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domingo, 25 de mayo de 2014

Sanar la comunidad política

RAFAEL LUCIANI sábado 24 de mayo de 2014


Todos los ciudadanos formamos una comunidad política. Estamos llamados a custodiar que las prácticas sociopolíticas, económicas y religiosas se orienten al bien común (Populorum Progressio 42), porque «la salud de una comunidad política es la condición necesaria y garantía segura para el desarrollo de todo el hombre y de todos los hombres, en cuanto se expresa mediante la libre participación y responsabilidad de todos los ciudadanos en la gestión pública, la seguridad del derecho, el respeto y la promoción de los derechos humanos» (Sollicitudo rei socialis 44).

En este sentido, el discernimiento político ha de ir más allá de una mera crítica pragmática sobre el buen funcionamiento o no de las estructuras sociopolíticas y los sistemas económicos. Urge recuperar, ante todo, la visión moral de la crítica política. Esto significa que el paso de condiciones de vida menos dignas a otras mejores y más humanas (Medellín 6), solo puede ser aceptado cuando se construye por medio de medios moralmente lícitos (los católicos en la vida política 6, Congregación para la Doctrina de la Fe).

La verdad moral se mide por el grado de humanización o fraternización de una sociedad. Robespierre advertía que se debían superar nociones cerradas, como patria, y entrar en la lógica de la fraternidad que se basa en relaciones que unen a todos los ciudadanos. En 1948 la Declaración Universal de los DDHH reconoció que «todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos», pero precisó que «siendo dotados de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros» (artículo 1).

Actuar fraternalmente implica reconocer que la dignidad humana es sagrada y que no está condicionada por posiciones políticas, socioeconómicas o religiosas. Sin el respeto absoluto a esta dignidad, una sociedad podrá ser libre e igualitaria, pero nunca será fecunda ni sana, y estará destinada al conflicto.

Los procesos de deshumanización comienzan cuando nos acomodamos al estado de cosas que nos rodean y solo buscamos sobrevivir, independientemente de la validez ética y la verdad moral de los medios utilizados para lograr los fines que nos proponemos. Al perder el horizonte moral caemos en la banalización de las prácticas, se consolidan actitudes como la indiferencia y la indolencia, y lo absurdo se va imponiendo como normal.

Sanar al país exige discernir la verdad moral de las prácticas sociopolíticas y religiosas, y velar por «la centralidad de la persona humana, los derechos humanos, el pluralismo político frente al pensamiento único y la exclusión por razones ideológicas o por cualquier otro motivo (..); la lucha contra la pobreza, el desempleo, la inseguridad jurídica y social, y la violencia (..); la libertad de expresión y una respuesta a la situación infrahumana de nuestros hermanos privados de libertad y de los que se sienten perseguidos» (CEV. Tiempo de diálogo).

Tomado de:
http://www.eluniversal.com/opinion/140524/sanar-la-comunidad-politica

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