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miércoles, 14 de mayo de 2014

LA PATA DEL CABALLO

Américo Martín 8 de mayo de 2014
amermart@yahoo.com
@AmericoMartin 

Se fue Atila pero nos dejó su caballo
Romerogarcía sobre Cipriano Castro

Las complicaciones sociales que sacuden el país no dan para respuestas irritadas, que con tan buenas razones han hecho carne en la gran mayoría. Se habla de ingobernabilidad. El gobierno no sale del drama que lo hunde. Pero de una frase como esa tendríamos que extraer con sesera fría las lógicas consecuencias. Las pasiones intensas alientan grandes causas pero si en ciertos momentos no se las controla pueden ser contraproducentes. Si la crisis que soportamos es tan profunda como indican las cifras y sienten bolsillos y estómagos, sus manifestaciones deben presentarse en muchos y variados escenarios. Aunque provengan de la misma causa no pueden ser enfrentadas con la misma y única receta. Es lo que hace tan necesaria una dirección democrática capaz de racionalizar la respuesta, graduarla, situarla en el escenario correspondiente y apoyarse siempre en la Constitución.

A veces subestimamos -subestiman, debería decir porque ya no tengo responsabilidades de liderazgo- decisiones ambiguas pero sumamente importantes como el discutido diálogo, y en esa medida poco se hace para aprovecharlo hasta sus últimas posibilidades. Peor todavía es presentarlo como una “trampa del gobierno” que la incauta oposición aceptaría sin más. Como creo que estas observaciones críticas han sido bien aclaradas, la idea misma de dialogar –en los términos como se ha presentado- es un instrumento de la democracia y no de la autocracia, no importa que de cara a UNASUR, el Vaticano y la conmovida opinión internacional, el gobierno insista en que es la alternativa democrática la que quiere levantarse de la mesa.

Y ese hecho es fundamental. El gobierno está allí por cuando menos  cinco motivos: 1) la presión del país 2) la de los Estados hemisféricos 3) la mala opinión que el mundo se ha formado sobre sus violaciones a los derechos humanos 4) la heroica lucha de estudiantes y vecinos, difundidas pormenorizadamente por las redes sociales, 5) y último pero no por eso menos importante, porque ha comprendido que si no abre la economía y busca algún tipo de entendimiento con la oposición, terminará sentado en la lona.

La oposición, en cambio, tiene todas las razones del mundo para dialogar sin dejar de defenderse de las agresiones y amenazas en todos los espacios. Es un canal de expresión del descontento, lo que le ofrece una responsabilidad que debe saber ejercer, sin aventuras, sin salirse de la Constitución y sin olvidar que en las condiciones de hoy es de la otra acera que se esperan concesiones. La raíz de la crisis está en la gestión gubernamental, en los presos políticos, la represión, la imposición de una educación uniforme, sectaria y de pensamiento único, los colectivos armados e impunes, la agonía de la economía industrial y agrícola, las deplorables políticas monetarias y cambiarias y la chapucera estrategia energética. Todo eso debe ser cambiado y es el gobierno quien debe hacerlo.

Se entiende que se sienta incómodo, atrapado, amenazado por sus violentas contradicciones internas, y por eso, después de las dos primeras reuniones, haya tomado la decisión de debilitar el diálogo, tratando de no pagar el costo de rechazarlo. El punto es saber quién se levanta primero. Si la oposición, que no tiene razón para hacerlo, o el gobierno que, resistiéndose a prodigar las concesiones elementales que se esperan de él, quisiera que la coz a la mesa se la propinara la delegación opositora y no la oficialista. Espera salirse del paquete sin perder terreno frente a los facilitadores internacionales, para lo cual le ha dado por provocar a la oposición, acusándola de fantasiosos atentados terroristas y golpes de estado que nadie ve.

Estoy seguro que la alternativa democrática no caerá en la trampa, no se retirará del diálogo, y en cambio desmantelará la chapucería de los angustiados voceros oficiales. No le costará mucho porque, aparte de frases escandalosas, insisten nuevamente en no aportar pruebas y ni siquiera indicios creíbles.

Pero es sintomático que en lugar de negociar en serio, los voceros oficialistas traten de ocultar debajo de una alfombra brutalmente calumniosa el drama económico-social que han provocado. Esperan sin duda que el diálogo no siga avanzando y quisieran cuando menos enturbiar responsabilidades.  Es ciertamente incómodo colocarse en el papel de decir siempre “no” a demandas razonables como la libertad de los presos políticos, para mencionar una bien emblemática.

Para reforzar su endeble posición, acusan a la oposición de querer levantarse de la mesa. Sobrestimando su capacidad de intimidar, claman:

-¡Si no quieren diálogo, que se retiren de una vez! 

Como es natural, no hubo respuesta de la acera democrática, no le pararon bola al hombre. La tranquilidad y cierto desdén pueden ser más efectivos que un concierto de gritos. Quien se siente seguro y con verdades en el puño no necesita valerse de alaridos.

Insatisfechos, aprovechar el despreciable crimen de Eliécer Otaiza para romper el clima de diálogo. Habían declarado que el homicidio sería uno más de los que diariamente comete el hampa, pero ahora lo envuelven en el fabuloso golpe dirigido por Uribe, Vicente Fox y por supuesto “el imperio”. Acompañan la extravagancia con una lista de nombres de opositores, dictada por su infinita capacidad de odio, solo para proporcionar una imposible veracidad. Chapuceros al fin, no piensan que las atropelladas acusaciones deberían sustentarse en documentos, gráficas, videos, delatores. Pero nada, nada de nada.

Esas calumnias alimentan el brazo represivo. Es lo usual. Es el la ominosa sinrazón totalitaria. Aquella que dice francamente: sin dictadura no hay revolución. –


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