MOISÉS NAÍM 24 MAY 2014
@moisesnaim
En muchos países se debe
a que hay demasiados ladrones en el Gobierno
De quién es la culpa de que la
desigualdad económica haya aumentado tanto en los últimos tiempos? De los
banqueros, es la respuesta obvia para muchos. Según esta visión, el sector
financiero es el principal responsable de la crisis económica mundial que
comenzó en 2008 y cuyas consecuencias aún las sufren millones de desempleados y
la clase media que se ha empobrecido, especialmente en Europa y EEUU. Quienes
piensan así también enfatizan que los banqueros y especuladores financieros que
causaron la crisis no han pagado costo alguno y, por el contrario, muchos de
ellos son ahora más ricos. Para otros, el aumento de la desigualdad tiene que
ver con los misérrimos sueldos de los trabajadores en países como China e India,
cuyos salarios empujan hacia abajo los ingresos de los trabajadores del resto
del mundo y generan desempleo, ya que las empresas “exportan” puestos de
trabajo de Occidente a Oriente. No; la tecnología es la principal fuente de
desigualdad, dicen otros. Son los robots, las computadoras, Internet y, en
general, todas las máquinas que reemplazan a los trabajadores las que causan
desempleo y desigualdad.
Es más complicado y profundo que todo
esto, argumenta Thomas Piketty, el economista francés cuyo enjundioso libro El
capital en el siglo XXI se ha convertido en un sorprendente éxito
mundial. Según Piketty, el capital (que él iguala a riqueza y esta, a su vez, a
propiedades inmobiliarias, activos financieros, etcétera) suele aumentar a
mayor velocidad que el tamaño de la economía. Los ingresos producidos por el
capital (los alquileres de las propiedades, o los rendimientos de las
inversiones, por ejemplo) se concentran en un grupo más reducido de personas
que los ingresos fruto del trabajo, que están dispersos entre toda la
población. Por eso, cuando los ingresos del capital aumentan más rápidamente
que los del trabajo, se produce un aumento de la desigualdad, ya que los dueños
del capital acumulan una mayor proporción de la renta. Y en vista de que el
crecimiento de los ingresos generados por el trabajo depende mucho del
crecimiento de la economía como un todo, si esta no crece al menos al mismo
ritmo que las ganancias del capital se agudiza la desigualdad económica.
Piketty resume esta complicada explicación así: cuando r>g , la desigualdad
aumenta; r es la tasa de remuneración del capital y g la
tasa de crecimiento de la economía. Según él, a largo plazo la economía crecerá
a un promedio de entre el 1% al 1,5%% cada año, y el promedio del retorno al
capital aumentará a una tasa de 4% a 5% anual, por lo que la desigualdad está
destinada a aumentar. Para evitarlo, Piketty recomienda un impuesto global y
progresivo a la riqueza, idea que él mismo reconoce como algo utópica, ya que
confrontaría enormes obstáculos políticos y grandes dificultades prácticas.
El análisis y las propuestas de
Piketty están siendo ampliamente debatidos y, este debate acaba de amplificarse
debido a que e lFinancial Times ha cuestionado los datos en que se
basa el libro. Pero tal como lo escribí en mi anterior columna, el inusitado
interés por las ideas de Piketty se debe en gran medida a que la desigualdad se
ha convertido en una gran preocupación en EEUU. Y este país tiene una capacidad
única para contagiar sus angustias al resto del mundo. Así, naciones donde la
desigualdad ha sido una plaga crónica, sin que eso despertara grandes debates,
ahora se han contagiado del fenómeno Piketty, cosa que es una buena noticia. Es
importante que en estos países desaparezca la complacencia con las profundas
desigualdades que los aquejan. Pero es igualmente importante tener el
diagnóstico claro. En Rusia, Nigeria, Brasil o China la desigualdad económica
no se debe principalmente a que r>g. Se debe a que hay demasiados ladrones
en el Gobierno y el sector privado que pueden robar con gran impunidad.
Parafraseando a Piketty, en las sociedades donde c>h la desigualdad seguirá
aumentando: c es el número de funcionarios públicos, líderes
políticos y empresarios corruptos dispuestos a violar las leyes para
enriquecerse y h es el número de funcionarios y políticos
honrados. La desigualdad florece en sociedades donde no hay sistemas de
incentivos, reglas e instituciones que hacen que la corrupción no dependa
solamente de tener gente honesta en el Gobierno, sino que también cuentan con
maneras de hacer que el robo del dinero público o la venta de decisiones del
Gobierno al mejor postor sean conductas que se detectan y castigan.
Piketty basa su análisis en datos de
cerca de 20 países, la mayoría de los cuales tienen elevados ingresos y gozan
de los menores niveles de corrupción, de acuerdo con la lista de 177 naciones
que recopila Transparencia Internacional. Tristemente la mayoría de la
humanidad vive en países donde lo normal es que c>h. Y ahí la falta de
honestidad de los gobernantes y sus aliados es una importante fuente de
desigualdad económica.
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