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viernes, 23 de mayo de 2014

Unión en casa, Vladimiro Mujica


Por Vladimiro Mujica, 22/05/2014

Es difícil no pasearse por la interrogante: ¿Cómo ocurrió que el gobierno logró el importante objetivo de dividir a la oposición utilizando la combinación del simulacro de diálogo y la represión? Yo me cuento entre quienes piensan que los ciudadanos de este país que creemos en la democracia y la libertad, y que sentimos a ambas en grave riesgo, tenemos no solamente el derecho, sino especialmente el deber de hacernos esa pregunta.

Encontrar una respuesta con la que podamos coexistir a la pregunta arriba formulada es esencial. Fundamentalmente porque para continuar confiando en quienes dirigen a la oposición es vital entender sus motivaciones, sus aciertos y sus errores. Para poder preservar el derecho a criticar sin que la crítica se transforme en fractura.

La respuesta simple, con la que mucha gente se contenta, es que la división de la oposición era una condición preexistente y que la dinámica de éstos últimos meses no hizo más que catalizar lo que ya era un hecho. Me resisto a aceptar esta explicación un tanto simplista porque tengo muchas razones para pensar que el liderazgo opositor, y especialmente la MUD, han realizado esfuerzos muy importantes y valiosos para darle unidad al amplio espectro de la oposición venezolana. Ello sin dejar de señalar que a ese esfuerzo le ha faltado flexibilidad y amplitud para incluir a importantes sectores y personalidades de la resistencia democrática que se han visto forzados a actuar al margen de la mesa.

Descartada la explicación simplista, hay que indagar con más profundidad en las razones de nuestra conducta como movimiento social y político de alternativa democrática.

Me incluyo en esta reflexión a pesar de no tener ninguna participación en el liderazgo opositor, porque pienso que en definitiva se trata de una responsabilidad que los ciudadanos no podemos esquivar.

Creo que nos equivocamos, y con mucho, en no terminar de aceptar con sus verdaderas consecuencias que en la lucha contra el autoritarismo chavista todos hacemos falta. Son necesarios quienes promueven el descontento popular y la resistencia pacífica al régimen y también quienes se sientan en la mesa de diálogo.

Quienes aportan reflexiones y análisis, y quienes dirigen los sindicatos y el movimiento estudiantil. La gran tarea del liderazgo, necesariamente colectivo y plural, es resolver la compleja ecuación de la unidad, no solamente en términos electorales, sino en la acción.

De esa unidad, que no puede existir sin una visión estratégica y una dirección política amplia y representativa, depende crucialmente que salgamos de este atolladero monumental en que se encuentra sumido el país.

El ministro encargado de la guerra y la represión contra el pueblo que protesta ha señalado con toda claridad que la oposición tiene dos caras: una que se sienta en la mesa de diálogo y otra que manifiesta en las calles y que, dependiendo de cual tome más fuerza la otra cara se le unirá. El alto funcionario del régimen logra con esto sintetizar lo que debería ser la conducta opositora: ejercer sus fuerzas en todos los terrenos posibles compatibles con la Constitución. Sin que una acción estorbe a la otra y sin permitir que el doble juego del gobierno nos divida.

No cabe duda de que cada movimiento de protesta debe tener sus especificidades. Los partidos, la sociedad civil y las organizaciones estudiantiles cumplen roles distintos, pero todos debemos empujar en la dirección de generar la tormenta perfecta contra el autoritarismo represivo donde se converjan el descontento social y la direccionalidad política que permita el cambio. Con menos que eso no es posible enfrentar a un régimen tan poderoso como el que está entronizado en Venezuela.

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