Luis Manuel Esculpi 23 de octubre de 2018
@lmesculpi
Llueve
muy fuerte en el centro de Caracas. Es jueves, tengo que ir a Santa
Mónica.Desde que mi vehículo está en el taller vivo las peripecias de ser
peatón en la ciudad capital. Estando en la parte cubierta de la plaza Diego
Ibarra, decido bajar al terminal Río Tuy. Cuando se recorre la ciudad se nota a
simple vista el deterioro, el descuido y la decidía de quienes gobiernan la
ciudad. Su incapacidad para recoger la basura o tapar las troneras de las
calles, solo para mencionar aspectos
elementales que deben atender un gobierno.
Después
de esperar una camioneta una hora que nunca llegó, me enteró que una sola de
estas unidades que va hacia Santa Mónica está en funcionamiento. Decido
cancelar el compromiso y tomar una que va al hospital clínico.
El
metrobus también ha disminuido el número de unidades incorporadas al servicio,
con lluvia matutina esta vez un viernes, durante la espera en una parada de El Marqués alguien me
comenta que una sola unidad de ese
sistema cubre la ruta.
Con
frecuencia tengo que ir a El Paraíso, para tomar la camioneta en la avenida
Baralt, existen dos colas “una para los sentados” y otra “para los parados”,
por supuesto que la segunda avanza más rápido; pero claro supone que además de
ir sumamente apretujado, si a uno le corresponde ir en “la cocina” y no llega
al final del trayecto, el bajarse antes,
supone una dificultad adicional.
Los
choferes han seccionado las rutas, quienes antes cubrían la de Silencio-Petare
ahora llegan solo hasta Chacaito, igual
las que iban a Montalban ahora llegan hasta La India, lo que implica una
nueva complicación para los pasajeros que tenían como destino los los lugares
mencionados.
El
caminar se ha convertido en una rutina obligatoria, muchos trabajadores se
trasladan a pie para poder cumplir con la jornada laboral. A propósito, en la
mayoría de organismos de la administración pública se trabaja mediodía y se
turnan los otros dos dias, esa medida se ha adoptado por la grave situación del
transporte, que afecta de manera particular a quienes habitan en las
denominadas “ciudades satélites” y trabajan en Caracas.
Cuando
se tiene el carro donde el mecánico, se vive la dificultad para conseguir y
cubrir los altos costos de los repuestos, se comprende las razones de la crisis
del transporte público superficial. Lo que ha agravado la situación del sistema
subterráneo. El deterioro del Metro, por el descuido su falta de mantenimiento
es más que evidente, hay que correr con suerte para conseguir un vagón con aire
acondicionado, la mayoría de las escaleras eléctricas no funcionan y la
aglomeración en los andenes de las principales estaciones es verdaderamente
gigantesca; hasta el punto que prácticamente resulta imposible, montarse en la
de Plaza Venezuela entre 5 y 7pm.
Se ha
convertido en una frase trillada la de ” uno no entra o sale del metro…lo
entran o lo sacan”.
La
inseguridad es verdaderamente alarmante, he presenciado dos robos en una
semana, el peligro mayor está al entrar o salir del vagón, los empujones
constituyen una forma que aprovechan para robar los celulares. La pericia que
emplean los ladrones es sorprendente, su habilidad pareciera superar a los
antiguos carteristas. Es notorio el clima de agresividad, los conflictos,
discusiones y peleas que se vive tanto en el metro como en las camionetas, la
situación actual quizás pueda explicar la existencia de ese ambiente.
Con
razón en un informe de: Habla Caracas junto al costo de la vida, la escasez de
alimentos figura entre los primeros lugares el transporte como uno de “los
problemas que generan mayor angustia al caraqueño”. No puede ser de otra manera
porque constituye una verdadera odisea para la mayoría transportarse en esta ciudad.
Luis
Manuel Esculpi
@lmesculpi
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