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miércoles, 9 de diciembre de 2015

El soberano habló con claridad el #6D por @mlopezmaya


Por Margarita López Maya


1. ¿Cuál es la lectura desde el punto de vista político que le das a los resultados de ayer?


Si bien la visión polarizadora admitida generalizadamente como la realidad de Venezuela señala que los venezolanos se confrontan desde hace lustros en torno a dos modelos económico-políticos (el socialismo chavista versus el capitalismo-neoliberal), el mensaje dado ayer por la voluntad popular, concretada en una masiva participación que se pareció más que a una elección parlamentaria a una presidencial, es en mi opinión menos ideológica y mucho más pragmática. Los venezolanos dijeron: queremos un cambio político.

Mi lectura es que el cambio político incluye principalmente dos dimensiones: una gestión gubernamental distinta a la ineficiente, nepótica, abusiva y corrupta forma de ejercer el Poder que venimos constatando en la gestión del presidente Maduro; y otra: un estilo de relación entre gobierno y sociedad, que cambie la agresiva y grotesca polarización política que no admite conversar con nadie ni reconocer errores, por una estrategia de diálogo del gobierno con actores socioeconómicos y políticos diversos, haciendo rectificaciones donde fuese necesario.

Los venezolanos se hartaron de tanta verborrea que no soluciona nada. Al contrario: en los meses recientes todo ha empeorado y votaron por una alternativa. El componente ideológico nunca ha sido el principal ingrediente de la popularidad chavista, sino sus resultados materiales y, por supuesto, su confianza en el líder carismático. Esos dos ingredientes están faltando desde 2013, pero Maduro y el chavismo no se dieron por enterados durante esta coyuntura electoral, confiando en que poniendo la voz y la imagen imagen de Chávez en todos los eventos de campaña y tratando de imitarlo produciría los mismos resultados. Craso error.

2. ¿Cuáles son los desafíos que enfrenta la oposición, ahora que debe conducir la Asamblea Nacional?

Los venezolanos volvimos a ser extremistas, como cuando las elecciones de Lusinchi y de Chávez: le dimos toda nuestra confianza a la MUD, aunque hay que reconocer que la avasalladora victoria opositora también debe mucho a la inconveniencia de un sistema electoral cuasi mayoritario, que contraviniendo el espíritu y la letra de nuestra Constitución, el oficialismo aprobó cuando creía que la suerte nunca le sería adversa.

Pero se les volteó la tortilla.

La captura de las dos mayorías calificadas para las fuerzas políticas de la MUD coloca una responsabilidad tremenda en ellas y exige que sepan usar con honestidad y sindéresis al Poder Legislativo, que se inaugurará este enero como un poder público separado e independiente del Ejecutivo Nacional, como el ancla a partir del cual se elaboren las estrategias y tácticas que inicien una transición democrática para el país.

Parto del supuesto que sin democracia no podremos remontar satisfactoriamente, y para las mayorías, la brutal crisis económica que padecemos. Por ende, el desafío primero es colocar los cimientos institucionales para garantizar un sistema democrático como una manera de elegir y ser gobernados, que se basa en la igualdad, la tolerancia del pluralismo de ideas e intereses, el diálogo y la negociación en paz de las soluciones colectivas. El Legislativo será el espacio público donde esto podrá desarrollarse, así como para una relación pactada de cohabitación del Ejecutivo con el Legislativo en la gestión de los asuntos públicos, el necesario recurso para negociar la vuelta a la Constitución y al Estado de Derecho.

Se necesita un pacto político y económico social entre ambos polos, que implique sus compromisos de recuperar la independencia y separación de los Poderes Públicos, al mismo tiempo que ambos también converjan en un plan económico social de emergencia que detenga la caída libre de la economía venezolana y la miseria de los venezolanos. Ambas parcialidades políticas se repartirán los costos de este viraje y los dividendos. Por eso deben reconocer que ambas parcialidades quedarán en pie para las presidenciales del 2019. Nada de buscar radicalismos para liquidarse.

Creo que el otro gran desafío de las fuerzas opositoras, tan heterogéneas, débiles e incoherentes cuando los sacas de la exitosa estrategia unitaria electoral, será controlar la velocidad del cambio, las apetencias personales de algunos líderes y sus aspiraciones de verle el hueso al oficialismo.

Los cambios más convenientes no serán ni tan rápidos, como lo desearon en el pasado impacientes como María Corina Machado, Voluntad Popular y Leopoldo López, ni tan lentos como para que pierdan el impulso y puedan recuperarse las poderosas fuerzas autoritarias y militaristas de nuestra cultura y quehacer político. Encontrar esa velocidad ideal unidos, sin fragmentarse, enemistarse, sin apetencias personales y grupales, frenando las apetencias de aniquilar al rival, que aborten las actuales condiciones favorables para que Venezuela gire hacia la democracia, es la preocupación que anima a muchos venezolanos que votaron, más que por confianza a las fuerzas opositoras de la MUD, por castigar a un régimen y una clase política que abandonó sus ideales y propuestas y se ha enriquecido e envilecido a los ojos de todos.

3. ¿Cuáles son los desafíos a los que se enfrenta el gobierno luego de la derrota de su partido en las elecciones del #6D? 

El revés sufrido por el oficialismo fue durísimo, lo que no significa que comenzó su declive irreversible.

La deriva autoritaria, corrupta, nepótica, políticamente primitiva de la cúpula chavista-madurista, junto a su absoluta incapacidad de gestionar con algún grado de eficacia la crisis económica, de carestía e inseguridad, por su total negación de ella como resultado de sus errores, tiene al oficialismo en el fondo de un foso.

Si esa cúpula no reacciona, rectifica y reconoce sus errores, el declive continuará y el chavismo no podrá salir de ese hueco. En pocos años se volverá una fuerza política marginal. Sin embargo, es posible que algunos (que ahora cuesta ver quiénes son) tengan algunos dedos de frente y busquen salvar del naufragio la nave de Chávez.

Si se reconocen errores, se hacen rectificaciones y, sobre todo, si están dispuestos a cambiar la intolerancia y el autoritarismo por un talante democrático, podrían recuperarse. Son una minoría política importante del país: recogieron un 40% del electorado en contraste con el 60% de la oposición. Deben reconocer que a veces se gana y que otras se pierde.

También que la política democrática no es totalitaria: nadie tiene la verdad ni se trata de construir un “hombre nuevo”, sino de educar para mejorar a los seres humanos; que siempre tendrán debilidades y virtudes y hacer instituciones para que puedan superar sin violencia sus conflictos de intereses, así como crear condiciones cónsonas con su tiempo histórico, para que sus sociedades den bienestar para todos.

08-12-15




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