Por
Vladimiro Mujica, 15/05/2014
A medida
que avanza la represión y las violaciones contra los derechos humanos y la
Constitución Nacional en estos tres meses eternos de protestas, se va
definiendo con mayor claridad el perfil de los enemigos de la así llamada
revolución bolivariana. A esta categoría pertenece gente de carne y hueso,
ciudadanos como usted y como yo, contra los que arremeten la PNB, la GNB y los
grupos para-militares adeptos al régimen. En ese sentido el enemigo es
simplemente el pueblo que se resiste a adoptar la versión denigrante de patria
impuesta y a empellones, empobrecida e indigna, que pretende la revolución.
A la famosa
frase atribuida a nuestro Canciller: “No tenemos papel toilette, pero tenemos
patria” se le añade otra de un funcionario de mucha menor jerarquía,
presuntamente de la PNB, actuando en contra de los manifestantes en una
reciente jornada de protesta en Chacao: “Los que no quieran patria, tendrán
plomo”. El conjunto de ambas frases conforma una suerte de lógica
condescendiente y abusiva de quienes se sienten los dueños de la vida, y sobre
todo de la muerte, de los venezolanos. Les estamos enseñando a vivir en
revolución, y quienes se resistan no esperen otra cosa que ser tratados como se
merecen.
Pero hay
otros enemigos intangibles de la revolución, tan o más peligrosos que las
acciones de protesta. El primero y más importante es la libertad de pensamiento
y su pariente cercano la libertad de información. Contra el segundo se tiene la
coacción y la censura contra los medios y el ejercicio desembozado de la
hegemonía comunicacional, concepto tenebroso anunciado cuando nadie lo creía
posible por el entonces ministro del ramo, Andrés Izarra.
La libertad
de pensamiento requiere de un control más refinado que se ejerce a través de
distintos canales que van desde la represión hasta el control de la educación,
de los libros que se pueden leer, y los contenidos aceptables en Internet. Pero
en definitiva la imposición del pensamiento único pasa por doblegar y
eventualmente destruir a las instituciones donde la elaboración intelectual
fluye libremente: las universidades y los centros de conocimiento.
En un
sentido tanto filosófico como práctico, la revolución chavista es un ejemplo
paradigmático del pensamiento izquierdista más reaccionario.
Uno que se
creó al amparo de tiranías auto-declaradas comunistas o socialistas, que
concibe como dilema la existencia simultánea de la libertad y la igualdad. La
libertad se percibe como un concepto burgués y liberal que requiere ser
extirpada y controlada en beneficio de un cierto igualitarismo ramplón que
castra las posibilidades de crecimiento físico y espiritual de una nación.
La lista de
enemigos continúa: la libertad sindical y de asociación, ferozmente controlada
y diezmada por el gobierno. La empresa privada y el derecho de los ciudadanos a
desarrollarse como individuos no dependientes de un Estado todopoderoso y
centralizado. Por ahora la revolución ha co-existido con una versión
restringida de la libertad de asociación política y de ejercicio de los
derechos ciudadanos, pero la última sentencia del TSJ restringiendo el
ejercicio del derecho a protestar pacíficamente es un mal presagio de lo que
los revolucionarios tienen en mente.
En el
espacio internacional, la pléyade de enemigos fundamentales del régimen está
conformada por quienes pueden ver a leguas la falsedad de la prédica del buen
revolucionario con que el gobierno se vende ante los ojos permisivos de una
comunidad que está dispuesta a perdonarle muchas cosas a la potencia
imperialista petrolera en que se ha constituido Venezuela. En esta dirección,
el cerco informativo y la disponibilidad infinita de los recursos de la
extorsión política y económica son las herramientas preferidas.
El régimen
se defiende con el terror y la violencia desmedidos. Ello combinado con
operaciones políticas que le permiten mantener una fachada democrática y de
diálogo frente a la comunidad internacional. En el camino, se arrasa con lo que
va quedando de libertades ciudadanas y se precipita al país en una espiral de
caos cotidiano en el que la existencia de la gente oscila entre la necesidad de
sobrevivir y la urgencia de la acción para contrarrestar la acción destructiva
de la revolución.
Uno termina
por hacerse la pregunta de si nadie dentro del chavismo militante es capaz de
ver lo que está ocurriendo, más allá de las banales explicaciones sobre las
conspiraciones que abundan en estos días. En la paradoja última de estos
tiempos vergonzosos, el pueblo ha terminado por convertirse en el enemigo
indomable de una revolución que se auto-proclama popular. Contra los
estudiantes se arremete porque no se doblegan. A los sindicalistas
independientes se les persigue por el peligro que representan los trabajadores
organizados e indóciles. Un esquema perverso que cada vez se sostiene más en
las fuerzas de la barbarie y la represión y menos en la gente.
Ya vendrán
otros días que se construirán del aprendizaje de esta época aciaga de nuestra
historia. Mientras tanto, a los demócratas y amantes de la libertad con
dignidad nos corresponde seguir dando esta difícil pelea que solamente
venceremos preservando la unidad contra un adversario que cada vez da más
evidencias de ser un gigante enorme con frágiles pies de barro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico