Félix Palazzi 27 de octubre de 2018
Desde
que el Cardenal Bergoglio asumió el nombre de Francisco para ejercer el
ministerio petrino comenzó a llamar la atención del mundo. Recientemente en su
viaje a Manila ofreció unas declaraciones que despertaron gran controversia.
Pero
primero clarifiquemos el valor que tiene una afirmación hecha por un Papa
porque hay quienes se creen más católicos que el Papa. No todas sus
afirmaciones poseen el mismo carácter en relación a temas de fe y de costumbre
en la vida de la Iglesia. Todo creyente adulto sabe que si un Papa es
cuestionado durante un vuelo por unos periodistas sobre un cierto tópico, dicha
respuesta no tiene el mismo carácter infalible que una proclamación dogmática y
universal que sí exige la adhesión de los fieles. De forma tal que el Papa puede
equivocarse y, en este caso concreto, se equivocó. Así lo clarificó
posteriormente.
En
repetidas ocasiones Francisco ha afirmado que “la religión no puede matar
jamás, que no se puede matar en nombre de Dios”. Esta es la premisa que
acompañó a la polémica con su amigo: “si insulta a mi madre, le espera un
puño”. Refiriéndose a que la libertad de expresión es también un “deber”. Es
evidente que toda libertad implica una responsabilidad y, por tanto, un deber
para con el otro. No es sólo un derecho.
Ante
este hecho la críticas no se hicieron esperar, por lo que Francisco se vio en
la necesidad de precisar sus palabras: “en teoría podemos decir que una
reacción violenta frente a una ofensa o una provocación, no debe ser, no es
buena. Podemos citar el mismo Evangelio con aquello de colocar la otra mejilla
(…) Podemos decir que todos entendemos lo que es la libertad de expresión. Esto
es importante y en líneas generales estamos todos de acuerdo. Pero somos
humanos y existe la prudencia que es una virtud de la convivencia humana. Yo no
puedo provocar, insultar a una persona continuamente, porque a riesgo de
hacerla molestar, a riesgo de recibir una reacción no justa… injusta. La
prudencia es la virtud humana que regula nuestras relaciones: yo puedo llegar hasta
aquí… Estamos todos de acuerdo que la libertad de expresión es buena y que toda
violencia contra ella es siempre mala… pero la libertad debe ser acompañada de
prudencia”.
Con
estas palabras, el Papa ha tocado la herida del mundo moderno y ha levantado su
sensibilidad. Hablaba de la noción posmoderna de libertad que se entiende como
un “hacer sin límite y sin referencia alguna”, colindando así con el fundamento
de una libertad que justifica también al fanático en su mismo derecho por
defender su postura. Esta noción esconde una falsa práctica de la tolerancia.
¿Debemos
tolerar que otros nos insulten, se burlen o nos ridiculicen? Durante años hemos
experimentado esto en Venezuela, pero responder con más violencia o intentar
acaparar la atención del público con nuevos insultos no es el camino para la
convivencia. Debemos entender que la libertad no es un pretexto para seguir
insultándonos. No existe un tal derecho a insultar. El mensaje de Francisco nos
deja una enseñanza: la verdadera libertad siempre va acompañada de la igualdad
y la fraternidad.
Tomado
de: http://www.teologiahoy.com/secciones/iglesia-en-salida/francisco-y-el-limite-de-la-libertad
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