Américo Martín 22
de mayo de 2014
amermart@yahoo.com
@AmericoMartin
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I
¡Qué aburrida manera de burlar la
esperanza de la gente más necesitada! El 1 de mayo, con ese tono entre ufano,
inflado y jactancioso que usa para intentar calmar las protestas sociales, el
presidente Maduro decretó el aumento de las pensiones para jubilados desde el
risible monto de Bs 3272 hasta el un poquito menos risible de Bs 4200. Para una
inflación que solo en el mes de abril trepó a 5.5%, aquel ilusorio incremento
equivalía a nada. Y de todas maneras, un poquito más que nada.
Y aún así, al momento de honrar
aquella migaja, resulta que no, no se materializó. Como si nada hubiera
prometido en su torneo grandilocuente de exaltaciones
revolucionario-proletarias, el aumento no figuró en pizarra, sin que Maduro ni
nadie diera alguna explicación.
Es un incidente si se quiere menor,
claro, frente a las brutales calamidades que están descargándose sobre el lomo
de los venezolanos más necesitados, pero es útil para medir la índole
falaz-fantasiosa de este sedicente socialismo siglo 21 y para observar cómo se
manifiesta la imparable profundización de la crisis venezolana. O dicho de otra
manera: el hundimiento del sedicente modelo revolucionario en nombre del cual
se cometen las más inicuas, las más alevosas desmesuras.
Hay un hervidero social sin
precedentes. En todas partes distintas colectividades salen a protestar. Que si
la carestía, que si el desabastecimiento, que si los apagones, que si la falta
de agua, que si los crímenes callejeros, que si el adoctrinamiento educativo,
que si la ruina de los hospitales, que si la desaparición de empresas y
reducción de la producción agrícola, que si la corrupción, que si las torturas,
y brutal violación de derechos humanos, que si…
II
El telón de fondo de esta macabra obra
dramática es la estabilidad reinante en casi toda América Latina, salvo la
indigente Haití (¡un país de tan admirable historia!), la desvalida Cuba y la
lamentable Argentina, la de la inefable señora Kirchner, se entiende.
Venezuela, el país con más potencial y elevados ingresos por exportaciones,
está colocada en el humillante sótano de la recesión y en el tope de la
inflación y la inseguridad. ¿Cómo explicarlo? Obviamente incide el fracaso del
modelo socialista que mediante trucos de espejos se ha querido implantar en
Venezuela.
Incapaz de aceptarlo u obligado a no
aceptarlo, el presidente Maduro se ha decantado por la explicación más torpe,
más burda y menos creíble. La zozobrada teoría del complot oposicionista,
alentado por el imperio y con participación de Uribe y Fox. Ese complot da
lugar a desquiciadas acusaciones, por supuesto sin pruebas o indicios de alguna
seriedad: la guerra económica, el magnicidio, el golpe inminente
Tenemos pruebas, detenidos,
armas, aseguran. Pronto los anunciaremos. El mundo verá cómo se conspira contra
nuestra noble revolución
Pero cual “el hoy no fío mañana sí” de
los avaros, ese “pronto” se aplaza eternamente o se evapora con el transcurso
de los días, solo para ser sustituido por nuevos hallazgos conspirativos, tan
inverosímiles como los anteriores.
Aún si el hábil comandante eterno
estuviera al frente, el deterioro y creciente incredibilidad nacional y mundial
respecto a la seriedad de este maltrecho gobierno no hubiese sido conjurado.
Las variables son abrumadoras. Ni todos los saltos y acrobacias desplegadas en
el proscenio podrían impedir que hasta los más incondicionales terminaran por
abandonar la nave oficialista o alejarse subrepticiamente.
Las encuestas reflejan el deterioro
del gobierno, salvo Hinterlaces, cuyas sin-razones se han hecho muy visibles.
III
No obstante, el inmenso y variado
campo oposicionista se llena de contradicciones en relación con la conducta a
seguir. Conviven y se dan con las espuelas opiniones radicales y moderadas.
Aquellas pregonan una salida inmediata, estas postulan una paciente espera
hasta las elecciones. Se reprocha el diálogo. Se considera cómplice tratar a un
gobierno de manos manchadas con sangre de disidentes. Argumento éste más bien
absurdo. Si el papa León 1 no hubiese hablado con Atila, Roma habría sido
arrasada por las patas del caballo del azote de Dios. Si Roosevel y Churchill
no hubiesen pactado con ese Atila rojo que fue Stalin, la guerra mundial habría
devorado muchas más vidas y haciendas. Si Nixon no hubiese negociado con el
guerrero Mao Zedom, la paz y posterior moderación de China no existirían. De no
haber pactado Kissinger y Le Duc Tho el fin de la guerra de Vietnam, la
carnicería hubiese cobrado ingentes vidas humanas adicionales. Si la
Concertación no hubiera negociado con Pinochet, la dictadura se habría mantenido
quien sabe por cuantos años.
El diálogo es respaldado por una
selecta representación internacional, con el Papa Francisco al frente. El
gobierno puede aliviar o agravar la crisis según abra o cierre el puño. Le
horroriza el diálogo pero proclama que quien lo rehúye es la oposición. Y
resulta que con todas las pruebas en manos opositoras y frente a una
facilitación internacional caída del cielo, hay quienes reclaman levantarse de
la mesa con aire de duques ofendidos. Confiando en que semejante error
predominará en la disidencia, Maduro se prodiga hipócritamente a favor de un
diálogo al que teme porque airea sus grotescos desmanes.
La política es la ciencia del gobierno
de los Estados. Así declaró Emile Litré en 1870. Además es un arte, apostilló
Paul Robert en 1962. La ciencia-arte de la política pide cabeza fría y corazón
ardiente. Las decisiones son prematuras, oportunas o tardías. Seleccionar la
pertinencia de este diálogo que no negocia protestas, es de la esencia de la
democracia y del más puro arte de la Política. –
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