Thays Peñalver 21 de octubre de 2018
Los
polemistas del caso Nicaragua, también utilizan una visión simplista del
fenómeno Pinochet. “Dictadura si sale con votos” es correcto y hasta yo he
escrito sobre eso, pero siempre saldrá con las mínimas condiciones que debemos
tener y exigir. Es decir dictadura por supuesto que sale con votos, pero jamás
sin las mínimas garantías electorales. Ahora bien los polemistas tienen razón
en algo, la abstención en si misma conduce al inmovilismo y al fracaso en forma
de entrega. Por eso las salidas posibles las analizaremos en mi artículo
dominical.
Para
entender nuestras posibles salidas, le ruego que lleguen al final de este
artículo que creo no va a gustar demasiado, pero que es parte de lo que
pudiéramos ver en un futuro posible, porque sí apreciados lectores, vivimos el
final de un ciclo histórico y todo va a transformarse y será para bien, pero el
parto va a ser doloroso y no necesariamente el alumbramiento le va a gustar a
muchos. Por eso hay que conocer la historia y sobre todo para no dejarnos
llevar por los simplismos.
Como
ya vimos, el caso Chamorro en Nicaragua se debió a la mayor intervención
extranjera en una elección en toda la historia del continente, fueron miles los
observadores internacionales que llegaron a tener hasta dos expertos por centro
de votación. El tema de las garantías electorales fue fundamental para que
Chamorro ganara las elecciones de Nicaragua [i] y como bien me recordó mi amiga
Idania Chirinos, incluso tras la paliza electoral, Ortega estaba renuente a
entregar su presidencia, porque la presión de los otros ocho comandantes (y el
sistema) no lo permitían. De hecho las negociaciones en las horas posteriores
fueron tan o más importantes que las que condujeron a las garantías electorales
y fueron llevadas a cabo por los presidentes regionales, la presión mundial y
con la gigantesca influencia del Presidente venezolano Carlos Andrés Pérez,
quien fue decisivo para que Ortega cediera finalmente y evitar así un inminente
baño de sangre.
Finalmente
al día siguiente las tensiones eran tremendas, no había algarabía en las calles
y las negociaciones secretas con los presidentes continuaban sin descanso. No
fue sino hasta esa noche postelectoral en la que Ortega visitó a Chamorro y
claudicó -haciendo que el pueblo nicaragüense respirara aliviado- cuando el
líder comunista dijo que aceptaría y Chamorro exclamaría el famoso: “mi bello
padrecito” para luego anunciar solemne que: “esta elección no producirá
exiliados, ni presos políticos”.
Pero tras
esa frase que parecía democrática, se ocultaba otra gigantesca operación
internacional de negociaciones. Fue Pérez quien convenció a Ortega, a tres de
los comandantes más importantes y a Chamorro de buscar la paz interna y evitar
toda persecución al régimen anterior, fue Pérez quien convenció a Bush padre y
a Chamorro, de la necesidad de dejar como Jefe del Ejercito al más temido de
los comandantes: Humberto, el hermano de Daniel Ortega. Fue Pérez el que
convenció a los demócratas de emprender el camino a la inmunidad de quienes
también mataron y asesinaron y también fue Pérez el que se comprometió a
proteger la vida y la integridad de Chamorro, a sabiendas que una parte de los
comandantes históricos (eran nueve) ya tenían la idea de asesinarla, porque no
aceptaban los resultados que significaban no solo “el fin de su proyecto
histórico” sino las gigantescas prebendas (dólares) que tenían sus respectivos
grupos de poder. (Que caro le costó a CAP ser un Estadista para Nicaragua
mientras aquí sus enemigos, propios y extraños, ignorantes del concepto de
Seguridad de Estado, lo esperaban para aniquilarlo, haciéndole el mayor favor a
los comunistas en toda la historia)
Pero
hay que dejar también claro algo importantísimo, llegado el momento fueron los
sandinistas quienes creían que podían ganar las elecciones compitiendo
limpiamente y también quienes iniciaron el proceso posterior de diálogos
secretos para exigir sus condiciones de entrega del poder. Y esto último, es
vital para entender lo más importante en todos los procesos de dialogo y
negociaciones: el que debería entregar el poder, sometido o no a presiones de
todo tipo, debe obligatoriamente estar dispuesto a entregarlo.
Tanto
el caso chileno como el nicaragüense, en algunos aspectos tienen muchísimas similitudes
con el nuestro, la fragmentación opositora, el escaso margen de aceptación de
los partidos, la falta de respaldo casi
total a movilizaciones que pueden conducir a la violencia –lo que es natural en
condiciones dictatoriales- en fin que estudiar las encuestas de la época en
Chile o actuales en Venezuela pueden reflejar exactamente las mismas
cifras[ii].
Los
polemistas obvian, como en el caso nicaragüense, el gran apoyo de Reagan a la
oposición chilena basado en sus miedos de que los revolucionarios alcanzaran el
poder, de allí las amenazas de Estados Unidos al régimen militar que lograron
el compromiso de “respeto a las reglas del juego”, la dotación a la oposición
de una red de computadoras para el control y seguimiento de los votos, la
fragmentación del alto mando militar con respecto a que Pinochet continuara por
la vía dictatorial y más aún las garantías electorales mínimas. Pues la Corte
Suprema de Chile no solo autorizó el espacio televisivo en las mismas
condiciones y gratuitamente para los participantes diariamente, sino los
derechos a manifestaciones y mítines. Y hay que verle la cara a que los
chilenos vieran en su televisión debates abiertamente democráticos en los que
por ejemplo Ricardo Lagos llamaba mentiroso y asesino al dictador, pero además,
la campaña fue estupenda porque la basaron en el futuro de su país,
enaltecieron las características positivas del chileno, avanzaron contra el
miedo y tuvieron una estrategia muy asertiva: dejaron atrás tanto a Allende
como a Pinochet. La consigna fue: “Chile, la alegría ya viene”.
Le
pido a mis amigos chilenos que entiendan que la tiranía del espacio escrito me
impiden narrar con detalle la increíble templanza, honestidad y compromiso
demostrado por el pueblo chileno, así como el gigantesco esfuerzo realizado por
la Concertación (Unidad) en materia de preparación para el plebiscito, tanto
como la existencia de un liderazgo envidiable y comprometido con su país y su
futuro. Un Plebiscito tan difícil que los partidos tuvieron que crear nada menos
que el Padrón Electoral, casa por casa y llevar a sus votantes a inscribirse y
así controlarlos en un registro electoral (Lagos dixit) que hasta la fecha no
había existido nunca, lo que sumado a la obligatoriedad del voto (sanciones
económicas y hasta cárcel para los abstencionistas), logró lo impensable. Los
polemistas siguen obviando, como en el caso de Nicaragua, el levantamiento de
los estados de excepción y de emergencia así como el retiro de la prohibición
de retornar a Chile a todos los exiliados, porque Pinochet estaba tratando de
lavar su imagen internacional.
¿Si es así? Masivamente acudiremos a votar
Los
polemistas y ahora hay que sumar a los tienen años haciendo comparaciones,
obvian un pequeño detalle, que la segunda intervención extranjera más grande en
materia electoral fue la chilena, con cerca de dos mil observadores
internacionales que arribaron a Chile, un despliegue de cerca de trescientos
especialistas de la ONU y la OEA, otros 348 eran diputados, senadores y
políticos de 21 países del mundo (ABC), junto a cerca de 500 especialistas
electorales de Europa y América sumados a mas de medio millar de corresponsales
extranjeros. Pero también llegaron cientos de artistas provenientes del
exterior a unirse a la campaña por el NO, por eso bien vale recordar que
Pinochet no dejó entrar a Joan Manuel Serrat a Chile, pero si a Paloma San
Basilio o Sara Montiel, quienes se presentaron en conciertos junto a muchos
cantantes que regresaban del exilio, haciendo campaña abierta contra el
dictador.
¿Si
fuera así? Masivamente acudiremos a votar
Por lo
tanto a quienes sostienen que debemos salir a votar porque así salió Pinochet
del poder, tienen absolutamente toda la razón, vamos a votar aquí en Venezuela,
pero con las mismas garantías que se dieron en el caso de Pinochet y cercanas a
las que dio Daniel Ortega. Pero sería bueno añadir aquí, que para nosotros en
imperativo entender un poco, otra de las grandes verdades históricas de ambas
elecciones y su comparación con el caso venezolano.
“Hubo
mucho de arrogancia” dijeron algunos tras la derrota de Ortega, “los
sandinistas creyeron que podían ganar”, “todas las encuestas los daban de
favoritos” y “se permitieron unas elecciones limpias”. Mismas palabras que
escribió en su libro el ex presidente chileno Ricardo Lagos [iii]: “la
arrogancia de Pinochet fue su ruina; creía que el plebiscito solo sería una
formalidad y que nada podía acabar con sus quince años de
. O quizás simplemente no hizo los cálculos”. Esto mismo
lo escribió magníficamente el escritor chileno Antonio Skármeta “Pinochet,
seguro de su triunfo profetizado por los asesores, quiere acreditarse ante el
mundo como un demócrata. La economía marcha de maravillas y lo único que hace
falta es limpiarse esas manchas del uniforme. Tolera que la oposición esté
presente con observadores en todas las etapas del sufragio, e incluso, un mes
antes del día crucial, según lo establece su Constitución, autoriza por primera
vez en 15 años un espacio en la televisión para que sus detractores pidan al
pueblo que voten contra él”. Sí, tan seguro estaba.
Mi
opinión es que esa misma arrogancia la tuvieron aquí en el año 2015 cuando el
chavismo perdió estrepitosamente la Asamblea Nacional y ocurrió finalmente el
golpe de estado a la Constitución, eliminando las potestades institucionales y
legítimas nada menos que del Poder Legislativo, sacándolos del juego político e
ignorándolos como actores fundamentales de la vigilancia y el control del país,
creo que a partir de allí cambió para siempre nuestro panorama electoral. Como
cambió cuando Ortega retomó el poder y mas nunca cedió condiciones, como
seguramente no lo haría Pinochet luego de pisar la cárcel, o como no haría
Lula, Dilma, Correa o Cristina si vuelven a las presidencias.
Ya el
chavismo no permitiría más unas elecciones que no controlara y por eso diseñó
un modelo electoral hipercontrolado al estilo cubano, en el que solo los
empleados públicos e instituciones afiliadas al gobierno tuvieran la mitad más
uno de los delegados a la Constituyente. Es decir podían votar el 90% por la
oposición y un diez por ciento de los votos lograría la mayoría. De la misma
manera que por primera vez todas las encuestadoras coincidían en dar como
ganadores a la oposición en las gobernaciones de forma aplastante y terminaron
siendo la minoría sin que, repito, existiera abstención.
Pero
hubo otra diferencia fundamental con el caso chileno, fue principalmente en sus
Fuerzas Armadas, una institución donde sus integrantes no solo estaban
divididos y con poder pero que estaban dispuestas a respetar las reglas del juego
que se pretendía implementar y además, comprometidos a respetar los resultados,
pero sobre todo a ejercer su poder de ser necesario, pues en un momento hasta
amenazaron con bombardear a los extremistas de derecha si trataban de boicotear
o amenazar a los votantes chilenos. Fueron principalmente la Fuerza Aérea, la
Armada y los Carabineros el contrapeso de un ejercito que también estaba
dividido y con una imagen deteriorada. En el caso venezolano este contrapeso
también se percibió en menor medida, en el reconocimiento de los resultados de
las elecciones parlamentarias del año 2015, la inmensa diferencia es que
permitieran más tarde la eliminación total del último bastión democrático de
Venezuela, la Asamblea Nacional elegida por la vía del voto y luego el
sistemático irrespeto a la Constitución.
Ahora
bien. El problema que volvemos a tener aquí en Venezuela es el simplismo de
algunos que en realmente creen que estos modelos políticos son una especie de
quítate tu para ponerme yo. Ni el asunto es vamos a votar, ganamos y comeremos
perdices, ni estos se van, nosotros gobernamos y comeremos perdices. Lamento
frustrar a ambos bandos, pero no es ni será así. Violeta Chamorro apreciados
lectores, no solo cohabitó con Ortega sino que algunas veces sobrevivió gracias
a su auxilio (Huelga), su Comandante del Ejercito fue durante cinco años
Humberto Ortega, buena parte de los cuadros de mando de su ejercito y
funcionarios importantes eran sandinistas y al menos tres comandantes del
sandinismo continuaron con un poder gigantesco durante su gobierno, mientras
que otros dos la adversaban profundamente en el Parlamento y si llegó al final
de su mandato, se debió entre algunas otras cosas, a sus acuerdos con el
sandinismo.
Y esto
en muy delicado y por eso hay que entenderlo muy bien. Daniel Ortega estaba
allí siempre, compitiendo electoralmente en las siguientes elecciones y siempre
subió en votos hasta que finalmente ganó gracias a la abstención, en el año
2006. Luego de la estupidez más atroz de los opositores nicaragüenses, junto a
la grotesca corrupción.
Por
eso no se pueden ofrecer solo elecciones y garantías porque de la misma manera
que ocurrió en Nicaragua, Pinochet también se quedó como Ministro de la Defensa
durante ocho años, la transición chilena fue la más complicada y dura de la
historia de América Latina [iv] y buena parte de los cuadros de la dictadura le
dieron la estabilidad necesaria al presidente Aylwin para garantizar el fin de
todo un periodo histórico. Así que lo que usted se debe preguntar, no es si
votando se van Pinochet y Ortega –si las elecciones fueran posibles- sino
precisamente como sobrevivir los próximos dos períodos junto a Pinochet y a
Ortega.
Por
eso este domingo hablaremos de nuestras posibles salidas reales, aunque no
gusten.
Sugiero
la lectura de
[i]
Valoracion de las Misiones de la ONU y la OEA, Ministerio del Exterior 1990 en
https://library.ucsd.edu/dc/ object/bb57691844/_1.pdf
[ii]
La democracia semisoberana: Chile después de Pinochet de Carlos Huneeus,
Penguin Random House, 2014
[iii]
Así lo vivimos. La vía chilena a la democracia de Ricardo Lagos, Penguin Random
House 2013
[iv]
La historia oculta de la transición: Memoria de una época 1990-1998 de Ascanio
Cavallo, UQBAR, 2012 (se puede encontrar su versión PDF)
y el
articulo con videos: Tres hitos que marcaron la caída de Pinochet de Constanza
Chamy, BBC Mundo 04 de Octubre de 2013
Thays
Peñalver
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