Por Margarita López Maya
1. ¿Cuál es la lectura desde
el punto de vista político que le das a los resultados de ayer?
Si bien la visión polarizadora admitida generalizadamente como la realidad de Venezuela señala que los venezolanos se confrontan desde hace lustros en torno a dos modelos económico-políticos (el socialismo chavista versus el capitalismo-neoliberal), el mensaje dado ayer por la voluntad popular, concretada en una masiva participación que se pareció más que a una elección parlamentaria a una presidencial, es en mi opinión menos ideológica y mucho más pragmática. Los venezolanos dijeron: queremos un cambio político.
Mi lectura es que el cambio
político incluye principalmente dos dimensiones: una gestión gubernamental
distinta a la ineficiente, nepótica, abusiva y corrupta forma de ejercer el
Poder que venimos constatando en la gestión del presidente Maduro; y otra: un
estilo de relación entre gobierno y sociedad, que cambie la agresiva y grotesca
polarización política que no admite conversar con nadie ni reconocer errores,
por una estrategia de diálogo del gobierno con actores socioeconómicos y
políticos diversos, haciendo rectificaciones donde fuese necesario.
Los venezolanos se hartaron de
tanta verborrea que no soluciona nada. Al contrario: en los meses recientes
todo ha empeorado y votaron por una alternativa. El componente ideológico nunca
ha sido el principal ingrediente de la popularidad chavista, sino sus
resultados materiales y, por supuesto, su confianza en el líder carismático.
Esos dos ingredientes están faltando desde 2013, pero Maduro y el chavismo no
se dieron por enterados durante esta coyuntura electoral, confiando en que
poniendo la voz y la imagen imagen de Chávez en todos los eventos de
campaña y tratando de imitarlo produciría los mismos resultados. Craso error.
2. ¿Cuáles son los desafíos
que enfrenta la oposición, ahora que debe conducir la Asamblea Nacional?
Los venezolanos volvimos a ser extremistas, como cuando las elecciones de Lusinchi y de Chávez: le dimos toda nuestra confianza a la MUD, aunque hay que reconocer que la avasalladora victoria opositora también debe mucho a la inconveniencia de un sistema electoral cuasi mayoritario, que contraviniendo el espíritu y la letra de nuestra Constitución, el oficialismo aprobó cuando creía que la suerte nunca le sería adversa.
Pero se les volteó la
tortilla.
La captura de las dos mayorías
calificadas para las fuerzas políticas de la MUD coloca una responsabilidad
tremenda en ellas y exige que sepan usar con honestidad y sindéresis al Poder
Legislativo, que se inaugurará este enero como un poder público separado e
independiente del Ejecutivo Nacional, como el ancla a partir del cual se
elaboren las estrategias y tácticas que inicien una transición democrática para
el país.
Parto del supuesto que sin
democracia no podremos remontar satisfactoriamente, y para las mayorías, la
brutal crisis económica que padecemos. Por ende, el desafío primero es colocar
los cimientos institucionales para garantizar un sistema democrático como una
manera de elegir y ser gobernados, que se basa en la igualdad, la tolerancia
del pluralismo de ideas e intereses, el diálogo y la negociación en paz de las
soluciones colectivas. El Legislativo será el espacio público donde esto podrá
desarrollarse, así como para una relación pactada de cohabitación del Ejecutivo
con el Legislativo en la gestión de los asuntos públicos, el necesario recurso
para negociar la vuelta a la Constitución y al Estado de Derecho.
Se necesita un pacto político
y económico social entre ambos polos, que implique sus compromisos de recuperar
la independencia y separación de los Poderes Públicos, al mismo tiempo que
ambos también converjan en un plan económico social de emergencia que detenga
la caída libre de la economía venezolana y la miseria de los venezolanos. Ambas
parcialidades políticas se repartirán los costos de este viraje y los
dividendos. Por eso deben reconocer que ambas parcialidades quedarán en pie
para las presidenciales del 2019. Nada de buscar radicalismos para liquidarse.
Creo que el otro gran desafío
de las fuerzas opositoras, tan heterogéneas, débiles e incoherentes
cuando los sacas de la exitosa estrategia unitaria electoral, será
controlar la velocidad del cambio, las apetencias personales de algunos líderes
y sus aspiraciones de verle el hueso al oficialismo.
Los cambios más convenientes
no serán ni tan rápidos, como lo desearon en el pasado impacientes como María
Corina Machado, Voluntad Popular y Leopoldo López, ni tan lentos como para que
pierdan el impulso y puedan recuperarse las poderosas fuerzas autoritarias y
militaristas de nuestra cultura y quehacer político. Encontrar esa velocidad
ideal unidos, sin fragmentarse, enemistarse, sin apetencias personales y
grupales, frenando las apetencias de aniquilar al rival, que aborten las
actuales condiciones favorables para que Venezuela gire hacia la democracia, es
la preocupación que anima a muchos venezolanos que votaron, más que por
confianza a las fuerzas opositoras de la MUD, por castigar a un régimen y una
clase política que abandonó sus ideales y propuestas y se ha enriquecido e
envilecido a los ojos de todos.
3. ¿Cuáles son los desafíos a
los que se enfrenta el gobierno luego de la derrota de su partido en las
elecciones del #6D?
El revés sufrido por el oficialismo fue durísimo, lo que no significa que comenzó su declive irreversible.
La deriva autoritaria,
corrupta, nepótica, políticamente primitiva de la cúpula chavista-madurista,
junto a su absoluta incapacidad de gestionar con algún grado de eficacia la
crisis económica, de carestía e inseguridad, por su total negación de ella como
resultado de sus errores, tiene al oficialismo en el fondo de un foso.
Si esa cúpula no reacciona,
rectifica y reconoce sus errores, el declive continuará y el chavismo no
podrá salir de ese hueco. En pocos años se volverá una fuerza política
marginal. Sin embargo, es posible que algunos (que ahora cuesta ver
quiénes son) tengan algunos dedos de frente y busquen salvar del naufragio la
nave de Chávez.
Si se reconocen errores, se
hacen rectificaciones y, sobre todo, si están dispuestos a cambiar la
intolerancia y el autoritarismo por un talante democrático, podrían
recuperarse. Son una minoría política importante del país: recogieron un 40%
del electorado en contraste con el 60% de la oposición. Deben reconocer que a
veces se gana y que otras se pierde.
También que la política
democrática no es totalitaria: nadie tiene la verdad ni se trata de
construir un “hombre nuevo”, sino de educar para mejorar a los seres humanos;
que siempre tendrán debilidades y virtudes y hacer instituciones para que
puedan superar sin violencia sus conflictos de intereses, así como crear
condiciones cónsonas con su tiempo histórico, para que sus sociedades den
bienestar para todos.
08-12-15
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