Boris Muñoz 18 de mayo de 2014
Entrevista a
Henrique Capriles
EL LÍDER CAVILOSO. La crisis política
que estalló en Venezuela el 12 de febrero ha dejado a esta fecha más que 43
muertos, centenares de heridos, miles de detenidos, entre ellos algunos líderes
opositores de primera fila, grupos de ciudadanos alzados contra un gobierno
cuyo carácter democrático y pluralista está siendo profundamente cuestionado y
varias ciudades sumidas en el caos. También causó un cisma en el liderazgo
opositor que hoy amenaza con dividir irreparablemente a quienes adversan el
modelo de gobierno.
Henrique Capriles Radonski, gobernador
del estado Miranda, quien optó por no sumarse al llamado conocido como “La
Salida” formulado por un sector de la oposición, ha sido uno de los
protagonistas más controversiales de la hora.
Agriamente acusado de colaboracionista
y cómplice de la represión por sectores que apoyan “La Salida”, Capriles ha
sido puesto en medio: entre quienes protestan y un gobierno que no ha mostrado
en ningún momento la voluntad de aceptarlo como un interlocutor político
válido, aun cuando Capriles ha sido el líder que más lejos ha llevado a la
oposición. No ha habido otro líder opositor más peligroso para la hegemonía
chavista. Tanto frente a Hugo Chávez como a Nicolás Maduro, su madera de
presidenciable quedó demostrada, aunque su liderazgo no funcionó según lo
esperado cuando trató de utilizarlo como el portaviones de otras candidaturas
en las elecciones de gobernadores de 2012 y las de alcaldes de 2013.
Las críticas a Capriles han afectado
su popularidad. Algunos analistas han puesto en entredicho su preeminencia como
figura principal de la oposición. En su descargo, para hacer honor a la verdad,
hay que recordar que en diversas ocasiones sostuvo que no acompañaba la
propuesta de movilización dirigida por Leopoldo López, María Corina Machado y
Antonio Ledezma para capitalizar los factores descontentos de la sociedad
venezolana sobre la ola de una protesta iniciada por los estudiantes
universitarios.
Tres meses después iniciadas las
protestas hay un estado de confusión general. Aunque el gobierno se empeñe en
mostrar unidad y fortaleza, el país ha cambiado sustancialmente. El uso
sistemático de la represión para apagar las protestas no ha pasado
desapercibido y el mar de fondo que generó las protestas —inseguridad,
inflación, desabastecimiento, corrupción, ineficiencia, desgobierno y anomia
social— no sólo sigue ahí, sino que ha empeorado, ampliando la insatisfacción
hasta llegar a las capas más populares de la sociedad.
Capriles sabe que esa insatisfacción
es su mejor aliada para retomar el liderazgo de la oposición y tratar encauzar
el descontento hacia la construcción de un cambio.
El preámbulo de esta conversación se
desarrolló durante una visita a la población de Las Lomas, en los Valles del
Tuy, un paraje donde se llega por carretera de tierra y cuyos pobladores
padecen una versión agravada de los problemas que aquejan a la población en
general. Todavía no gozan de agua corriente, sufren permanentes cortes de
electricidad y no tienen transporte público porque ni siquiera hay una
carretera pavimentada. La alegría mayor de los pobladores de Las Lomas el
martes 13 de mayo, cuando unas 150 personas se reunieron en el gabinete
parroquial, era que por primera vez en más de setenta años los visitaba una
autoridad regional, a pesar de sus numerosas súplicas y los fajos de peticiones
al gobierno central a través del consejo comunal.
Junto a banda de retreta que animaba
la mañana con sonidos de antaño, Neilha Rivas, chavista confesa y miembro del
PSUV, y Nelly Falcón de Primero Justicia, explicaron que habían decidido unirse
en una acción común con otras doce mujeres de cinco consejos comunales para
formar el Movimiento de Mujeres por la
Paz y la Vida. Su objetivo es atender problemas que les son comunes, más allá
de las banderas partidistas.
“Las necesidades de Nelly son las
mismas mías. Cuando a mí me falta el agua a ella también. Cuando se nos va la
luz, las dos nos quedamos a oscuras. Cuando las bandas nos matan a un muchacho,
todas lo sufrimos”, dice Neilha, una morena de baja estatura y verbo enérgico
que siempre anda con una sonrisota. Nelly es más contenida y pone el acento en
problemas de principios. “Hemos superado muchos obstáculos para actuar juntas.
Somos seres humanos y cada quien tiene sus creencias, pero no estoy de acuerdo
con el maltrato psicológico y moral que utiliza el gobierno”.
Cuando llegó el gobernador Capriles
Radonski, Neilha fue la vocera principal y dijo ser socialista y revolucionaria
cien por ciento, pero también le dio la bendición a Capriles por ser el único
que ha llegado hasta ellos. “Hoy volvió a nacer Las Lomas”, afirmó con su
vozarrón elocuente. La siguió en el derecho de palabra, Beatriz, también
chavista, y otras personas que plantearon sus carencias y solicitudes de muchos
tipos.
Después de las intervenciones,
Capriles los encomió por el trabajo en equipo y les pidió que se educaran para
protegerse de la pobreza. Concluyó con una arenga sobre el cambio, pidiéndoles
que aceptaran el cambio sin gríngolas ni prejuicios y les dijo que lo único a
lo que había que temerle era a que la situación siguiera como iba, porque
provocaría un “reventón social”. Antes de despedirse, les prometió volver para
comprobar que los compromisos acordados se hubiesen cumplido.
Ése fue el preámbulo de un diálogo que
se inició en la calurosa sala de una humilde casa de Las Lomas, bajo la sombra
protectora de árboles de mango y continuó al día siguiente en su oficina.
Gobernador Capriles Radonski, para
empezar a desarrollar el tema de la crisis que vive Venezuela, primero quiero
preguntarle su visión sobre lo que está pasando en tres campos diferentes pero
interconectados: lo económico, lo social y lo político. Empecemos por lo
económico…
Creo que este modelo es inviable
porque el ingreso petrolero es insuficiente para sostenerlo. Estamos viendo el
resultado de la destrucción de la economía nacional. El gobierno habla del
rentismo, pero hoy somos más rentistas que nunca en nuestra historia. Se acabó
la capacidad de generar divisas, salvo por el petróleo, porque las
exportaciones prácticamente desaparecieron. El crédito a la nación también está
afectado. Muy pocos nos quieren prestar o quienes nos prestan lo hacen a una
tasa de interés de las más altas del mundo, debido al riesgo país. El país
depende de las importaciones y no hay dólares para cubrirlas porque, además,
hay deudas que se han ido acumulando y el gobierno se gastó 60 mil millones de
dólares para ganar las elecciones en 2012. Sólo en la campaña de Chávez se
fueron 12 mil millones de dólares. Eso dejó un hueco fiscal gigantesco. Hoy en
día nadie sabe con exactitud cuánto es la producción petrolera. Se prometió
aumentar la producción petrolera pero nunca cumplieron. Para ponerlo en
criollo: se acabaron los reales, aunque no los bolívares, porque los siguen
imprimiendo sin respaldo para darle a la gente la sensación de que tiene
dinero. Pero no hay nada que comprar con los bolívares.
¿Qué se desprende de ese contexto?
Creo que esto, necesariamente, tiene
que cambiar. No soy de los que juega al caos. El caos puede ser peor aun que la
situación que estamos viviendo. Hay que seguir desgastando la base de apoyo del
gobierno. Pero eso no es algo que se da solo. Hay que venir al barrio, hay que
organizarse, hay que mover a la gente. Hay que reflexionar. El sector de
nuestro pueblo que menos información tiene es el que requiere más información.
Y esa información no la va a obtener a través de los medios que tiene a su
alcance, porque los medios están controlados por el gobierno. El gobierno
miente descaradamente y ya sabemos que una mentira repetida mil veces, según la
tesis de Goebbels, jefe de la propaganda política nazi, la gente termina
tomándola como una verdad. Hay que seguir desgastando la base de apoyo para que
la presión social obligue a generar los cambios que tienen que darse.
Antes de continuar y para cerrar este
punto, ¿usted entonces cree que la economía dentro del marco del socialismo,
entendido como Socialismo del Siglo XXI, no funciona? Aclare su punto.
Es que este no es un modelo
socialista. Primero, no creo que el socialismo ni el capitalismo sean
perfectos. El socialismo moderno que aplican otros países, pongamos el ejemplo
de Ecuador, donde el presidente Rafael Correa dice ser de izquierda y compartir
la tesis del Socialismo del siglo XXI, como creo que en algún momento llegó a
decir. El modelo que se aplica en Ecuador nada tiene que ver con el socialismo
que quieren desarrollar en Venezuela. En Ecuador se defiende la inversión
privada y se promueve el esfuerzo privado. Recuerdo unas palabras del canciller
Patiño diciendo que en Ecuador no hay expropiaciones, sino que el Estado
trabaja en alianza con el sector privado, algo que es muy importante para
generar empleos y progreso en ese país. Y ahí están los resultados: inflación
de un dígito en un país con franco crecimiento económico y avances sociales, a
pesar de que su discurso político responda a otro matiz. Lo que tenemos en
Venezuela no es para mí un socialismo moderno, sino un Castro-Comunismo muy
corrupto, con algunas cosas que parecen tomadas del modelo ruso basado en un
agresivo Capitalismo de Estado, con un Estado muy fuerte que quiere controlar
los medios de producción y un sector privado recostado del gobierno. Algunos de
esos rasgos se repiten en Venezuela. Esto no es un socialismo: esto es un
monstruo… un monstruo que tiene varias cabezas, todas caracterizadas por una
gigantesca corrupción que se come los recursos de los venezolanos.
¿Y la dimensión de lo social?
El modelo económico está haciendo
mermar toda la oferta de programas sociales. Como gobernante de Miranda sé por
qué lo digo. ¿Por qué estoy hoy en Las Lomas entregando materiales de
construcción? Porque si la señora que es dueña de esta casa donde nos
encontramos no tiene trabajo, es imposible que mejore sus condiciones de vida.
En este caso, actúo como un padre de familia. Ésa es mi visión del Estado.
Cuando hay un hijo que está débil, yo como Estado tengo que abrazarlo,
arroparlo y generarle las condiciones para que se supere.
¿Es ésa ahora mismo su visión?
Ésa es mi visión política y la aplico
en Miranda. Si ella tuviera un empleo, siendo dueña de esta vivienda, ella no
dependería del programa social de la gobernación. Siempre debe haber programas
sociales. Mucho más en un país con 70% de pobreza. La idea no es abarcar todo
el tiempo ese porcentaje, sino que se vaya reduciendo incrementalmente, a 50,
30, 20%, hasta que desaparezca la necesidad. Mientras eso no ocurra, el Estado
debe mantener sus programas sociales.
Otro aspecto de lo social es la
protesta. Una protesta que no se limita a la oleada que arrancó en febrero,
sino también una fuerte protesta reivindicativa que es un fenómeno amplio que
abarca a la sociedad en su conjunto, si bien no se protesta en todas las
esquinas del país, pero que se expresa en un sentimiento de descontento
general.
Casualmente, mientras venía para acá,
coloqué un tuit sobre ese tema. Mientras me traslado para estos recorridos,
aprovecho para tuitear. Es el momento en el que puedo. Anoche reflexionaba
sobre dos temas claves en este momento. Lo primero es que hay que unificar a
todo el que quiera un cambio. Hay también que hacer un esfuerzo de
reunificación de la oposición. Hay que sincerarse: tenemos una fractura. Eso
crea la necesidad de reunificarse. No sé cómo lo vamos a hacer, pero hay que
hacerlo. Lo segundo es el contenido de nuestra agenda. La reunificación debe
tener un propósito: alcanzar el cambio. ¿Y cómo se alcanza el cambio? Creo que
hay que conectarse con los problemas de la gente. La protesta en Altamira no es
excluyente con la protesta de El Tuy. ¿Qué puede hacer que la protesta tenga
más resonancia, trascienda y sume? El contenido. Su mensaje. No es protestar
por protestar ni protestar sólo para que caiga el gobierno. Eso para mí es
insuficiente. El punto es que hay un 80% de descontento en el país, pero eso no
significa que ese gran número de gente esté apoyando a la oposición ni que esté
apoyando a lo que está fuera del gobierno. ¿Cuál es el reto? Convertir a ese
80% en fuerza política. Es decir: una fuerza que a la hora de medirse se
imponga. Ése es el reto que hay en este momento. La gente que está aquí, en el
sector Las Lomas del municipio Santa Bárbara de los Valles del Tuy, hay que
venir a verla, porque no van a ir hasta Altamira. ¿Cuál es el trabajo de los
políticos y los partidos políticos? Venir hasta acá. Quien se dedica a la
política no puede excusarse diciendo que no tiene tiempo, porque su trabajo es
ir a las comunidades. Mucho más en un momento en el que no hay medios. Ya la
política basada en los medios terminó. No existe. La política vuelve al cara
cara, a la asamblea parroquial y popular. ¿Que sólo fueron 15, 20, 30 personas
en una reunión en un barrio? Bueno, ve sumándolas todos los días y así vas.
¿Y qué está pasando en lo político?
Quiero decir: ¿qué ha traído esta crisis? ¿Para qué le ha servido a la
oposición y cómo ha perjudicado al gobierno o cómo se ha beneficiado el
gobierno de ella?
Primero, decir que con esta ola de
protesta se le ha tumbado la careta al gobierno para mí no tiene mayor sentido.
Cuidado y si más bien se le ha dado al gobierno la excusa que estaba buscando
para tapar la inflación del 5,7% en abril. Las noticias del gobierno son
“conspiración”, “la derrota de la guarimba”, pero ése 5,7% de inflación no ha
sido publicado porque el gobierno no quiere que se hable de eso. Ahí es donde
yo digo que hay que hacer un esfuerzo por reunificar, pero también hay que
entender que ni tú eres dueño de la verdad ni yo soy dueño de la verdad. Puedes
tener razón en que hay que expresarse, en que hay que articular el descontento.
Sí, tienes razón en eso, pero óyeme también un poquito a mí en cuanto a la base
sobre la que hay que articularlo. No quiero sonar poco modesto, pero debo decir
que no todos conocemos el país y sus realidades de la misma manera.
Al hablarle a una segunda persona, ¿a
quién se refiere?
Digo, ni yo soy dueño de la verdad ni
nadie es dueño de la verdad. Puedo oír lo que tienes que oír y plantear. No
pierdas tiempo descalificándome a mí, porque yo no pierdo tiempo
descalificándote a ti. Ambos podemos tener razón en algo. Pero lo crítico de
este momento hace urgente una reunificación, porque tú me necesitas a mí y yo te
necesito a ti. De lo contrario, le estarás dando todos los días argumentos al
gobierno para provocar problemas donde no los hay. Eso es evidente. Por
ejemplo, lo que sucedió con los campamentos. Ya es obvia la película que montó
el gobierno. Por eso creo que hay que moverse hacia otra cosa. Si hay un
descontento y tú consideras –pues yo no estaba en “La Salida”– que despertar a
la gente ha sido tu logro, entonces convierte ese despertar en una acción que
sume. Esa suma no se va a dar solamente con el llamado que tú hiciste, porque
creyendo eso puedes incurrir en el grave error de creer que tú y tu entorno son
la alternativa que quiere el país. Y no necesariamente es así. Uno mismo y su
entorno no necesariamente coinciden con la mayoría del país. Y es ahí donde yo
digo que la mayoría está aquí. Dos de las cinco personas que hablaron eran
mujeres que están con revolución. Eso era impensable hace un tiempo atrás. ¿Por
qué sucede ahora? Porque hay un reconocimiento de que las cosas no van bien,
porque ha surgido la búsqueda de algo mejor, a partir del surgimiento de la
conciencia de que la división no lleva a ninguna parte. Bueno, ¡aprovechemos!
Sólo para aclarar: cuando dice que las
mayorías están aquí, ¿se refiere a los sectores populares?
Sí, a un país que es mayoritariamente
popular. Pero lo popular no excluye a la clase media en modo alguno. La idea es
ampliar la clase media. Lo que se busca es un país donde la mayoría pueda ser
de clase media.
Otra aclaración, para no dejar dudas:
ese “tú” al que le viene hablando, ¿a quién se refiere? ¿Al gobierno? ¿A
quiénes han apoyado “La Salida”?
Me refiero a quien cree en “La
Salida”, a quien cree en la MUD y también a los que no creen en ella. Por eso
insisto que en mi opinión urgen dos cosas. Primero, reunificar a toda la
oposición. Segundo, hacerlo sobre la base de una agenda que en mi opinión no es
solo política, sino también económica y social. A esa agenda hay que sumarle el
tema de la inseguridad. A la mayoría de los venezolanos lo que más le preocupa
en este momento es la escasez, que no les alcanza el dinero. Y además, por
supuesto, la violencia. Si tu mensaje no incluye estos temas y se dedica
exclusivamente a un enfoque político basado en la libertad y la democracia,
conceptos que para muchas personas son muy distantes, entonces esa
insatisfacción del 80%, no la estás traduciendo en términos de las necesidades
de la mayoría.
LA FRUSTRACIÓN. En la calle hay una
gran frustración con la oposición. Cuando se habla con quienes se oponen al
gobierno en diversos sectores de la sociedad se quejan por una falta de
conducción. Dicen sentir que no hay claridad en los objetivos ni objetivos del
todo compartidos por los diferentes grupos opositores, algo que usted reconoció
al decir que hay una fractura. ¿Cuál cree usted que son los objetivos
principales de los venezolanos que adversan al gobierno y quieren un cambio de
rumbo? ¿Cuáles son las estrategias para lograr ese cambio?
Hay una abrumadora mayoría de la gente
que hoy está descontenta con el gobierno. La cifra oscila entre 70 y 80%,
dependiendo de la encuesta. Esa gente considera que la situación del país es
negativa y tampoco tiene perspectivas, pues hay una desesperanza ampliamente
arraigada que resulta muy preocupante y está encarnada en venezolanos pasivos o
resignados al “esto es lo que hay”. Sin embargo, ese altísimo porcentaje no
necesariamente está con la oposición y ni siquiera con aquello que se puede ver
como una alternativa al gobierno. Están en una búsqueda que trasciende a la
oposición. Es por eso que yo en algún momento les dije: “Yo no soy la
oposición: yo soy la solución”. ¿Cuál es el reto? Transformar el descontento en
una fuerza social, policlasista, multicultural, multirracial, políticamente
plural que permita impulsar los cambios políticos que tienen que darse. Por
supuesto que el objetivo final es un cambio político que implica el cambio del
gobierno y del modelo.
¿Entonces qué hay que hacer?
Seguir desgastando y reduciendo la
base de apoyo del gobierno. Creo que hay que cuidar mucho la protesta porque el
gobierno, que también juega, hará todo lo que pueda para desvirtuar la protesta
infiltrándola y provocando a los manifestantes. Basta con ver lo que hizo el
gobierno al levantar los campamentos, que no es otra cosa que continuar con una
confrontación que, además, está ubicada en sitios de clase media de Caracas.
Hay que preguntarse si el gobierno atacaría de la misma forma una protesta en
una zona popular de otros lugares del país, preguntarse si ahí también se va a
llevar a la gente presa. Por eso, yo creo más en la eficacia de las
microprotestas, por llamarlas de algún modo. Es decir: mil protestas
reivindicativas desplegadas por todo el país reclamando contra la escasez de
gas, de medicinas o el mal estado de los centros de salud y los hospitales que
no funcionan. Ese tipo de protestas puede generar una agitación para ir sumando
presión social hacia el gobierno. Eso no significa que la protesta
reivindicativa tenga que, forzosamente, chocar con la protesta política que ha
venido desarrollándose desde febrero. No, por supuesto. Pero tienen que buscar
la forma de encontrarse, porque si la política oficial rechaza la protesta
reivindicativa, entonces se le puede decir al gobierno: “No, hermano, aquí se
está protestando porque no hay comida”. En resumen hay que presentar una
propuesta que ya tenemos, pero que hay que recordarla, divulgarla y decirla
porque no tenemos medios de comunicación. Eso permitirá alcanzar el objetivo.
Percibo que la protesta de los jóvenes
—pues no son nada más estudiantes quienes están en la calle— no es sólo por
objetivos inmediatos como la escasez, la inseguridad y la inflación, factores
que a ellos también los afectan, sino por algo más abstracto: una perspectiva
de futuro, pues este presente no les ofrece nada más. ¿Cuál sería tu mensaje a
esos jóvenes?
Los jóvenes también tienen que
entender, y esto lo he conversado con varios grupos de estudiantes, que la
juventud es grande, diversa, con distintas aspiraciones y visiones. En otras
palabras, quien estudia en la Universidad Monte Ávila tiene una circunstancia
distinta al de la UNEFA, pero no tienen que chocar entre ellos. Al final, son
jóvenes los dos y tienen aspiraciones comunes de un futuro mejor. Ahí hay que
hacer un trabajo, porque yo siento que desde el poder se fomenta la división.
Tampoco veo con buenos ojos que los jóvenes, entre ellos mismos, también alimenten
la división. De seguir así, este país estaría condenado a un futuro de
divisiones. Y eso no sólo me preocupa, sino que me golpea. Creo que hay que
trabajar, hacer un esfuerzo para romper con eso. La polarización tiene que ser
jóvenes frente al gobierno, pero no jóvenes oficialistas contra jóvenes
opositores. Eso es un error
Entiendo que en vez de provocar una
protesta masiva usted prefiere una estrategia de acumulación para atraer a
sectores de venezolanos descontentos hacia la oposición.
Eso es de vida o muerte. Honestamente.
Otra aclaración. Ha dicho un par de
veces “Esta gente no es democrática”, denotando al gobierno. Si el gobierno no
es democrático para usted, ¿qué es?
Es una autocracia totalitarista. Es un
monstruo que un día quiere hacer sentir que hay democracia y reclama, “¿Cómo es
que no hay democracia, si ahí están los periódicos que dicen lo que quieren?”,
pero por detrás ahoga económicamente a esos mismos periódicos negándoles las
divisas para comprar papel. Éste es un modelo profundamente autoritario y
corrupto hasta los tuétanos. Pero para mí la acción política no debe limitarse
al debate sobre la naturaleza del régimen.
Los acontecimientos de los últimos
meses han puesto de manifiesto diferencias notorias en el seno de la oposición.
Más específicamente en las visiones y liderazgos de Leopoldo López y el suyo.
Se habla de un distanciamiento entre ustedes. Por otro lado, usted visitó a
López en la cárcel de Ramo Verde. ¿Podría comentar los problemas en el
liderazgo de la oposición y también compartir sus impresiones sobre esa visita?
En mi agenda, la conservación del
liderazgo no ha sido nunca un tema de primera línea. Mi visión tiene un
objetivo que no es personal sino colectivo: el cambio de Venezuela. Cambiar
este modelo para que los venezolanos puedan progresar. Esa pregunta habría que
hacérsela a otros. Hice una autocrítica pública, reconociendo que no hemos
tenido mensaje para la clase media por habernos enfocado en construir una
alternativa y ganar en los sectores populares. Es decir: llegar al barrio y ser
claramente la alternativa, como lo llegó a ser Hugo Chávez. Otros compañeros
quisieron movilizar el descontento y causar una reacción de la clase media. Pero
volvemos al mismo punto. No creo que esas dos visiones sean excluyentes. Lo que
sí creo es que hay diferencias de visión con algunas personas de la unidad.
ACTIVISMO Y PARTICIPACIÓN. Usted ha
subrayado que esta no es la lucha de un líder sino de la gente. ¿Qué debe hacer
la gente que aun no está organizada para activarse y participar?
Así como la gente se organiza en
consejos comunales, en comités de tierras, aguas o deportes, esas
organizaciones a las cuales en algún momento el gobierno llamó a fortalecer con
un objetivo partidista. En un momento como éste, sería extraordinario que los
partidos se fortalecieran porque son mecanismos de lucha y activación
aspiracional de la población.
Eso está claro hacia el sector
popular, ¿pero qué hay de los sectores de la población que están menos
organizados o carecen de esos dispositivos?
Hace unos años los Consejos Comunales
de Miranda eran controlados cien por ciento por el PSUV. Hoy en día controlan,
a lo sumo, un 30%. Ésa ha sido una ganancia inmensa en términos de una
comunidad organizada en torno a aspiraciones comunes, pero que no está
controlada por el partido de gobierno. También pone de manifiesto un desgaste
brutal de la base de apoyo del gobierno. En Las Lomas dos mujeres chavistas
tomaron la palabra en nombre de la comunidad. Hace un tiempo eso era
impensable. Ese es el trabajo que hay que hacer y había que hacerlo hace
tiempo.
¿Cómo puede organizarse la clase
media?
Siempre le digo a la clase media que
haga el uno por diez. Me dicen que todos sus vecinos son de oposición y yo les
pregunto cuántos de los obreros de la fábrica donde ellos trabajan son de
oposición. Me contestan que uno o ninguno. Y entonces yo les digo que el
trabajo es convencerlos. Hace poco le decía una persona de clase media alta:
“Compañero, tú tienes una tienda con diez empleados, ¿alguna vez has invitado
al gerente de tu tienda a tu casa a comer con su familia? ¿Alguna vez lo has
hecho? ¿Alguna vez, cuando uno de tus trabajadores en la tienda se enferma, lo
has llamado para saber cómo está y qué necesita? Si no lo has hecho, no has
hecho nada para que cambie el discurso y generar una empatía. ¿Cuánto te cuesta
eso?”. Cuando se planteó el decreto del aumento salarial, yo hablé con varios
empresarios para preguntarles por qué si me apoyaban a mí no le aumentaba 40% a
sus trabajadores. Si dices que tiene que haber una mejora en el poder
adquisitivo, ¿por qué no das el aumento y reduces tus ganancias? Pero cuando yo
digo esto públicamente, la gente dice: “¡Ay, Capriles es chavista!”. En ese
sentido, el gobierno tiene la razón, porque esas actitudes nos colocan en una
lógica donde lo social le pertenece al gobierno y ellos terminan siendo los
justicieros. Eso no debe ser así. Tomemos otro ejemplo: la discusión sobre la
reforma educativa. ¿Qué es mejor en ese caso? ¿Participar o no participar? Si a
uno lo asiste la razón, no te la calles, no la polarices: ve al lugar donde se
discute y defiéndela. ¡Debate! Por eso nosotros vamos a ir a la consulta
educativa con una posición muy firme. Si el gobierno quiere imponer un texto
político en las escuelas, yo no lo voy a dejar. Iremos a una confrontación
sobre ese tema, pero al final yo lo que hago es respetar la Constitución.
El otro día me comentó que para usted
Venezuela tiene un problema esencial de reconocimiento. El ejemplo de un
empresario de clase media alta que jamás se ha paseado por la vida de sus
empleados expresa a gritos ese problema. En consecuencia, el otro tampoco se ve
impelido a abrirse porque no existe el mecanismo. Comente un poco más sobre
eso.
Sí. Hay un problema de reconocimiento
de la realidad social del país. No lo planteo como una crítica, sino como una
reflexión. Hay gente del este de Caracas que jamás en su vida ha pisado el
oeste de la ciudad.
Claro, hay una serie de demonios
imaginarios y reales que sirven para alimentar esa fobia al otro, haciendo
creer al que vaya del este al oeste que se lo van a comer vivo los malandros,
los círculos bolivarianos, los colectivos armados, etcétera.
Exactamente. No le pido a nadie que
haga algo que parezca artificial. Es decir, no invito a alguien del este a que
tome un autobús y caiga como turista en un barrio. Pero si eres un empresario,
has tu ejercicio en tu entorno abriéndote a los diez trabajadores que están en
tu fábrica. Hay algunos que sí lo hacen, por eso lo planteo como reflexión. Por
ejemplo, ¿cuántos pacientes puede un médico ayudar a entender la situación del
país? Muchos. Es un camino largo, eso sí, pero con base sólida.
Reconoce que fue un error no haberle
presentado un mensaje a la clase media. ¿Qué ha aprendido de ese error y cómo
pretende subsanarlo, transformándolo en el futuro en acción política?
Ésa puede ser una fortaleza de la
unidad, porque el liderazgo de la unidad es un liderazgo colectivo. A mí me
gustan los deportes de equipo, como el béisbol y el básquetbol. Los Miami Heath
tienen a Lebron James, pero también tienen a Bosch, a Way. Uno es centro, el
otro es pivote. Llevándolo a los términos de la unidad, esto se traduce en que
yo puedo formularme una autocrítica, pero hay otros compañeros de la unidad que
pueden aportar un mensaje que complemente y que esté enfocado en la clase
media. Bueno, vamos a integrarlos. En varios momentos hemos hecho funcionar la
unidad para alcanzar grandes objetivos y lo hemos logrado. Integremos en una
propuesta incluyente las necesidades de la clase media que tú representas con
la de los sectores populares que yo represento. Nuestra aspiración es que la
mayoría del país sea de clase media. Por eso debemos tener un mensaje y una
acción política para la clase media. Y esa clase media, lo digo como reflexión,
debe participar más. A propósito de esto, recuerdo que hace unos meses puse un
tuit que es el tercero más retuiteado en la historia de Twitter. Decía:
“Venezuela, yo para cuidarte sólo tengo esta vida mía”, por al canciòn de
Yordano. La única vida que estoy dispuesto a arriesgar es la mía. No estoy
dispuesto a arriesgar la vida de nadie más. Como reflexión general, digo que yo
no creo en la violencia y nunca he planteado un camino de violencia. Una cosa
es que seamos duros en el verbo, el debate y la defensa de las ideas y otra es
que queramos salir a la calle a generar muertos y heridos, porque el gobierno
ya nos ha demostrado que es capaz de hacer eso y mucho más. Y lo seguirá
haciendo mientras no entendamos que se trata de un juego desigual que requiere
mucha inteligencia para lograr que se imponga la razón y no la fuerza, como le
dije a unos maestros de Miranda en la entrega de títulos de hace unos días. Que
se imponga la razón es el gran reto. Por la fuerza, sólo terminará imponiéndose
el gobierno. Nosotros somos la razón. En eso es lo que pienso cuando dicen “Capriles
se entregó” o “Capriles es un cobarde”. No, mi hermano…
El dilema es cómo lograr que se
imponga la razón sin desmovilizar la protesta.
El año pasado hubo casi cuatro mil
protestas.
Es cierto, pero no fueron protestas
políticamente motivadas, sino protestas reivindicativas que exigían mejoras muy
puntuales ante el gobierno. No fueron protestas impulsadas por la oposición.
Son diferentes, pero no son menos
importantes.
Cierto, pero el dilema persiste.
Es un falso dilema para mí. Quiero decir: no hay un mensaje para los
extremos ni tampoco lo habrá.
No creo que la gente que se moviliza
contra la inseguridad, la inflación, la escasez, el deterioro de las
condiciones laborales sea extremista. Quieren movilizarse y protestar, que es
algo muy distinto.
No creo que la gente quiera
movilización. Creo que quiere una vida tranquila y por eso protesta. Lo que la
gente no quiere ver es que frente al desastre del país no se haga nada. La
aspiración de la mayoría de los venezolanos es a una vida tranquila.
EL DIÁLOGO Y SUS CONSECUENCIAS. ¿Cuál
es el estado actual del diálogo y cuáles serían los logros básicos para
considerarlo exitoso?
Yo lo planteé como un debate y el
gobierno lo calificó de mesa de diálogo. Yo plantee el debate para que el país
pueda ver el contraste entre el gobierno y la oposición cara a cara. Es un
derecho de los venezolanos. Ésa fue la razón por la cual fui a Miraflores. Dije
que “Mañana temblará en Miraflores” y Jorge Rodríguez empezó con el cinismo que
lo caracteriza. Lo cierto es que les pegó que dijera que temblaría porque
íbamos a decir las verdades que retumbarían en las paredes del palacio. No
puedo hablar en nombre de la MUD porque no formo parte de ella, pero a título
personal he dicho que para que el diálogo pueda considerarse exitoso depende
del gobierno casi en cien por ciento. ¿Ha habido hasta ahora algún resultado?
Nada. ¿Ha detenido eso la acción política o le ha dado oxigeno al gobierno? En
mi opinión, no. A pesar de la presencia de los cancilleres, no ha habido resultados.
Sin embargo, decir que el diálogo frenó la salida del gobierno es decir una
gran mentira. Si no ha habido resultados hasta ahora, creo yo que es porque no
se ha materializado un verdadero diálogo. El país aspira a que el diálogo
funcione, la abrumadora mayoría quiere el diálogo. En un plano político, creo
que asistir al diálogo entra dentro de la estrategia de desgastar su base de
apoyo eliminándole excusas al gobierno.
Pensando en lo que ha pasado en el
país desde febrero a esta parte, ¿cuál cree usted que habría sido una mejor
alternativa? De manera muy sucinta, ¿cuáles serían el mensaje, los objetivos y
la estrategia?
Primero hay que ser coherente,
consecuente y hablarle claro a la gente. No crear falsas expectativas. Por
ejemplo, si Maduro renuncia, ¿qué viene? ¿Elecciones, verdad? ¿Con qué Consejo
Nacional Electoral? Y yo siento que en esta fractura de posiciones no se le ha
hablado claro al país. Por eso dije en un momento: “Cuidado, ¡Nicolás vete ya
es Diosdado vente ya! “, entonces hay que hablarle claro al país.
¿Cuál es el mensaje entonces?
Volvemos al mismo punto del principio:
hay que organizarse, ir a los barrios y a los sectores populares, organizar a
la base para explicarle la situación del país sin tener acceso a los medios de
comunicación: hay que volver al cara a cara. Una vez hecho todo esto, hay que
pedirle a la gente organizada que presione para que se den los cambios que son
necesarios. En referencia a “La Salida”, es un error empezar por el final. El
final es el cambio de gobierno y el modelo, pero a partir de una organización y
unas conquistas. Y si quieres un cambio constitucional, hay que decirle a la
gente que todo pasa por un proceso electoral. ¿Es o no es? Ninguna de las
opciones, llámese renuncia, revocatorio o constituyente, culmina sin un proceso
electoral. La otra opción es un golpe de Estado. Si no se quiere que ésa sea la
opción, hay que explicárselo a la gente. Así como hago una autocrítica, planteo
otra reflexión: el liderazgo no es necesariamente para a decirle a un grupo de
personas en un momento dado lo que quieren escuchar. Eso hizo mucho daño en
estos años y basta recordar el paro indefinido y el retiro de las elecciones
parlamentarias. Cuando Primero Justicia se debatía entre participar o no, la
presión que había sobre quienes queríamos participar era brutal, al punto de
decir que los que pensábamos así estábamos en conchupancia y connivencia con el
gobierno. ¡Por Dios! ¿Por qué hay que descalificar a quien quiere participar?
Volvemos a lo mismo: el reconocimiento y el respeto.
La última pregunta son en realidad
tres: ¿cómo ve la más reciente ola represiva contra los campamentos en conexión
con otra cosa que usted ha dicho: que o esta crisis se resuelve o viene un
reventón social? Y, finalmente, ¿qué puede pasar si fracasa el diálogo?
El fracaso del diálogo sería negativo
para el país, más allá del efecto en el gobierno y la oposición. Más allá de
quién pueda detentar el poder, las dos partes existen. Si yo estuviera hoy en
la presidencia, la otra parte también existiría. Y no sólo eso: sería
reconocida por mí. La política tiene que estar siempre acompañada del diálogo.
Así como el modelo económico del gobierno es inviable, la ruptura de la
comunicación entre sectores políticamente distintos debería ser también
señalada como una posición inviable. En una crisis terrible como ésta que
vivimos, es necesario abrir un diálogo sincero con todos los sectores del país.
Con eso conecto con lo segundo: si el gobierno no cambia su actitud, esto va a
reventar. Reventar significa un estallido, aunque no sé cómo pueda ocurrir,
pues los estallidos se producen sin anunciar ni dónde, ni cuándo ni0 cómo.
Pero, de seguir como vamos, se va a dar. Pretender que a este gobierno eso no
le pasará porque ellos son los pretendidos “hijos de El Caracazo” representa un
desconocimiento absoluto de las condiciones por las cuales se produjo El
Caracazo. Aquí se están creando condiciones sumamente peligrosas en términos
económicos, sociales y de inseguridad en virtud de las cuales una sola chispa
puede convertirse en un gran incendio. Desde mi posición, abogo para que eso no
ocurra porque considero que los daños serían muy graves. Acerca de la primera
pregunta, sobre la ola de represión, además de rechazarla, considero que va a
tener un costo alto para el gobierno, que está subestimando a los estudiantes,
y un costo alto también para nuestra Fuerza Armada. Como le he dicho a miembros
de ese cuerpo, Maduro está los arrastrando en la caída de su popularidad. Sería
un terrible saldo que, después de que esto pase, los militares no puedan salir
a la calle uniformados porque serían repudiados, como pasó en otros países. Esa
reflexión se la dejo a los compañeros de la Fuerza Armada con los que hablo a
menudo, no para gestar golpes ni conspiraciones, sino para exigir respeto a la
Constitución. El gobierno está subestimando lo que la represión genera y no
creo que con ella hayan aplacado las ganas de la gente de seguir protestando.
La represión tiene un efecto bumerán, estimulando las protestas de sectores que
no están protestando en solidaridad contra el abuso de autoridad. Además,
tradicionalmente en nuestro país siempre se ha visto con mucha reserva el uso
de los uniformes para reprimir. Tengo también la impresión de que esa represión
saca a flote las profundas diferencias que hay en el seno del gobierno, porque
hay sectores oficialistas que están clarísimamente jugando al caos. Esos
sectores quieren que esto reviente.
¿Quiénes forman ese sector?
Basta verlos. No voy a darle el gusto
de nombrarlos.
Toda crisis es una oportunidad, dicen.
¿Cuál es la oportunidad en este caso?
Lograr el cambio. Pero lograrlo sobre
la base de un movimiento policlasista y de reconocimiento. No es a través del
quítate tú que genera un proceso de venganza y de revancha. Si el cambio es
para salir a perseguir, en ésa no me anoto. Si yo me quejo de que el gobierno
insulta, ¿voy yo a insultar? Si me quejo de un gobierno intolerante, ¿voy yo a
ser intolerante? Percibo que hoy hay mucho de eso: de revanchismo. Cuidado.
Porque no va a haber cambio así. El mensaje es que este país necesita unirse.
La polarización no debe ser gobierno contra oposición, que es la que quiere el
gobierno, sino los venezolanos frente al gobierno. Y del lado de la oposición,
eso pasa por un proceso de reconocimiento y entendimiento de quienes no están
en la oposición. Conmigo la revancha no va.
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