Por Henrique Capriles
El régimen de Nicolás Maduro
será recordado, entre otras desgracias, por haber sido capaz de permitirle a
sus cómplices hacer del hambre de nuestro pueblo venezolano un gran negocio:
les permitió hacer una fortuna con tal y financiaran cualquier artimaña
necesaria para mantenerse en el Poder.
Es abominable el negocio que
tejieron detrás del hambre.
Lo primero que hicieron fue
acabar con la producción nacional: expropiando, controlando las divisas, los
precios, las exportaciones. Se dedicaron a someter al país a punta de hambre y
con eso controlar al Pueblo políticamente. Y así generaron todas las
condiciones para su guiso mayor: en el control de las cajas CLAP encontraron
tremendo negocio.
Si hacen memoria, recordarán
que en abril de 2016 el régimen declaró un supuesto Estado de Excepción y de
Emergencia Económica que dio origen a los CLAP. En realidad no estaban
declarando ninguna emergencia: estaban montando el más vil y dantesco de sus
negocios.
Esta semana, la Procuraduría
General Mexicana dio a conocer los resultados de una investigación en la que
que varias empresas y personas mexicanas y venezolanas, vinculadas directamente
con el régimen de Nicolás Maduro, obtuvieron recursos del Estado con supuestos
fines humanitarios con el único objetivo de especular con millones de
petrodólares, aprovechándose de la crisis alimentaria que vivimos en Venezuela,
y literalmente para convertir el hambre en un negocio multimillonario.
¿Tienen idea de la crueldad
que se necesita para ser capaces de jugar así con el hambre de una nación
entera?
Fueron capaces de adquirir
alimentos de pésima calidad para exportarlos con sobreprecio a Venezuela. Un
sobreprecio que rondaba el 112% por encima del costo real de negocio. Es decir:
ni siquiera se conformaron con hacer un negoción envenenando a los venezolanos
con alimentos de dudosa factura: también decidieron exprimir el dinero del país
a tope, con tal de llenarse más de plata.
En medio de toda esta
crueldad, también encontraron cerca de mil trescientos containers en México con
casi dos millones de despensas de alimentos que estaban listas para llevarse a
Venezuela.
Todas estaban caducas: era
alimento vencido.
El régimen iba a venderle a
las familias de menos recursos comida subsidiada y podrida, burlándose del
hambre de nuestra gente mientras sus cómplices se llenan de plata.
Hoy los mexicanos imputados
en esta tragedia tienen prohibida cualquier acción comercial con Venezuela que
involucre alimentos o medicamentos. Sin embargo, eso no resuelve ninguno de los
excesos criminales que el régimen cometió en contra del Pueblo, haciendo del
hambre uno de sus negocios más lucrativos.
Lo dije la semana pasada en
referencia al caso del homicidio de nuestro compañero Concejal Fernando Albán y
lo repito hoy: este régimen no va a investigarse a sí mismo.
Hay una verdad que el
régimen no puede negar: si hubiera producción nacional, si todas estas plantas
expropiadas o cerradas estuvieran trabajando como Dios manda, no existirían los
CLAP y tampoco este negoción para tanto enchufado que decidió transar con el
hambre ajena.
¿Qué pasó con empresas como
Lácteos Los Andes, uno de los actos de expropiación más burdos de este régimen?
¡La quebraron! Son tan incapaces que se robaron una empresa plenamente
operativa y con productos ya colocados en la vida de los venezolanos, ¡y
quebraron! Y lo mismo pasó con las centrales azucareras, con Aceites Diana, con
Venepal, con Café Fama de América.
Si no pudieron con eso,
¿cómo van a ser capaces, entonces, de manejar el futuro de un país? Son unos
piratas: llegan robando y después de saquear terminan matando cualquier
posibilidad de progreso.
A cada venezolano tiene que
quedarle claro que esto que sucedió con los CLAP no es un guiso rojo más. No
pueden verlo como un negocito que le descubrieron a unos enchufados ni un caso
más que se destapó.
Esto que sucedió con los
CLAP es la respuesta a todo aquel que todavía se pregunta por qué hay hambre en
el país: en Venezuela hay hambre porque el régimen de Nicolás Maduro la
convirtió en un negocio.
Todos los controles del
régimen son sinónimo de corrupción. No hay mejor ejemplo que el control de
cambio. No estaban protegiendo las reservas internacionales, por el contrario:
lograron la mayor salida de divisas en nuestra historia a punta de crisis y
chanchullo.
Y así cada uno de los
controles está pensado para lo mismo: enriquecer a unos cuantos y someter al
Pueblo, debilitarlo hasta apaciguarlo y hacernos creer que es imposible
sacarlos del Poder.
Y no podemos permitir eso.
En estos momentos, además de
las sanciones individuales de la Unión Europea y de Estados Unidos, la justicia
de países como Andorra, Portugal y España están persiguiendo a personas
directamente señaladas por estar blanqueando el dinero que recibieron como
sobornos y coimas mientras ocupaban cargos en el gobierno durante los últimos
veinte años.
Hicieron del hambre un
negocio, como ya lo habían hecho con los apagones, con la crisis de la salud,
con los chanchullos detrás de cada obra de infraestructura ¿Dónde están los
ferrocarriles, por ejemplo? Quien pase por la Autopista Regional del Centro
verá ruinas de obras que nunca se terminaron, pero pagadas con dólares que
llegaron a los bolsillos de más de uno.
Esa gente amasa fortunas. Se
han dedicado a sacar plata de cada una de las necesidades que han convertido la
vida de los venezolanos en una pesadilla. Y esta vez ha quedado al descubierto
que son capaces de jugar hasta con el hambre de sus militantes, todo sea por
meterse un billete.
¿Cómo desmontar la
corrupción de un Estado que ha decidido delinquir como única política? Debemos
empezar por fortalecer al ciudadano y cohesionarnos políticamente con objetivos
claros.
Cada venezolano debe saber que
los CLAP se crearon para hacer negocios, no para ayudar a la gente.
Cada venezolano debe saber
que detrás de las necesidades generadas por el gobierno están sus cómplices
llenándose de plata.
Cada venezolano debe saber
que de esto el gobierno no va a decir ni una palabra. Y por eso debemos crear
conciencia para que la verdad sea la que retumbe.
He propuesto comenzar por
una verdadera investigación, que articule a nuestras organizaciones políticas y
civiles de las fuerzas democráticas con académicos, especialistas y periodistas
que nos permitan ir fiscalizando al Estado, diagnosticando de manera eficaz y
rápidas las zonas más urgentes para generar las políticas públicas que se
aplicarán cuando seamos gobierno. Porque seremos gobierno, gracias a que este tipo
de acciones reactive la esperanza en nuestra gente y entiendan que existen
fuerzas democráticas en este país capaces de hacer lo que hay que hacer.
Y esa fuerza política es
indetenible porque será el Pueblo, incluyendo a la militancia oficialista, que
se ha visto traicionada una vez más por una maniobra tan asquerosa como los
CLAP, quien deseará que seamos nosotros los que conduzcamos el cambio de modelo
político y económico que urge en el país.
Cuando eso suceda, cuando
todo el Pueblo desee que se cumpla aquello que pensemos juntos como un plan
verosímil para salir de este infierno en que el régimen ha metido a Venezuela,
será el mismo Pueblo quien nos pondrá a gobernar el destino del país,
incluyendo quienes todavía tienen secuestrada la esperanza por la manada de
delincuentes que se mantienen en el Poder.
Su propia maldad los ha
cercado. No desaprovechemos este momento.
Llenemos al ciudadano de
fuerza, entendiendo que cada acción del régimen estará dirigida a debilitarlo,
a hacerle creer que no puede hacer nada. Incluso están dispuestos a matar al
Pueblo de hambre. Y nosotros debemos hacerle contrapeso real a esa estrategia
de apaciguamiento.
Sé que cuando trabajemos
juntos y despertemos una esperanza real en la gente, será el propio régimen
quien querrá negociar su puerta de salida.
Ahí nosotros tendremos Poder
y entonces, asegurando el futuro y el progreso, haremos justicia.
Preparémonos y preparemos a
nuestra gente para que, fortalecidos y en nombre de la gobernabilidad, estemos
a la altura de las circunstancias.
La inmensa mayoría de los
venezolanos estamos conscientes del mal momento que vivimos, todo está en
crisis incluyendo la esperanza de ver un cambio. Pero nos toca sacudirnos, ver
más bien la crisis como una oportunidad para que haya unión y con la fuerza de
todos podamos definitivamente darle un giro a la situación y lograr aquello por
lo que tanto hemos luchado.
Somos mayoría los que
seguimos apostando a este país. Hagamos que esa mayoría se imponga. ¡Unión
interna y externa con objetivo creíble común!.
¡Qué Dios bendiga a
Venezuela!
21-10-18
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