Trino Márquez 26 de octubre de 2018
@trinomarquezc
Podría
ser cierta la afirmación del vicepresidente Mike Pence, según la cual la
caravana de migrantes que partió de Honduras rumbo a los Estados Unidos fue
promovida y financiada por el gobierno de Nicolás Maduro con el fin de
perjudicar al presidente hondureño Juan Orlando Hernández, adversario de Manuel
Zelaya, afectar la imagen de Donald Trump en las próximas elecciones
legislativas de noviembre y, sobre todo, distraer la atención sobre el
constante e inmenso flujo de venezolanos que corren despavoridos huyendo de la
severa crisis nacional.
Hay
que esperar que Pence u otro funcionario del gobierno norteamericano o del
gobierno hondureño muestren pruebas que demuestren la presencia de la mano roja
detrás de esta operación, que combina el dolor de la gente movilizada con el
chantaje a una potencia que, por rica y amplia que sea, es soberana para definir
las características de los inmigrantes que recibe. Crear e imponer situaciones
de hecho representa una coacción que ninguna nación soberana acepta.
En el
cuadro actual, existen rasgos de la conducta del madurismo que llaman la
atención, por ejemplo, la solidaridad tan entusiasta exhibida por Maduro y
Diosdado Cabello, entre otros personajes, con los varios miles de personas que
emprendieron la travesía. Esos caminantes les parecen dignos de apoyo y
solidaridad por el sufrimiento que padecen, pero no les ocurre lo mismo con los
cientos de miles de venezolanos que han llegado a pie a distintas zonas de
Colombia, o que se encuentran en Brasil, Ecuador o Perú en refugios donde
apenas sobreviven. Cabello se burla de la visita de Angelina Jolie a Perú y considera
que los reportajes gráficos de El Tiempo de Colombia, la BBC de Londres, The
New York Times o la Deutsche Welle alemana, forman parte de una coreografía
montada por los medios burgueses internacionales, con la perversa intención de
desprestigiar la revolución bolivariana. Resulta extraño que, en el caso de los
hondureños, vean a humildes trabajadores desplazados y arruinados por el
capitalismo; mientras en el otro lado, observan a unos escuálidos oportunistas
e irresponsables, incapaces de aceptar las bondades del socialismo del siglo
XXI y tontos útiles de las arteras maniobras de la derecha.
Honduras
se ha visto sometida durante los últimos tiempos a un intenso período de
lluvias y sequías que han afectado su economía, fundamentalmente agropecuaria. Esa
nación, que arrastra una pobreza secular, ha vivido una lenta, aunque sostenida
y prolongada fase de crecimiento, interrumpida abruptamente por el ciclo
inclemente de la naturaleza. Ese pequeño país ha sabido aprovechar el Plan
alianza para la prosperidad del triángulo norte de Centroamérica, financiado
básicamente con fondos estadounidenses. Ahora de nuevo su actividad económica
principal se ve afectada. El gobierno de Hernández ha admitido el delicado
estado de la economía y la gravedad de la crisis desatada por las caravanas
humanas. A partir de ese reconocimiento, está proponiendo un plan de inversión
masiva en infraestructura y pymes, con el fin de evitar que nuevas oleadas de
inmigrantes se desplacen hacia el Norte.
El
gobierno hondureño admite que las lluvias y la sequía han agudizado los
problemas del país, que el flujo de migrantes representa un problema para esa
nación, la región y los Estados Unidos. Como respuesta propone un programa para
encarar y resolver las dificultades. Aunque la oposición pueda estar vinculada
con las movilizaciones, el presidente Hernández no se escuda en ese argumente
para eludir sus responsabilidades.
En
contraste, el gobierno de Nicolás Maduro actúa en sentido totalmente opuesto.
Para Maduro y su corte la situación económica, a pesar de la hiperinflación, es
estable con tendencia a la prosperidad. Los tropiezos se han debido a la guerra
económica y al bloque financiero internacional liderado por los Estados Unidos.
La diáspora, que ha esparcido a varios millones de venezolanos –muchos de ellos
caminando- por distintos países del continente y el globo terráqueo, representa
una leyenda negra urdida por los adversarios de la derecha. El éxodo intenta
revertirlo trayendo unos cuantos centenares de compatriotas que prefieren
regresar al país, antes que asumir los gigantescos retos que significa emigrar
en precarias condiciones. Maduro no propone ningún plan original ni novedoso
para superar, o al menos atenuar, los entuertos provocados por su descocada
política económica. Sigue aferrado a los prejuicios del marxismo más rancio y a
las tradicionales fórmulas totalitarias que buscan escamotear la realidad, en vez
de enfrentarla con inteligencia e ingenio.
Las
dos caravanas han recibido dos respuestas diametralmente opuestas. Los
venezolanos, como ocurre desde hace dos décadas, cargamos con la peor parte.
Trino
Márquez
@trinomarquezc
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