Por Fernando Pereira
El escenario
de emergencia humanitaria compleja que vive el país es reconocido
nacional (salvo por los altos jerarcas del gobierno) e internacionalmente. El
debate sobre la ayuda humanitaria copa los escenarios de debate político,
de técnicos y profesionales, medios de comunicación, redes sociales,
camioneticas e incluso en la panadería donde me acabo de tomar un café.
Existe un estado de
necesidad tan grande, que todos hablan de la comida y las medicinas que
deben llegar, las formas de presentación, cómo deberían entrar y ser
distribuidas, las prioridades de atención. Es evidente que la desnutrición
creciente y las enfermedades galopantes requieren todo el apoyo
internacional en virtud de los desequilibrios generados y el
desabastecimiento nacional.
Nuestra preocupación estriba
en la educación que agoniza sin que se le presten ni siquiera
cuidados paliativos. Ana Carolina Griffin realizó una investigación para Cecodap donde recoge
la realidad de escuelas públicas y subsidiadas ubicadas en sectores populares:
“La escasez de comida y transporte está haciendo más difícil la asistencia al
colegio. Algunos niños, niñas y adolescentes se quedan en el camino por falta
de “energía“ para subir la cuesta que significa, meriendas, transporte,
uniformes y útiles. Otros continúan su formación escolar más allá de las
fronteras venezolanas. La crisis humanitaria se matricula en la escuela, aunque
el Gobierno intente ocultarlo”.
El Ministro de
Educación Aristóbulo Istúriz, anunció la cifra de la matrícula escolar
para el año 2018-2019 en 7.664.869, señalando que había tenido un leve ascenso
respecto al año anterior (declaraciones que se deben ubicar en el campo de la
fe pues las estadísticas ofíciales no se publican desde el año 2015); pero, las
cifras que ha procesado el investigador Luis Bravo de la UCV dicen que a pesar
de que este año, la matrícula hubiese aumentado un poco con relación al anterior
tenemos un comportamiento hacia la baja. Hay 213.709 alumnos menos que en
el año 2013 que fue el año de mayor matrícula educativa en la historia
venezolana. ¿Qué pasó con esos muchachos, dónde están?
Están fuera de la escuela,
están sobreviviendo en las calles, en circuitos de la violencia o forman parte
del contingente de al menos 2 millones de venezolanos que ha migrado a otros
países en los últimos dos años.
En el mes agosto, Noelbys
Aguilar, Directora del Programa Nacional de Escuela de Fe y Alegría que agrupa
a 176 escuelas a nivel nacional reportaba 40% de inasistencia para el
año recién concluido y semanas más tarde reportaba que menos del 50% de los
alumnos inscritos en 2017 se inscribieron en 2018. Aguilar señaló que era algo
nunca visto desde que la institución fue creada.
La privada no escapa
“En su más reciente
rendición de cuentas al país, el pasado 14 de enero, el Gobernante Nicolás
Maduro dijo “aquí no se ha cerrado ni una sola escuela” es posible que eso sea
cierto en lo que respecta a las escuelas públicas, pero las asociaciones
que agrupan al sector educativo privado Andiep y Cavep, denunciaron el cierre
de al menos unas 450 en los últimos dos años, lo que representa casi 10%
de las 5 mil escuelas privadas que hay en todo el país” destaca Griffin.
Hay quienes piensan que los
colegios privados están ubicados en zonas privilegiadas para atender a los
sectores más favorecidos; desconociendo que hay instituciones privadas incluso
en sectores populares y en zonas donde suplen la no presencia del estado.
La migración de docentes a
otros países y a la informalización para tratar de sobrevivir representa una de
las principales falencias que se deben enfrentar.
Esfuerzo titánico de las
familias
El escenario desolador (o el
Empinado camino a la educación como lo denominó Griffin) solo ha podido
sortearse con el concurso de familias que hacen lo impensable para que sus
hijos continúen estudiando en los distintos sectores sociales.
Evidente que no se puede
sobrevivir sin comida, agua, medicinas; pero también lo es que no podemos
sobrevivir sin educación. No podemos seguir pensando que esta es una tarea
para después. O que cada familia siga viendo hasta dónde puede aguantar. Desde
ya hay que entender que se debe considerar como una prioridad la atención a la
educación dentro del contexto de la emergencia humanitaria compleja.
14-02-19
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