Simón García 30 de octubre de 2018
La derrota se propaga como un virus que desorganiza,
deprime y tumba la acción de las fuerzas de cambio, desolando la certeza de que
pueda sacarse el país del agujero negro donde lo metió Maduro. Uno de sus
efectos, que duele y desarraiga, es la diáspora.
No será fácil sobreponerse, aunque a diferencia del 2005,
ahora existen aceleradores de la recuperación. Por una parte, la globalización
de nuestra crisis convoca a poderes internacionales cuyo auxilio será
indispensable en la salida y en la reconstrucción del país. Por otra, la
contracción cotidiana de mínimos de vida coloca transversalmente a la sociedad
frente a la disyuntiva de enfrentar la crisis, desde diversos aportes y grados
distintos de determinación, o morir en el intento. Frase que no es en absoluto
retórica.
Un tema previo a confirmar o explorar rutas es determinar
a quienes darle la confianza de guiar la marcha hacia los objetivos. La
dirección actual de la oposición debe convencerse que es la única realmente
existente y que no puede pasar a ser un factor de omisión: o le da respuestas
al país o pasa el testigo. Si está debilitada o no existen condiciones, la
misión dirigente es actuar para transformar sus desventajas competitivas. Los
aciertos son los votos para seleccionarlos. Mejor que unas primarias.
El análisis, inevitablemente angustioso, de lo que sufre
el país nubla el optimismo de la voluntad y nos exige apresurar, con ideas
innovadoras, las demostraciones concretas para despejar el pesimismo de la
razón. En política, es la función de logros y victorias, por pequeñas que sean,
al mover piezas en todos los tableros donde toca jugar. En todos.
Pero lo primero es deslindarse, lo que no implica
automáticamente ruptura. En el RAE, deslindar tiene dos acepciones: señalar y
distinguir los términos de un lugar. Y la otra, aclarar una cosa, sin dar
ocasión a las confusiones. ¿De cuál unidad formar parte, mientras sus miembros
se despedazan entre sí, sin exponer claramente los motivos de sus furias y
confusiones? ¿Seguirán fragmentándose o se atreverán, contraviniendo a
Maquiavelo, a mostrarle a propios y adversarios cuál es el juego país de cada
uno?
El agravamiento perpetuo de una crisis unida a la
continuación del sistema de dominación de la sociedad, abre el temor a que el
poder se consolide como dato crónico; pero también ofrece oportunidades para
aplicar formas de lucha apropiadas para superar debilidades y salir de una
situación defensiva que amenaza con la prescindibilidad de la actual oposición.
Lo peor del menos deseable de los mundos: cederle el país a un régimen que se lo
engulla como su botín.
La unidad, cuya idealización ha pasado a ser un mito, no
puede ser el bonsái de fanatismos de partido y egos sin regulación
La unidad, cuya idealización ha pasado a ser un mito, no
puede ser el bonsái de fanatismos de partido y egos sin regulación. Tampoco una
goma que pretenda mantener unidas a dos políticas que aunque busquen un mismo
objetivo, jalan hacia caminos opuestos.
Nuestra situación obliga a dejar de lado moldes
convencionales: deslindar y asegurar una franja de acción común entre proyectos
distintos o incluso contrarios, como es el caso del chavismo, primer adversario
y al mismo tiempo, parte del país que hay que unificar. A eso se refieren, sin
decirlo, los que hablan de unidad superior.
Simón García
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico