos políticos y regreso de los exiliados!
Julio
César Arreaza B.
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