Alejandro Moreno 24 de octubre de 2018
He
hablado en mi anterior artículo de la ética del revolucionario radical, ética
entendida como principios básicos sobre los cuales soportar fuera de toda duda
una norma de conducta. Hoy voy a exponer lo que de nuestras investigaciones se
deduce como la ética ínsita, no necesariamente consciente, en el mundo-de-vida
de nuestro pueblo. La ética conforma la manera en que el hombre popular
venezolano vive y concibe en la práctica y desde la práctica la política.
Lo
primero que observamos es que el revolucionario radical se diferencia
esencialmente de todos los demás hasta el punto que no puede considerarse como
perteneciente al mundo-de-vida popular venezolano. Por exigencia lógica tiene
que constituirse como “hombre nievo” o totalmente distinto pues no comparte en
absoluto los significados de ese mundo.
Ante
todo, la característica más significativa de la manera que tiene el venezolano
popular de concebir y relacionarse con el hecho político según sus principios
éticos propios es hacerlo al modo relacional, esto es, la política la vive y la
concibe como relación afectiva en humanidad, incluso cuando la enfoca desviada
hacia fines inmorales, pues no se justifica interiormente en ese caso, sino que
tiene conciencia de ir contra esos principios. Son las personas y no las
instituciones o ideologías lo que condiciona su práctica y compromiso político.
Este
fondo ético permanece incluso en aquellos que, guiados por preocupaciones de
justicia, por un tiempo se desvían hacia ideologías radicales y es lo que les
lleva a recuperar esos valores que en el fondo nunca perdieron. Permanecieron
como solapados en ellos, es decir, en aquellos líderes revolucionarios que no
perdieron su raíz cultural popular y por eso mantuvieron siempre o por un
tiempo un largo y angustioso conflicto interior.
Ambas
posiciones se viven como totalmente contradictorias de modo que la una excluye
sin más a la otra. Así pues, lo que hemos encontrado como significado
constitutivo del mundo-de-vida popular venezolano está presente no sólo en las
prácticas de vida de la cotidianidad sino también en el mundo de la política
constituyendo la estructura profunda de su posición ética.
La
cultura raigal, ese modo venezolano de habérselas con la realidad toda, es el
verdadero fundamento ético que permanece en nuestro pueblo, y por ende también
en sus líderes, el que nos identifica y que nos da sentido.
Por
eso, hacerse revolucionario radical es desvenezolanizarse, implica
identificarse con otro mundo-de-vida, con otra cultura, con otro modo de ser
hombre.
Alejandro
Moreno
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