Por Simón García
La política no sigue la
propiedad conmutativa de la multiplicación. No trata sólo de cantidades sino de
relaciones. El orden de los factores altera el producto. En enero, tras
los escalones del paso a paso, la táctica de preservarse, la cautela para
mantener viva a la AN irrumpió un fulminante puñetazo: el 11, Maduro entró en
usurpación.
Súbitamente, el 23, todos
los factores que inadvertidamente se habían alineado en el patio de la historia
en perfecta formación refutaron el mando de Maduro: Nació un líder que
unía a la oposición y la conectaba con el desesperado descontento de la
población. La Asamblea Nacional se convirtió en centro de dirección
institucional, colegiado y legítimo. Se trazó una ruta, la cual el pueblo
aceptó.
Una espontánea taxonomía
jerarquizó y ordenó la sucesión de condiciones que se fueron juntando para
hacer saltar a la oposición de su repliegue a un desafío viable al régimen
y de la protesta marginal del pueblo a una masiva movilización, recargada de
esperanzas, determinación y convicciones.
Aunque factores y actores,
diversos, frustran que el cuento se reduzca a un X MEN, debe reconocerse el
papel de VP que, sin repetir errores anteriores, asumió el riesgo de quebrantar
las reglas de juego impuestas a una oposición dividida y abatida. Guaidó se
atrevió y del juramento nació otro país.
Trastocada radicalmente la
relación de fuerzas entre factores de cambio y grupos, inicialmente
revolucionarios, ahora devenidos en conservadores, atrincherados en sus
privilegios y colocados fuera de la constitución, hay que preguntarle al
cerebro cual es el cómo. Desde Platón se sabe que la respuesta no viene
del hígado, ni de las emociones o la consistencia de las bolas. El primer
factor es una estrategia política ofensiva, racional y eficaz. Sin ideas
claras y sólidas no hay transición exitosa.
Priva la política sobre la
violencia. La oferta de paz ha de anteceder, siempre y durante todo el curso de
las luchas, a las amenazas de militarizar el conflicto. Para lograr el
cese de la usurpación falta un entendimiento con el bloque dominante de poder o
con sectores de él que actúen para dar su aporte al restablecimiento de la
Constitución. Entendimiento es reconocimiento, no exigencia de rendición o
propósito de exterminio político.
La palanca clave que inició
el desplazmamiento de Maduro de sus funciones de poder, han sido las presiones
y sanciones internacionales. El poder de facto perdió capacidad de
ejercicio fuera de las fronteras y no puede gobernar internamente una crisis
que lo deslegitima, incluso hasta dentro de la base social que pierde motivos
para defenderlo. Ese papel invalorable de los factores internacionales,
exige mantener la autonomía nacional de las decisiones. La transición,
imposible sin el decisivo rol de la comunidad internacional, es
predominantemente un acto nacional, hecho por venezolanos.
Las políticas extremistas,
afincadas en el inmediatismo, en el todo o nada, renuentes al diálogo, hostiles
al voto, dedicadas a excomulgar pensamientos divergentes y a prohibir todo
señalamiento crítico son minimizadas por el estilo claro, firme y sereno que
Guaidó ha inaugurado. Espanta al sectarismo crónico.
Es momento de una gran
alianza de factores plurales para sustituir el autoritarismo por una democracia
de calidad y hegemonías excluyentes por una compartida. Hora de empoderar
a la gente. El orden es el cambio.
17-02-19
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