Por Simón García
En la acción política
inmediata, el 5 y el 10 de enero, indicarán si la oposición desea salir de sus
errores y debilitamientos. Demostrarán si las elecciones municipales produjeron
una reflexión crítica, hasta ahora desplazada por la enconada argumentación
sobre votar o no, capaz de reconfigurar la estrategia opositora. Ambas fechas
revelarán si la oposición quiere hacer política y mover al país hacia nuevos escenarios
o mantenerse mirándose el ombligo.
La primera decisión es
clara: se debe llevar a la presidencia de la AN a un parlamentario de Voluntad
popular. Incumplir el acuerdo opositor lesionaría definitivamente la unidad
posible; disminuiría la credibilidad en un liderazgo que no honra sus
compromisos y haría víctima a la oposición de sus propias fantasías narrativas
y del imperio del rumor planificado por otros.
La segunda decisión implica
cerrar el ciclo de ineficacia del pensamiento extremista y abandonar la
política ficción, el engaño de las rebeliones imaginarias y las falsas
expectativas de posiciones puramente simbólicas. Su éxito de superficie
consiste en un discurso basado en emociones básicas y deseos compartidos como
el de salir ya del régimen.
La tercera decisión
requiere, no sólo superar la confusión que crea usar como sinónimos los
términos extremismo y radicalidad, sino confrontar las operaciones extremistas
con acciones políticas radicales: destinadas a reducir las bases de
sustentación del autoritarismo, plantar la política de cambio en su terreno,
incidir con eficacia en la contradicción entre la sociedad real y el poder
confiscado y en los conflictos internos que están apareciendo en el bloque
dominante. No llamar al choque de trenes sin tren.
La cuarta y más urgente es
reconfigurar la estrategia, corregir sus deformaciones y actualizarla a los
cambios en curso. En ella, la Asamblea Nacional pasa a ser la principal
herramienta para alcanzar una solución política que restituya el Estado de Derecho.
Su permanencia hay que protegerla, aunque tenga que desenvolverse bajo la
anulación de sus funciones. Igual que el voto y la lucha por alcanzar derechos
en todos los tableros donde son desconocidos de facto.
La oposición ha oscilado
entre extremismo, radicalidad y omisión. El 5 tiene la oportunidad de concertar
para el primer semestre de 2019 un plan legislativo que permita iniciar la
restitución de los derechos sociales, del mercado y de la democracia. Mostrar
al país y al mundo, desde un desempeño de la presidencia de la AN, que la
oposición es una alternativa responsable y confiable de nuevo poder.
No tiene sentido el griterío
que pide excluir a VP de la unidad, como tampoco resistir la presencia de
Falcón, de los partidos de la Concertación, de Copei o del Movimiento
Progresista. No es asunto de honor sino de conformar una nueva versión unitaria
sobre la base de mayor pluralidad y la aceptación de las diferencias.
Las fuerzas políticas que se
proponen conducir al Estado no pueden avalar delirios como las de autoproclamar
un Presidente y crear una Junta de Gobierno que será aplaudida por una
oposición que la recibirá en el exilio.
El próximo presidente de la
República debe nacer de un entendimiento nacional entre adversarios de hoy. No
por un golpe, una invasión o la brujería evocada por un mantra monotemático
16-12-18
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