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jueves, 15 de mayo de 2014

"No me voy porque aquí me necesitan"

MARÍA DENISSE FANIANOS DE CAPRILES miércoles 14 de mayo de 2014 


Yo, al igual que muchos en este país, estoy "de a toque". La semana pasada me puse a llorar cuando la masajista colombiana, quien tiene años calmando mis dolores de fibromialgia, me dijo: "Yo no me voy de Venezuela porque aquí me necesitan. Tengo que aliviar los dolores o la tensión de mis clientes para que puedan seguir trabajando y recuperar a su país".

Este relato parecerá algo muy sencillo, pero no lo es. Para esta mujer sería mucho más cómodo regresarse a su país natal donde ya tiene su casa, sus hijos grandes trabajando, seguridad social, tranquilidad, etc. Pero ella dice que le debe mucho a Venezuela y que no la va a abandonar cuando más la necesita.

Esas son las cosas que a uno lo estremecen y que ayudan a seguir adelante por defender la verdad, la libertad, la justicia y la paz en la tierra que nos vio nacer. Esas son las cosas que le recuerdan a uno que el amor a la patria es algo real, que se vive y que se siente en la mente, en el alma y en el corazón. Es algo tan cierto que hasta en el Catecismo de la Iglesia Católica se puede leer en el Cuarto Mandamiento, punto 2239, que "El amor y el servicio a la patria forman parte del deber de gratitud y del orden de la caridad".

Pero más que lo que dice el Catecismo, pienso que muchos sentimos el amor a la patria como una pasión inmensa, como algo que nos tiene amarrados a nuestra tierra, a nuestras raíces, a nuestras familias, a nuestros hermanos venezolanos, a nuestra historia, a tantos recuerdos, sentimientos, olores y sabores que llevamos impresos en la mente, en el alma y en el corazón de una manera inexplicablemente compleja.

Cada vez que pienso en lo que cuesta quedarse aquí viviendo en un país que está en guerra, y que uno sabe perfectamente que en cualquier momento nos puede llegar la muerte, o peor la de un hijo o la de un nieto, pienso en San Juan Pablo II quien vivió dos totalitarismos de estado terribles, pero él amaba a su Polonia con todo su corazón y con muchos polacos que se quedaron en su tierra rezando y luchando, sin cansancio, lograron la libertad.

El domingo viví una experiencia diferente con el Día de la Madre. No quisimos dejar de reunirnos en familia porque esas reuniones, vuelvo a decirlo, nos ayudan a relajarnos y a tomar fuerza para seguir adelante. Pero esta vez fue todo muy distinto. Muchas madres, que estamos luchando por un futuro mejor para nuestro país, ese día nos vestimos de negro, porque estábamos de luto ante tanta muerte injusta y ante tanta tragedia que se ha vivido en nuestra patria en estos últimos años, y en estos últimos meses.

Las madres que han perdido a sus hijos o que los tienen presos injustamente, y el domingo no los pudieron abrazar ni besar, estuvieron presentes en nuestra memoria todo el tiempo, la ropa negra nos lo recordaba. Y cuando llegó el momento de agarrar los instrumentos para animar la reunión con nuestra música venezolana, las que estábamos reunidas para celebrar (por lo menos en mi familia), lloramos como nunca antes lo habíamos hecho. Porque nos duele en el corazón la corrupción y las tremendas injusticias que se están cometiendo.

Mi cuñada cuando me vio llorando me dijo, con lágrimas en los ojos: "¿Tú crees "cuña" que nos podemos ir de aquí y dejar sola a Venezuela" Y yo le decía: "Por supuesto que no, yo no podría vivir en paz"

Total, que el domingo comimos y bailamos, pero también ¡lloramos! Y eso lo hicimos delante de muchos niños que corrían con sus primos, y jugaban, y no entendían por qué sus mamás y abuela lloraban. Mi hija me decía "¿mami, qué te duele?", y yo le respondía: "nada mi vida, tranquila". No le podía decir que me dolía el alma y el corazón porque ¡no me iba a entender! Nuestros hijos estudiantes que estaban ahí sí nos entendían. Con su mirada lo decían todo. Esos ojos puros, llenos de ilusión, llenos de sueños y esperanza... Fue tremendamente emocionante cuando cantamos los cumpleaños del mes (que eran 6) y al final todos nos pusimos a gritar: ¡Estudiantes!... Palmadas... ¡Estudiantes!... Palmadas...

¡Qué orgullo vivir en Venezuela en estos momentos! Estamos haciendo historia. Y yo amo la historia de mi país. Amo mi patria con locura. Amo a mis venezolanos con locura.

Hoy doy mil gracias a quienes vinieron a este país y en estos momentos se quedan para ayudarnos. ¡Es realmente admirable! Doy infinitas gracias a tantos padres, madres, abuelos, maestros... íntegros y ejemplares que aquí están apoyando una generación de jóvenes ¡Única! en nuestra historia. Esa generación que logrará que Venezuela viva en la verdad con libertad, justicia y paz para todos. ¡Para eso estamos rezando y trabajando muchos!

¡Viva nuestra amada Venezuela! Que Dios y la Santísima Virgen de Coromoto nos sigan dando fuerza y sabiduría para lograr poner fin al odio y a la corrupción. Para que el Amor y la honestidad brillen en cada rincón de nuestra amada Patria. ¡Así será, estoy segurísima de eso!

Tomado de:
http://www.eluniversal.com/opinion/140514/no-me-voy-porque-aqui-me-necesitan

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