Por Alfredo Yánez Mondragón, 30/11/2015
¿Por qué llamarse a engaños? Esta debacle que se vive
en Venezuela tiene un solo grupo de hacedores. Por años, desde que se
desconoció la voluntad política expresada en la Constitución Nacional y se le
llamó moribunda, pasando por la manipulación del electorado con fórmulas
matemáticas para convertir una tendencia en aplanadora; hasta llegar a la
asfixia del aparato productivo y convertir a las fuerzas vivas del país en un
conglomerado de pedigüeños, estratificado, para que siempre haya alguien que
crea que se puede estar peor.
Eso es el legado; y como en la Iglesia, ese legado es
un dogma; que –¡oh paradoja!- procede del padre y del hijo.
En las últimas horas ha brotado cierta confusión; por
no decir malhadada manipulación según la cual, el hijo desvirtuó el legado del
padre.
El dogma es indivisible; lo mismo que el legado. Aquí
nadie empeoró nada, nadie lo catalizó ni lo sacó del rumbo. Esta barbarie
comenzó con los estrafalarios discursos populistas; con los lanzamientos de
pelotas en los estadios del Imperio, con el pito en la boca, despidiendo a los
expertos en materia petrolera; con el nefasto grito del exprópiese, con el
reconcomio de haber sido criado por la abuela y no por la madre; con la bajeza
de condenar por televisión a los jueces que aplicaron su arbitrio, con la
tozudez de creerse imprescindible hasta morir a manos de sus verdugos, por no
haber oído a nadie que le hablara en otro renglón; distinto al sonsonete
cubano.
Aquí no ha cambiado nada, desde la perspectiva de la
barbarie y el capricho. Ni siquiera la majestad presidencial; esa que falla
desde su origen hoy, ha podido instalarse en la residencia oficial; porque el
legado compartido es el mismo. Nadie lo rompió, nadie ha querido armar el suyo
propio; porque desde antes del anuncio de “su” fatalidad, se han agarrado de
ese fetiche propio y a ratos popular; para endilgar devaluaciones,
desabastecimientos y escasez superlativa en rubros tan disímiles como el papel
para limpiar miserias, hasta cualquier ítem que usted piense en este momento.
Resulta vergonzoso advertir la pretensión de algunos
voceros de querer separar al uno del otro; cuando ese otro no puede ser; no
pudiese ser, no existiría sin el uno.
Creer que la heredad fue una equivocación, es no haber
comprendido que en la ceguera por el poder; ese padre irresponsable creyó que
su figura podría ser eterna.
Son días estos para comprender que los dogmas ya no
funcionan en una sociedad globalizada, que despertar implica un shock pero que
una vez despiertos, la pesadilla queda atrás para dar paso a la vida real, esa
que se construye día a día, sin fetiches, ni tótems.
Que nadie se engañe. Vienen tiempos duros, y es
momento de que advirtamos que pase lo que pase, nos toca asumir la realidad que
nos toca vivir, con la República como único dogma.
Tomado de:
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico