Carlos Valero enero
de 2015
La
élite gobernante del PSUV luce sin plan de vuelo tanto en lo económico como en
lo político. De sus interminables cadenas solo se desprenden mentiras y
retóricas anacrónicas, ninguna solución, ni propuesta que permita vislumbrar
una mejora ante un escenario signado por una inflación de más de 64%, escasez
de todo tipo de productos, 4 tipos de cambio, impresión de billetes cual juego
de monopolio e irresponsabilidad en el gasto que nos ponen al borde de una
hiperinflación, proceso que el mundo moderno pensaba habían desaparecido del
planeta.
En
lo político el panorama no es muy diferente. La impericia y la barbarie han
sido igual o peor que la situación económica y abre el año con la mayor
canallada de su periodo de gobierno: ofreció canjear al “terrorista” Leopoldo
López, por el terrorista (para Maduro patriota) ciudadano puertorriqueño Oscar
López Rivera.
Las
implicaciones de este “canje” son terribles para Maduro, la imagen
internacional del gobierno que dirige deja en evidencia claros síntomas de
desequilibrio mental o por lo menos de pérdida de conciencia temporal. En
primer lugar, no hay foro internacional donde no se hable de los presos
políticos de Maduro y Cabello. Tuve la fortuna de asistir a la última reunión
de la Internacional Socialista en Ginebra, organización que agrupa a más de 160
partidos del mundo, de los cuales aproximadamente 70 son partidos de gobierno,
y la condena que recibió el gobierno de Maduro por el trato a los presos
políticos fue unánime. Ni siquiera las delegaciones de los países aliados al
PSUV, China, Brasil, Nicaragua, el PRD Mexicano, por mencionar algunos, se
atrevieron a levantar la voz para defender lo indefendible: Maduro permite que
arrojen excremento a los barrotes de la cárcel de López, para impedir que se
asome a la ventana y pueda ser fotografiado.
El
gobierno ha intentado argumentar, infructuosamente que López y los otros 92
presos políticos, son políticos presos, al igual que los desterrados son
“corruptos” felices viviendo en el imperio. Ayer Maduro acabó con millones de
dólares invertidos en propaganda y lobby, con la declaración del “canje”. El
Stalin criollo asume, por la calle del medio, que acá eso de división de poderes
no existe, que la justicia está arrodillada a los intereses de Miraflores. Con
esa declaración, Maduro echó por tierra el argumento de sus “juristas del
horror” y como a confesión de parte relevo de pruebas, ya no estará más en
discusión el tema de si es o no un preso político.
Ahora
resta analizar la razón de tan desafortunada declaración. Hay quienes opinan
que todo obedece a una estrategia de profundizar el odio social y las
contradicciones de clases, basado en la experiencia cubana del periodo especial
que sobrevino luego de la caída del muro de Berlín. Recordemos que los Castro,
a punta de control social, represión y expulsión de miles de cubanos, lograron
capear el temporal económico sin necesidad de acometer reformas estructurales,
hasta que llegó Chávez con su alforja llena de petrodólares a salvarle la
partida.
Creo
que en la mente de Maduro hay mucho de eso, pero no le arreo ganancias a ese
camino suicida. Más bien la explicación a la saña contra Leopoldo, los
desterrados y los muchachos presos obedece a una cierta pérdida de conexión con
la realidad tratando de recrear su propia guerra fría. Maduro y su combo
sienten que cada día controlan menos el país. Hoy solo 16%, de los venezolanos
dice simpatizar con el PSUV, la popularidad de Maduro está a punto de bajar del
20% y ellos saben que existe una correlación muy fuerte entre los votos del
gobierno y la popularidad del presidente. En ese contexto, maltratar presos, y
si estos provienen de familias pudientes, les aumenta la sensación de poder y
reafirma psicológicamente que algo controlan.
El
maltrato de la élite decadente del PSUV con los compatriotas presos es una
demostración de cobardía e inseguridad. No recuerdo que ningún presidente se
haya atrevido nunca a semejante acto, claramente inconstitucional y contrario a
la tradición que han tenido los gobiernos, de izquierda o derecha, de defender
a los ciudadanos de la patria. A Maduro se le notan las costuras por todos
lados, y es probable que en su afán iluso de reavivar las tensiones
oriente-occidente, frotándose el bigote cual Stalin, haya compartido con Biden
la genial idea de este vil canje. No me cabe la menor duda que Maduro y su
combo pagará el costo político de odiar con tanta saña a los venezolanos.
@carlosvalero08
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