MARÍA DENISSE FANIANOS DE CAPRILES miércoles 28 de mayo
de 2014
@VzlaEntrelineas
La semana pasada salió una nueva
encuesta de Gallup que medía la felicidad en el mundo. De los 10 países donde
más gente dijo que experimentaba emociones positivas, todos, menos Dinamarca,
están en América Latina. Y Venezuela supera, al igual que Costa Rica, Colombia,
Honduras y El Salvador el 81% de "índice de experiencia positiva".
Se hace un poco difícil entender, si razonamos con argumentos humanos, que los venezolanos podamos sentir felicidad en Venezuela hoy en día. Pero esa es una realidad. Yo soy muy feliz aquí, con mis miles de problemas. Y conozco a muchísima gente, con problemas peores que los míos, que también son muy felices. Somos felices en este rincón del mundo, en este momento de nuestra historia, con los problemas que nos está tocando vivir y luchar por resolver.
Si vemos más allá de lo humano podríamos decir que muchos venezolanos estamos afrontando esta terrible realidad con una gran fe. Cada domingo que voy a misa y veo a ese gentío abarrotando la iglesia (viejos, adultos, jóvenes, niños...) experimento lo que es sentir felicidad en tiempos difíciles. Al final de la misa nos ponemos a conversar en la plaza de lo que estamos viviendo y nos damos ánimo para no desfallecer en la lucha. Nos repetimos hasta el cansancio: tenemos que rezar mucho, ser valientes y seguir luchando hasta el final porque ¡Dios nos va a ayudar! Y nos vamos alegres y contentos, con los niños guindados al cuello, a preparar la reunión-almuerzo del domingo, donde reímos, lloramos, cantamos, bailamos, descargamos tensiones... y agarramos fuerza para lo que nos pueda venir esa próxima semana.
Y eso se puede ver y oír en todas las parroquias de Venezuela porque como dijo el Papa Francisco los cristianos sabemos que: "Sólo Dios da la verdadera felicidad. Ni el dinero, ni el poder nos pueden dar la felicidad que sólo Dios da", "vivir con fe significa poner toda nuestra vida en manos de Dios, especialmente en los momentos más difíciles" y muy especialmente que: "la alegría es como el signo del cristiano... un cristiano sin alegría o no es cristiano o está enfermo. No hay otra... La alegría es como el sello del cristiano, también en el dolor, en las tribulaciones, aún en las persecuciones".
Yo he estado en países desarrollados, donde todo parece perfecto, y he notado que la gente se queja por cualquier tontería. Hasta me he atrevido a decirles que se vengan un tiempito a Venezuela para que vean lo que sí son problemas de verdad y quizá puedan aprender aquí cómo se puede afrontar una realidad negativa con una actitud positiva que nos ayuda a seguir adelante. A seguir adelante para cambiar las cosas porque no nos vamos a resignar y a dejar que esto "se lo lleve el diablo".
Es verdad que a veces sufrimos por la terrible corrupción que ha destrozado nuestro país y por las tremendas injusticias que se están cometiendo con tanta gente inocente. Pero también es verdad que aquí hay muchísima gente buena. Eso nos da fuerza para seguir adelante y no perder la felicidad, y mucho menos la paz interior que nada ni nadie nos puede quitar. Porque sabemos que quien está con Dios, y hace su voluntad, a nada puede temer.
Otra cosa que ayuda mucho a entender por qué podemos ser felices aquí, a pesar de los pesares, fue lo que me dijo un sacerdote hace poco: "En Venezuela tenemos que ser felices con nuestra realidad". Eso no significa que uno deje de trabajar por un futuro mejor. Pero mientras estamos en esto, y con lo que nos toque a cada uno sufrir, resolver o afrontar, tenemos que ser felices, vivir felices y, sobre todo, hacerle la vida feliz a quienes tenemos al lado, porque no hay cosa peor en el mundo que una gente individualista, negativa, amargada y sin esperanza.
¡Y claro que se puede ser feliz en medio de la dificultad! Yo tengo el ejemplo de mis abuelos que vivieron una época muy dura y fueron felices. Los recuerdos más grandes que tengo de ellos son sus valores, su honestidad, su integridad, el ser trabajadores y luchadores incansables; y sobre todo personas que vivían para hacerle la vida feliz a sus hijos y a sus nietos, así estuvieran pasando miles de problemas.
¡Así que aquí no se ha perdido, ni se perderá, la felicidad! porque Dios está con nosotros y porque tenemos mucho trabajo por hacer, y necesitamos mucho optimismo y una gran esperanza que vendrán tiempos mejores. Y no vendrán tiempos mejores por puras palabras o deseos, ¡no!, vendrán tiempos mejores porque aquí hay muchísima gente dejando hasta los tuétanos (quizá con lágrimas en los ojos pero con una gran sonrisa en el alma) para lograr la libertad, la justicia y la paz en nuestra amada Venezuela.
¡Así que ánimo mis venezolanos! ¡A seguir rezando y luchando, con alegría! Pronto estaremos en el primer lugar de todas esas encuestas. Que Dios y la Virgen de Coromoto me los bendigan a todos y me los protejan de todo mal. ¡Los quiero mucho!
Tomado de: http://www.eluniversal.com/opinion/140528/perdimos-la-felicidad-en-venezuela
Se hace un poco difícil entender, si razonamos con argumentos humanos, que los venezolanos podamos sentir felicidad en Venezuela hoy en día. Pero esa es una realidad. Yo soy muy feliz aquí, con mis miles de problemas. Y conozco a muchísima gente, con problemas peores que los míos, que también son muy felices. Somos felices en este rincón del mundo, en este momento de nuestra historia, con los problemas que nos está tocando vivir y luchar por resolver.
Si vemos más allá de lo humano podríamos decir que muchos venezolanos estamos afrontando esta terrible realidad con una gran fe. Cada domingo que voy a misa y veo a ese gentío abarrotando la iglesia (viejos, adultos, jóvenes, niños...) experimento lo que es sentir felicidad en tiempos difíciles. Al final de la misa nos ponemos a conversar en la plaza de lo que estamos viviendo y nos damos ánimo para no desfallecer en la lucha. Nos repetimos hasta el cansancio: tenemos que rezar mucho, ser valientes y seguir luchando hasta el final porque ¡Dios nos va a ayudar! Y nos vamos alegres y contentos, con los niños guindados al cuello, a preparar la reunión-almuerzo del domingo, donde reímos, lloramos, cantamos, bailamos, descargamos tensiones... y agarramos fuerza para lo que nos pueda venir esa próxima semana.
Y eso se puede ver y oír en todas las parroquias de Venezuela porque como dijo el Papa Francisco los cristianos sabemos que: "Sólo Dios da la verdadera felicidad. Ni el dinero, ni el poder nos pueden dar la felicidad que sólo Dios da", "vivir con fe significa poner toda nuestra vida en manos de Dios, especialmente en los momentos más difíciles" y muy especialmente que: "la alegría es como el signo del cristiano... un cristiano sin alegría o no es cristiano o está enfermo. No hay otra... La alegría es como el sello del cristiano, también en el dolor, en las tribulaciones, aún en las persecuciones".
Yo he estado en países desarrollados, donde todo parece perfecto, y he notado que la gente se queja por cualquier tontería. Hasta me he atrevido a decirles que se vengan un tiempito a Venezuela para que vean lo que sí son problemas de verdad y quizá puedan aprender aquí cómo se puede afrontar una realidad negativa con una actitud positiva que nos ayuda a seguir adelante. A seguir adelante para cambiar las cosas porque no nos vamos a resignar y a dejar que esto "se lo lleve el diablo".
Es verdad que a veces sufrimos por la terrible corrupción que ha destrozado nuestro país y por las tremendas injusticias que se están cometiendo con tanta gente inocente. Pero también es verdad que aquí hay muchísima gente buena. Eso nos da fuerza para seguir adelante y no perder la felicidad, y mucho menos la paz interior que nada ni nadie nos puede quitar. Porque sabemos que quien está con Dios, y hace su voluntad, a nada puede temer.
Otra cosa que ayuda mucho a entender por qué podemos ser felices aquí, a pesar de los pesares, fue lo que me dijo un sacerdote hace poco: "En Venezuela tenemos que ser felices con nuestra realidad". Eso no significa que uno deje de trabajar por un futuro mejor. Pero mientras estamos en esto, y con lo que nos toque a cada uno sufrir, resolver o afrontar, tenemos que ser felices, vivir felices y, sobre todo, hacerle la vida feliz a quienes tenemos al lado, porque no hay cosa peor en el mundo que una gente individualista, negativa, amargada y sin esperanza.
¡Y claro que se puede ser feliz en medio de la dificultad! Yo tengo el ejemplo de mis abuelos que vivieron una época muy dura y fueron felices. Los recuerdos más grandes que tengo de ellos son sus valores, su honestidad, su integridad, el ser trabajadores y luchadores incansables; y sobre todo personas que vivían para hacerle la vida feliz a sus hijos y a sus nietos, así estuvieran pasando miles de problemas.
¡Así que aquí no se ha perdido, ni se perderá, la felicidad! porque Dios está con nosotros y porque tenemos mucho trabajo por hacer, y necesitamos mucho optimismo y una gran esperanza que vendrán tiempos mejores. Y no vendrán tiempos mejores por puras palabras o deseos, ¡no!, vendrán tiempos mejores porque aquí hay muchísima gente dejando hasta los tuétanos (quizá con lágrimas en los ojos pero con una gran sonrisa en el alma) para lograr la libertad, la justicia y la paz en nuestra amada Venezuela.
¡Así que ánimo mis venezolanos! ¡A seguir rezando y luchando, con alegría! Pronto estaremos en el primer lugar de todas esas encuestas. Que Dios y la Virgen de Coromoto me los bendigan a todos y me los protejan de todo mal. ¡Los quiero mucho!
Tomado de: http://www.eluniversal.com/opinion/140528/perdimos-la-felicidad-en-venezuela
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