Juan Guerrero 14 de febrero de 2019
@camilodeasis
Estemos
claros en esto: aunque las fuerzas políticas opositoras y sus líderes tengan
razón en sus estrategias y estén seguros en obtener la victoria a corto plazo,
el poder absoluto no podrá lograrse. Al menos en el mediano plazo. Eso
significará, entre 8 meses a 1 año y medio.
En el
corto plazo se va a compartir ese “elefante rojo” que ya está medianamente
comido. Creo que parte del poder cederá y veremos a Maduro y su pandilla,
abandonar Venezuela. Ello permitirá al presidente encargado, Juan Guaidó y su
equipo, instalarse en el centro “político” del poder: Miraflores.
Pero
queda Fuerte Tiuna, el centro del poder militar donde habrá que desplazar y
expulsar a varios grupos. Uno de ellos liderado por Diosdado Cabello y otro
más, por los cubanos al mando del general carnicero Ramiro Valdés Menéndez. Los
que sobrevivan, liderarán el poder desde las sombras.
Ese es
quizás el mejor desenlace con menor costo en vidas que podamos esperar. Porque
por donde se le vean salidas a este conflicto, hay sangre y sufrimiento por
montones. Algo parecido ocurrió en Chile y otro tanto, en la Argentina. En
ambos países los nuevos líderes debieron coexistir por un tiempo con los
militares.
La
dramática situación por la que atraviesa Venezuela no es nada fácil. Por el
contrario, y como en varios escritos lo hemos mencionado, es un conflicto con
aristas internacionales. La larga mano del narcotráfico, guerrilla
izquierdista, bandas y megabandas del tráfico de armas, oro, petróleo, coltán,
entre otros, hizo de este país una “tierra de nadie” dominado por grupos del
crimen organizado con tentáculos en varios países, como Cuba, Irán, Corea del
Norte, Rusia, México, Siria, y lo que desató esta crisis internacional: la
presencia del terrorismo medioriental, con el Estado Islámico.
Porque
los estados que representan la civilización occidental, con Estados Unidos,
Unión Europea y Australia y los más grandes países latinoamericanos a la
cabeza, no acuden a ayudar al restablecimiento de la democracia en Venezuela
porque “somos gente chévere”.
Responden
a un evidente peligro inminente que representa la invasión en sus países, por
una parte, de millones de hambrientos e inocentes migrantes en sus territorios,
y la clara presencia de bases terroristas del Daesh, Hamas, Hezbolah y del
ELN/FARC, en suelo venezolano y muy cercano a sus países. Porque si bien los
militares cubanos, con su ejército de ocupación, estaban desde hacía casi 20
años, disfrazados de asesores. No representaban mayores problemas para el
Estado norteamericano. Después de todo los cubanos castristas están
acostumbrados a vivir parasitariamente.
Nos
guste o no, la transición durará el tiempo necesario para reagrupar, tanto a
las fuerzas políticas, como a los militares, banqueros y demás grupos
económico-financieros. Porque todo este desplazamiento de fuerzas las estamos
viendo a medias. Mientras unas se desenvuelven a la luz de reflectores, con la
nitidez de las imágenes, otras se mueven en sigilo y entre bastidores.
Lo
cierto, evidente y notorio es la caída del régimen representado en la persona
de Nicolás Maduro. Esto en las decisiones tomadas por las grandes potencias,
tanto militares como industriales y la presión social interna. Porque siendo
sinceros, las decisiones tan contundentes y definitivas en boca de
representantes de países, como Canadá o Inglaterra o Alemania o Brasil, hacen
que la crisis venezolana sea solucionada con la salida del ahora llamado
“usurpador”. Así se le ve, llama y menciona como figura del pasado reciente en
la política venezolana.
Lo
importante ahora es atender lo puntual. Una escandalosa emergencia humanitaria
compleja, que tiene una base poblacional cercana a las 300 mil personas en
peligro de muerte inminente. Un territorio que debe ser protegido de la
presencia de megabandas del crimen organizado, así como neutralizar a los
grupos de colectivos, paramilitares y terroristas que serán el dolor de cabeza
del nuevo gobierno.
Lo
práctico, legítimo y justo será aplicar la Resolución sobre
Responsabilidad de Proteger (RES/60/1)
de las Naciones Unidas, con fecha septiembre de 2005, donde se indica que todo
estado firmante de ese acuerdo, tiene derecho a intervenir en otro estado
cuando su población esté en riesgo de muerte por genocidio, violación flagrante
de derechos humanos o crímenes de lesa humanidad. Parte de estos puntos han
sido denunciados y comprobados en el caso de Venezuela y su régimen violador de
derechos humanos. Además, el artículo 187.11 constitucional venezolano es claro
y admite el uso de fuerza militar multinacional para proteger a su población en
riesgo de muerte.
La
crisis venezolana a mediano y largo plazo resulta un reto descomunal, y, por
paradójico que parezca, de fortaleza para los nuevos liderazgos y la población
en general. Es que prácticamente todo habrá que reconstruirlo.
Reinstitucionalizar el Estado. Eso ya es un logro para una población, que, aun
y con su sufrimiento y dolor a cuestas, tiene en su haber una formidable
herencia de esfuerzo, tenacidad y solidaridad. Gente que aprendió a sonreír
frente a la adversidad. Además de tener lo principal; una población
profesionalmente calificada y experimentada, y un territorio con riquezas
estratégicas certificadas y en abundancia.
Será
difícil, muy difícil esta nueva ruta de vida. Pero es el único camino que podrá
llevarnos a nuestro destino, como pueblo y nación: la civilidad como práctica
de la libertad en una sociedad de justicia y plenamente democrática.
Juan
Guerrero
@camilodeasis
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico