José Luis Farías 23 de octubre de 2018
@fariasjoseluis
Corto
y Picante:
En
estos casi veinte años de oprobio, los primeros en forma de autoritarismo
chavista con vocación totalitaria y los últimos seis de dictadura, o más
exactamente, de espeluznante Pranato madurista, el ruego por la Unidad nunca ha
cesado. Siempre alguna voz la ha pedido.
Solo
en ocasiones, cuando cada pequeño líder se siente fuerte o indispensable y/o
cada grupo partidista se ve cerca del poder, pierde impulsó el llamado a andar
Juntos. Aparece entonces, sin falta, quien matiza su conveniencia o incluso
quien abjura de la Unidad. Pero no es hora de nombres y apellidos para acentuar
el descalabro opositor, la lista podría hasta incluirme, porque esa agua la
hemos derramado todos, claro está, unos con más impudicia que otros. Es apenas
tiempo de señalar el yerro para subrayar la imperativa necesidad de la Unidad.
Nos unimos o nos unimos. No hay otra.
Aún
recuerdo como si fuera ayer el perseverante y fundamentado llamado a la Unidad
que repetidas veces le alcance a oír directamente a nuestro siempre recordado y
querido Pompeyo Márquez. Eran los días de las extensas y a veces tediosas
reuniones de la difunta Coordinadora Democrática, en la quinta “La Unidad”, en
Campo Alegre, al filo de la avenida Libertador y a cuadra y media de la
Francisco de Miranda, justo donde donde hoy levantan un edificio residencial.
Sitio que ya nadie recuerda. Donde se fraguó una valiosa experiencia que
concluyó con la inmensa frustración del referéndum revocatorio de agosto de
2004. Era el tiempo de vueltas y vueltas en el patio de casa sin jamás pasar de
Plaza Venezuela. Todavía muy lejos del poder sin estar convencidos de ello.
Luego
vinieron años de largos desencuentros, de la abstención rabiosa de 2005, en el
que reunirnos parecía tarea imposible, salvo para negarlo todo. La campaña
electoral presidencial de 2006 comenzó a juntarnos. No olvidemos a Borges,
Pekoftt y Rosales. Se preparó el terreno para triunfar el 2 de diciembre de
2007 contra la primera reforma constitucional, pero la ilusión duró poco. En
febrero del siguiente año fuimos derrotados de nuevo. Al poco ya andábamos
fracturados. Logramos en 2008 parir la Mesa de la Unidad Democrática, una larga
cruzada donde anduvimos juntos pero no revueltos con Capriles y sin él, en “La
Salida” de 2014 y sin ella, y en “El Deslinde” del mismo año y sin él, que
culminó con la victoria legislativa del 6 de diciembre de 2015.
En
adelante, entre encuentros y desencuentros, después de la torpe disputa por la
presidencia de la AN, nos juntamos en abril de 2017 para enfrentar la dictadura
que proclamó el”Desacato” de la AN y por cuatro meses nos mostramos al mundo en
la calles, demostramos ser mayoría abrumadora e hicimos el 16 de julio, fecha
memorable de voluntad democrática de un pueblo negado a la violencia a dejarse
someter. No fue suficiente para triunfar, los culpables no importan ahora, solo
interesa que de nuevo el divorcio apareció. Nos juntamos, cual noche loca de
sexo y copas, el 20 de mayo para volver a ganar desconociendo el fraude y
deslegitimando el régimen afuera. Lo demás ha sido éxodo, hiperinflación,
hambre, escasez y escándalos de corrupción, persecución y crímenes. ¡Aaahh!
Mudamos la política a Washington, Nueva York, Madrid, Lima Ginebra y nos
olvidamos de hacerla en Caracas. Ese es el pretérito reciente que por su intensidad
nos parece tan lejano sin serlo. Por supuesto, sin los detalles de los dimes y
diretes, siempre tan útiles para acusarnos unos a otros.
Sin
embargo, no es toda la historia. En ella falta lo que hizo el régimen. Cómo nos
condujo hacia la emboscada. Cómo nos trajo hasta esta encrucijada con caminos
para todos los gustos: indiferencia, radicalismo, éxodo, colaboracionismo,
traición y locura, peligroso cóctel de acusaciones. Una actuación en la cual
nunca logramos descifrar al adversario para anticiparnos y echarlo de una vez
por todas. Quizás en esos lances del contrario esté la clave para comprender
cabalmente lo sucedido y dar los pasos certeros hacia adelante.
Llegado
a estas alturas, para los venezolanos, y digo bien: para los venezolanos, no
hay Presidente. Ya lo declaró la AN. Solo hay una pandilla con un jefe que no
quiere desalojar el poder. Que se se cree dueña del país. Un Pranato, pues.
Para el Mundo hay un Presidente ilegítimo, violador de derechos humanos,
corrupto, incapaz, etc., responsable junto a su pandilla de los peores crímenes
contra el pueblo venezolano, pero formalmente Presidente cuyo periodo vence el
10 de enero de 2019.
Si la
suerte no nos acompaña de aquí al día de marras, si llegamos allá con el karma
a cuestas, que la fecha en cuestión no nos tome desunidos, sin plan político,
sin liderazgo, sin organización social y política suficientes … Porque no habrá
“Día D” sin Unidad.
José
Luis Farías
@fariasjoseluis
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