HÉCTOR FAÚNDEZ 23 DE MAYO 2014
En estos quince años, ya son muchos
los venezolanos que han sido víctimas de la represión y de la ira de un
gobierno intolerante, que combina un discurso fingidamente democrático con los
métodos de una Gestapo criolla. Pero es a Nicolás Maduro a quien le ha
correspondido el deshonor de asumir como propia la tarea de acosar y perseguir
a los estudiantes, acusándolos de ser un instrumento del imperio y de servir a
los intereses de otro país, que ciertamente no es Cuba; Sairam Rivas simboliza
a todos esos estudiantes que hoy están en la cárcel y que, con voz propia, han
cometido el delito de denunciar tanta charlatanería y reclamar una Venezuela
mejor.
Sairam Rivas es uno de los muchos
jóvenes que, armados solamente de idealismo y de valor, se han puesto de pie
para salir a la calle y denunciar un gobierno impostor, incapaz de resistir la
crítica y la protesta social. Junto con otros estudiantes, ella fue detenida por
el Sebin, como si constituyera una amenaza para la seguridad del Estado y se
tratara de una terrorista o una golpista (de esos a quienes el chavismo conoce
muy bien y tiene tanto miedo), mientras acampaba en la plaza Alfredo Sadel.
Hasta el momento, Sairam Rivas lleva
más de diez días privada de su libertad, sin que se le hayan informado de las
razones de su detención y sin haber sido llevada ante un juez competente para
que se pronuncie sobre la legalidad de su detención. Después de todo, ningún
régimen autoritario necesita cumplir con esas formalidades burguesas para
perseguir a quienes lo critican.
Pero Sairam Rivas no es una estudiante
cualquiera. Ella es la presidente del Centro de Estudiantes de la Escuela de
Trabajo Social de la UCV, que durante muchos años había sido un bastión del
chavismo, y a cuyo cargo accedió después de derrotar en dos oportunidades al
candidato ungido públicamente por el gobierno para esa función. La detención de
Sairam no puede explicarse sin tener en cuenta esta circunstancia y sin
considerar que ella ha combatido a los grupos violentos que, en nombre de la
revolución bolivariana, operan en la universidad.
Sin embargo, hay una segunda razón
para detener a Sairam Rivas: el hecho de que ella pertenezca al movimiento
Bandera Roja y que no pueda ser acusada de oligarca, de pertenecer a la
ultraderecha criolla, o de defender los intereses del gran capital. No se puede
descalificar sus ideas o sus inquietudes sociales; no se le puede estigmatizar
con la muy manida y absurda acusación de que recibe dinero del imperio o que
está al servicio de la CIA. Pero, ser genuinamente de izquierda y no apoyar a
este gobierno es un crimen muy grave. ¡Eso, no se puede consentir!
Este gobierno cívico militar, que se
autodefine como revolucionario y de izquierda, no ha tenido ningún escrúpulo en
aniquilar el movimiento sindical, en anular el debate parlamentario, en
destituir de sus cargos a quienes han sido elegidos por el pueblo para cumplir
una función pública y en aplastar a los medios de comunicación social
independientes; este gobierno no ha tenido ningún remilgo en perseguir a
estudiantes que están defendiendo su futuro, armados de un cuaderno y un lápiz,
y que tienen la esperanza y la ilusión de construir una Venezuela mejor. Para
dar la impresión de que aquí hay democracia, se puede permitir alguna
manifestación en donde decida el gobierno; incluso, para poder afirmar que hay
libertad de expresión, se puede aceptar que se escriba algún comentario crítico
de su gestión. Pero, que una joven de izquierda, como Sairam Rivas, que no
tiene ataduras con la política del pasado ni se ha dejado seducir por los
malabarismos y la demagogia del presente, pretenda desenmascarar a un régimen
fascista, este gobierno no lo puede tolerar.
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