Tulio Ramírez 10 de diciembre de 2018
Entre
las muchas anécdotas sobre el General Juan Vicente Gómez, hay una que, aún sin
darle mucho crédito, he escuchado en varias oportunidades. Aunque me he
preocupado por conseguir alguna fuente que la corrobore, siempre me ha
resultado cónsona con el pensamiento de una época en la que en Venezuela era
más prestigioso tener un uniforme y una gorra militar que una tiza y un
borrador.
Cuentan
que en La Mulera, finca propiedad de la familia Gómez ubicada en el estado
Táchira, el joven Juan Vicente tenía un amigo de correrías. El susodicho, de
nombre Hermenegildo Chacón, había crecido con el que en unos años sería
bautizado por la alta alcurnia caraqueña como El Benemérito. Este amigo de la
infancia y futuro compadre lo habría acompañado en sus andanzas por la Cúcuta
colombiana, cada vez que iba en busca de aventuras amorosas a bajo costo o a
negociar café a buen precio.
Los
avatares de la campaña militar que emprendió junto a su compadre, Cipriano
Castro, líder de la llamada Revolución Restauradora, lo alejaron del entrañable
amigo, no sin antes, según cuenta la leyenda, bautizarle un hijo producto de
las aventuras idílicas de Don Hermenegildo con alguna vecina oriunda de la
población de El Recreo, a 3 kilómetros de La Mulera. El nombre de este vástago
nunca lo supe. Cada vez que escuchaba la misma anécdota, la constante siempre
fue la ausencia del nombre de pila del supuesto ahijado del General.
Dicen
los improvisados historiadores de botiquín que Gómez, ya entronizado en el
poder, recibió una carta de su compadre Hermenegildo a quien había dejado de
ver por más de 12 años. Según la memoria de alguno de los tantos a los que les
he oído el cuento, la carta escrita con el lenguaje típico de la gente de las
montañas andinas, decía más o menos así:
“Apreciado
compadre y Presidente de la República, la distancia y los años nos han alejado
físicamente pero no espiritualmente. Espero que busted y su amada Doña Dionisia
se encuentren bien y disfrutando de las cálidas tierras aragüeñas. Le escribo
compadre para decirle que su ahijado se me está convirtiendo en un vago. No
quiere ni estudiar, ni pa´ qué trabajar. Busted sabe que los Chacón somos gente
seria y hacendosa. Le suplico me ayude con el tarajallo ese. Ayer se lo mandé a
Maracay para que le consiga un puesto de policía a ver si se endereza. Si no le
sirve como policía por ser tan flojo, consígale un puesto manque sea de
maestro. Con el muchacho le mando un poco del agua panela que tanto le gusta.
Ojalá el sinvergüenza ese no se lo tome en el camino. Con aprecio, su amigo y
compadre, Hermenegildo”.
Nunca
he podido corroborar la existencia de la epístola y por tanto alguna supuesta
respuesta del General. Se preguntará el lector para qué entonces hago
referencia a un hecho que es posible que nunca haya sucedido. Solo a un
desocupado sin tema para escribir se le pudo haber ocurrido semejante perorata
sin evidencia alguna. Todo eso es cierto, pero es que la anécdota me vino a la
mente después de leer en un periódico regional lo que a continuación expongo.
“UNEFA
graduará de policías y maestros a reos de La Pica”. Con este título se encabeza
una de las páginas centrales de un diario de Maturín con fecha 30 de noviembre
de los corrientes. Sin querer ser discriminatorio ni pretender poner en duda la
probada capacidad regeneratoria de las cárceles venezolanas, me llama la
atención las alternativas educativas que les ofrecen a estos respetables
ciudadanos. Como buen patriota cooperante le haré caso al gobierno y dudaré de
la veracidad de esta noticia por aquello de la Guerra Mediática, que no es otra
cosa que el frente comunicacional de la Guerra Económica que nos tiene Joao y
tantos otros “portugués del abasto” que desde hace 30 años surte de alimentos
al barrio.
De
cualquier manera, sea cierta o no esa noticia, me permitiré comentarla,
parafraseando al ficticio o real compadre del Benemérito. Ante una situación
como esta me imagino al compadre del Benemérito afirmando: “Pues vea busted, si
no sirven pa´policias no importa, gradúeles manque sea de maestros”.
Tulio
Ramírez
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