RAFAEL LUCIANI sábado 17 de mayo de 2014
Doctor en Teología
rlteologiahoy@gmail.com
@rafluciani
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El 9 de noviembre de 1923 Hitler
participó en un fallido intento de golpe de Estado, liderando el proyecto
nacionalsocialista alemán. Tras su derrota fue encarcelado, pero luego liberado
con un indulto en diciembre de 1924. Convirtió la fecha del golpe en un
acontecimiento casi mítico que penetró el imaginario de tantas personas que
buscaban un cambio sociopolítico. En 1935 asumió el poder del Gobierno por vía
electoral y solía decir: «la sangre que ellos derramaron se ha convertido en
agua bautismal del Reich». Muchos fueron los que acompañaron el proceso que
llevó a Adolf Hitler al poder bajo el lema de «un solo pueblo, un solo Reich y
una sola fe».
Este nuevo período de la historia alemana se denominó Tercer Reich (Tercer Reino) y se inspiró en el libro de Hitler intitulado Mein Kampf, donde explicaba cómo lograr la centralidad de los distintos poderes en el Führer, el odio a ciertos grupos socioculturales y políticos, y el patriotismo como base de un proyecto expansionista. El Estado debía ser un ente totalitario de control. Para lograrlo se persiguieron a estudiantes e intelectuales críticos, se promovió el uso abusivo de asambleas de masas, y se expropiaron los bienes de judíos y opositores.
Muchos se plegaron sin juzgar los medios que implementaba Hitler para lograr su meta. Es así como en 1933 se fundó la agrupación de cristianos evangélicos denominada «cristianos alemanes» (Die Deutsche Christen), en la que participaron muchos creyentes que se contentaban con creer los supuestos fines de mejora social que auspiciaba el régimen.
Sin embargo, el teólogo Bonhoeffer, de la «Iglesia confesante» (Die bekennende Kirche), criticó el estado de pseudolegalidad que construyó el régimen nazi aprovechando el control mayoritario del Parlamento. Solía predicar: «la decisión está a las puertas: nacionalsocialista o cristiano». En 1938 le prohibieron vivir en Berlín, en 1940 hablar en público y en 1941 publicar sus escritos, hasta que en 1943 fue encarcelado. Murió asesinado en su celda en 1945.
También surgió la voz crítica del teólogo Karl Barth. Escribió en la RevistaTheologische Existenz heute sobre la idolatría que el régimen promovía en torno a Hitler. En 1934 fue suspendido de la enseñanza universitaria al negarse a firmar un documento por el que debía rendir lealtad absoluta al Führer. Esto trajo como consecuencia su inmediata expulsión de su país.
Ellos pudieron haberse dejado seducir por el éxito de Hitler en materia socioeconómica durante sus primeros años, o por la sensibilidad en sus discursos hacia los más pobres. Sin embargo, pensaron primero en las consecuencias que generarían sus políticas. Fueron honestos y nunca cedieron su libertad. Entendían que cualquier medio y práctica sociopolítica o religiosa no era aceptable, aun cuando el fin fuese noble, si no tenía como centro al sujeto y el respeto a los derechos humanos de «todos», sin excepción ni exclusión.
Tomado de: http://www.eluniversal.com/opinion/140517/recordando-a-hitler
Este nuevo período de la historia alemana se denominó Tercer Reich (Tercer Reino) y se inspiró en el libro de Hitler intitulado Mein Kampf, donde explicaba cómo lograr la centralidad de los distintos poderes en el Führer, el odio a ciertos grupos socioculturales y políticos, y el patriotismo como base de un proyecto expansionista. El Estado debía ser un ente totalitario de control. Para lograrlo se persiguieron a estudiantes e intelectuales críticos, se promovió el uso abusivo de asambleas de masas, y se expropiaron los bienes de judíos y opositores.
Muchos se plegaron sin juzgar los medios que implementaba Hitler para lograr su meta. Es así como en 1933 se fundó la agrupación de cristianos evangélicos denominada «cristianos alemanes» (Die Deutsche Christen), en la que participaron muchos creyentes que se contentaban con creer los supuestos fines de mejora social que auspiciaba el régimen.
Sin embargo, el teólogo Bonhoeffer, de la «Iglesia confesante» (Die bekennende Kirche), criticó el estado de pseudolegalidad que construyó el régimen nazi aprovechando el control mayoritario del Parlamento. Solía predicar: «la decisión está a las puertas: nacionalsocialista o cristiano». En 1938 le prohibieron vivir en Berlín, en 1940 hablar en público y en 1941 publicar sus escritos, hasta que en 1943 fue encarcelado. Murió asesinado en su celda en 1945.
También surgió la voz crítica del teólogo Karl Barth. Escribió en la RevistaTheologische Existenz heute sobre la idolatría que el régimen promovía en torno a Hitler. En 1934 fue suspendido de la enseñanza universitaria al negarse a firmar un documento por el que debía rendir lealtad absoluta al Führer. Esto trajo como consecuencia su inmediata expulsión de su país.
Ellos pudieron haberse dejado seducir por el éxito de Hitler en materia socioeconómica durante sus primeros años, o por la sensibilidad en sus discursos hacia los más pobres. Sin embargo, pensaron primero en las consecuencias que generarían sus políticas. Fueron honestos y nunca cedieron su libertad. Entendían que cualquier medio y práctica sociopolítica o religiosa no era aceptable, aun cuando el fin fuese noble, si no tenía como centro al sujeto y el respeto a los derechos humanos de «todos», sin excepción ni exclusión.
Tomado de: http://www.eluniversal.com/opinion/140517/recordando-a-hitler
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