Luis Manuel Esculpi 11 de diciembre de 2018
Ese es
el título de una novela premiada con el Politzer del gran escritor
norteamericano Cormac McCarthy. Se desarrolla en un campo desolado y quemado
donde presumiblemente ocurrió una explosión nuclear, rodeado de un ambiente
tétrico y sombrío, un padre con su hijo recorre una carretera en busca del mar.
Viajan sin rumbo cierto y el progenitor se dedica a la protección del vástago
de los pocos sobrevivíentes que practican el canibalismo. La desesperación por
alimentarse constituye una difícil misión en el escenario donde apenas quedan
residuos de las formas de vida conocida.
La
pareja hace el recorrido con un carrito de mercado con muy pocos enseres.
Su
lectura atrapa, me mantuvo expectante y tenso hasta el final, fue llevada al
cine, no la he podido ver, como si lo hice con otra novela del mismo autor “No
es país para viejos” protagonizada por Javier Barden. En las novelas de McCarthy
confluyen la originalidad de sus tramas con un innovador estilo literario.
El
escritor español Javier Marías una vez consultado por el diario El País si él
era candidato al premio Nobel, respondió que ” sí alguien merecía ese galardón
era Cormac McCarthy.” Según se reseña en la contraportada del libro que poseo.
Esta
introducción literaria la traigo a colación no por obra de alguna ficción
distante de la realidad, por el contrario recordé la lectura a partir de las
vivencias dramáticas de nuestra cotidianidad.
Nuestras
carreteras, después de tener una de los sistemas viales mejores de América
latina, en la actualidad están convertidas en un verdadero desastre por su
estado y la inseguridad reinante en ellas. Viajar de noche constituye una
aventura plagada de riesgos, en un ambiente solitario y desolador. Lo que no
significa que el día brinde mayores seguridades. La imagen del carrito de
mercado con muy escaso contenido tampoco nos es ajena.
En
nuestro caso la catástrofe obedece al rotundo fracaso de un modelo que ha
sumido el país en la peor crisis experimentada por la Venezuela contemporánea y
que pretende continuar aplicando la la macolla gobernante.
No
debiera hablarse de accidente, fue un asesinato que ha conmovido a la nación.
Las víctimas José Castillo y Luis Valbuena deportistas, peloteros profesionales
de los Cardenales de Lara, que poseían experiencia en las grandes ligas. Dos
nuevas víctimas de la inseguridad que campea en nuestras carreteras. Ahora
seguramente el gobierno anunciará medidas especiales que durarán unos pocos
días, para posteriormente regresar a la “normalidad” a la cual nos pretenden
acostumbrar.
A raíz
del asesinato de esas figuras del deporte se produjo una insólita e infeliz
declaración del Presidente de la Liga Venezolana de Beisbol Profesional Juan
José Ávila quien afirmó : “La realidad es que si hubiesen viajado en el
autobús, estas cosas no pasarían”. Olvidando que los obstáculos que los
delincuentes interpusieron en la vía, podían igualmente provocar que ese medio
de transporte colectivo también se volcara. La lamentable declaración pareciera
obedecer a una actitud complaciente, dirigida a congraciarse con el gobierno,
por los doce millones de dólares que aportó para la realización del campeonato
este año.
Existe
además una tendencia que se expresa en las áreas más disímiles de la vida en
sociedad, como es la de convertir a las víctimas en responsables de los
crímenes por acción u omisión exonerando de responsabilidad a los verdaderos
culpables.
El
principal responsable de garantizar la seguridad vial y ciudadana es el
gobierno, así como el mantenimiento de la las vías interurbanas, función que ha
sido prácticamente abandonada.
Como
fanático del béisbol, de los leones del Caracas, seguidor de la carrera de José
Castillo a quien vi jugar en muchas oportunidades cuando vestía ese uniforme y
admirador de los venezolanos que juegan en la gran carpa como Valbuena, expresó
mi pesar y solidaridad con los sentimientos que abrigan nuestros compatriotas
por tan lamentable pérdida.
Luis
Manuel Esculpi
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