Por Diego Arroyo Gil
El trasnocho era compartido.
Eran las 10:00 de la mañana del lunes 7 de diciembre y tanto Liliana Hernández
como Stalin González habían dormido unas pocas horas. Al igual que miles de
venezolanos, habían seguido el desarrollo de la jornada electoral del día
anterior y se habían ido a descansar más allá de las 3:00 de la madrugada, unas
horas después de que la rectora principal del CNE, Tibisay Lucena, anunciara al
país –en una de sus acostumbradas escenas de insomnio nacional– que la
oposición había triunfado de una manera abrumadora y que (esto no lo dijo ella,
desde luego) el panorama político de Venezuela había cambiado drásticamente
luego de 17 años de Revolución bolivariana.
—¿Qué pasó el 6 de diciembre
en Venezuela?
—Liliana Hernández (LH): Que
la ciudadanía se decidió por un cambio, y que ese cambio se generó porque
confluyeron varios factores. Uno de ellos es el agotamiento, el desgaste de un
gobierno de 17 años, lo cual demuestra que la permanencia indefinida en el
poder nunca es buena. El 6D hubo una reacción contra la ineficiencia
específicamente de Nicolás Maduro, porque las encuestas siempre han mostrado
una gran diferencia entre el afecto a Chávez y la aprobación de Maduro. Hubo un
duro pase de factura. La gente no se comió el cuento de la “guerra económica”.
La gente le dijo a Nicolás: “No creemos en nada de lo que dices. El problema
eres tú. Es tu responsabilidad”. Lo que permitió que todos esos elementos
confluyeran en un triunfo fue el logro de la tarjeta única de la Mesa de la
Unidad, y su estrategia de campaña. Esa unificación permitió que el descontento
se compactara. El 6D el voto se reivindicó en Venezuela como nunca. Demostramos
que no hay fraude si hay avalancha de votos. Demostramos que el voto es
secreto. Cuando hay una decisión masiva de votar, por la razón que sea, porque
quiero castigarte, porque tú eres mi esperanza, las cosas cambian.
—Stalin González (SG): Les
ganamos a nuestros peores enemigos: el miedo y la desesperanza. El país salió a
votar sin miedo alguno, a pesar de la campaña de terror del Gobierno. Un país
que no se siente a gusto con lo que vive, decidió cambiar. Más que de un
voto-castigo, se trata de un voto-esperanza.
—LH: Cuidado, también es
posible que sea el voto de la rectificación. Puede que haya gente que votó pensando
en darle la Asamblea a los otros (la oposición) para que tú (el Gobierno)
rectifiques. En todo caso lo que dicen las encuestas es que la gente no quiere
mayorías que aplasten al resto. La gente quiere una Asamblea de equilibrios.
—Es evidente que hay mucha
gente que votó por la oposición, como lo hace desde hace años, siendo
consciente de la importancia de la democracia, del mantenimiento del Estado,
etcétera, pero hay otra cantidad de gente que votó el domingo en contra de
Maduro, y eso sí es voto-castigo, que influyó mucho en el resultado. ¿Qué tan
fiable es el voto-castigo?
—LH: No podemos quedarnos
solamente con la votación del domingo. Cuando Nicolás llega a la presidencia de
la República, hay 800.000 personas que habían votado por Chávez unos meses
antes que luego votan por Henrique Capriles. Hay un problema de reconocimiento
del liderazgo, un problema de conexión. Los chavistas venían de tener un líder…
y luego llega Nicolás… Maduro no tiene auctoritas. Llegó con una base que
no lo veía como un tipo confiable y él no ha sabido restablecer esa autoridad
de gobierno. Aquí nunca se ha hablado de que Nicolás es El Jefe. Y eso lo
percibe la gente. Ese tipo no es capaz de mandar a nadie.
—¿Quién manda en Venezuela?
—LH: Yo creo que aquí hay un
triunvirato: Diosdado (Cabello), Nicolás y Cilia (Flores). Cilia está ahora
debilitada luego de lo que ocurrió (con los sobrinos), pero le hace contrapeso
a Diosdado en la Asamblea. Es la representante de Nicolás.
—Quiere decir que es un
triunvirato roto, dividido.
—LH: Es un triunvirato que
vive en un estado de necesidad. No hay amor. Por supuesto, también hay que
meter allí a otros factores, como Tarek El Aissami, a quien no se le puede
dejar por fuera. Y también está la Fuerza Armada, aunque no me refiero a ella
genéricamente como institución.
—Dada la derrota del 6D,
podría uno pensar que alguno de esos factores aprovechará la situación para
quitar de en medio a Maduro.
—LH: Ellos tienen un barajo
nuevo y se tienen que estar moviendo mucho internamente.
—SG: Todo el mundo sabía lo
que iba a pasar, pero nadie conocía la magnitud de lo que iba a pasar. La
pregunta, en medio de la hecatombe, es quién asumirá el liderazgo del PSUV.
—¿Se atreverían a plantear
posibles escenarios?
—LH: El PSUV es lo más
parecido a un partido estructurado, y los partidos tienen que revisarse. El
discurso de Nicolás, la noche del 6D, sacando a flote la “guerra económica”,
fue para sacudirse las culpas. De una vez. Ni siquiera hizo un llamado o le
reclamó al partido. Todos estaban en un quieto: nadie se mete con nadie, pero
eso va a cambiar con los días para que puedan redefinir los polos de mando del
chavismo. Ese es un escenario. El otro es que decidan reagruparse en diciembre
y esperar a ver qué pasa en enero… Yo le doy vueltas y vueltas a la cabeza y
pienso en todo lo que pueden hacer. Todo el mundo está muy tranquilo, pero ¿y
si prorrogan 6 meses la habilitante, por ejemplo? Claro, a la nueva Asamblea le
corresponderá revocar la decisión, pero eso le serviría a Maduro para decir que
no toma medidas contra la crisis porque no lo dejan, etcétera.
—Está claro que el Gobierno
tiene que hacer política luego de esta derrota.
—LH: Sí, política dura y sin
principios. Ellos no pueden quedarse con el 6D. Esa imagen de derrumbe hace que
el deslave sea mayor. Necesitan dar una señal en estos días. Conociendo a
Diosdado, es capaz de asumir el carajazo y decir: “Aquí estoy yo. A mí no me
quebró nadie”. Tienen tres semanas de maniobra.
—SG: Por supuesto, estamos
especulando.
—Del otro lado: ¿qué capacidad
de maniobra tiene la oposición durante estas mismas tres semanas?
—SG: Hay que aguantar en la
Asamblea.
—LH: Exacto. En diciembre, la
oposición tiene que estar toda, íntegra en la Asamblea. Eso se tiene que ver
lleno. Sería muy malo el vacío. Aunque la nueva Asamblea asume en enero, la
gente no entendería cómo es que la oposición ganó y aún en diciembre no está
presente. Este mes la oposición tiene que dar la discusión y desenmascarar las
decisiones del Gobierno: “Ustedes están haciendo esto por esto y por aquello
otro”, etcétera. Es el mes para que todo el mundo le diga a Diosdado: “Ya va,
Diosdado. Deja la soberbia, que no te toca. Tampoco es que eres el gran campeón
de Maturín”. Si no se maneja bien y no hay prudencia, el escenario del 6D
también puede ser peligroso para la oposición. Esto no es para salir mañana a
gritar que los más de dos millones de votos de diferencia son nuestros. Esos
votos hay que trabajarlos.
—SG: Esos votos no son de
nosotros: son un instrumento para que las cosas cambien. Tampoco podemos llegar
a la Asamblea a perseguir a todo el mundo, con revanchismo. Lo que no puede
haber es impunidad, que es otra cosa. Tenemos la oportunidad de demostrar, de
verdad, que somos la alternativa. Yo entiendo que la rabia que tenemos, luego
de 17 años, nos haga querer salir de esto de una vez, pero este es el comienzo
del cambio. Tenemos que ver muy bien cómo lo seguimos planteando, cuál es su
narrativa. ¿Va a ser la Asamblea un poder para el equilibro o será un poder que
viva únicamente para confrontar?
—Mucha gente dentro de la
oposición cree que este es el fin del chavismo.
—SG: Comprendo que todo el
mundo sepa que el de Nicolás Maduro es un mal gobierno, pero me parece que el
paso inmediato no es pretender salir de él a como dé lugar. El siguiente paso
es lograr que este triunfo funcione: que comencemos a ejercer el poder
contralor, que generemos el debate, que hagamos de la Asamblea Nacional un
lugar donde todos los sectores tengan la oportunidad de sumarse a esta voluntad
de cambio. A lo mejor estoy equivocado, pero por alguna razón los liderazgos
radicales de lado y lado están tan mal. ¿Cómo quedaron los que se lanzaron
fuera de la Unidad?
—LH: A mí me preocupa que la
gente crea que la nueva Asamblea va a llegar y cambiar todo. Aquí lo que se plantea
es una reinstitucionalización, de modo que la Asamblea Nacional legisle, en vez
de habilitar, que es lo que ha hecho. Que sea un ente de control del gasto
público, para que haya un mayor rendimiento del dinero, etcétera. Ahora, la
crisis sigue su camino, porque el precio del barril de petróleo va en caída y
aquí no hay de dónde sacar. Históricamente, los meses de enero, febrero, y
marzo tienden a ser de desabastecimiento. Si el desabastecimiento está como
está, no te quiero contar cómo estará durante el primer trimestre del año que
viene. El 6D fue una gran válvula de escape. Por eso no ocurrió nada en 2015,
sobre todo los últimos meses. La gente hacía sus colas para comprar comida y
pensaba: “El 6 de diciembre, los jodo”, pero ya no hay 6 de diciembre. Ya pasó.
Entonces hay que ver qué hacemos. Tanto el Gobierno como la oposición tienen
que entender que es vital que busquemos salidas a la crisis. Si no lo hacemos,
la explosión nos llevará por delante a todos: a ellos y a nosotros. Al
Gobierno, porque nunca hizo nada. A la oposición, porque no pasó nada.
—¿Hay voluntad política para
lograr ese consenso?
—LH: El discurso de Nicolás
del 6D indicó que no: “Yo no soy culpable de nada. La culpa es de la guerra
económica”.
—¿No cree que las
circunstancias pueden imponerse?
—LH: Para que las
circunstancias se impongan debe de haber factores que de lado y lado se pongan
a hablar. Tiene que haber una comunicación por debajo, y no con cualquiera,
sino con gente pensante. Todo el mundo en la oposición conoce a alguien en el
Gobierno. Y hay gente allí que tiene conciencia de crisis, conciencia del
desastre. Entonces tienes que buscar a los que puedan ser oídos de aquel lado.
Hay que buscar a los que están en la dirección política (del PSUV) a ver si
entienden que su salvación como partido pasa por el hecho de que generen
espacios de consenso. No nos podemos a poner ahora con esa de que “Ay, es que
yo no me siento con…”. Señora, hay 30 millones de venezolanos que quieren que
los ayudemos a solucionar sus problemas.
—Hay factores en la oposición
que no están de acuerdo con eso.
—LH: Habrá que esperar a ver
cómo reaccionan en estos días. Conociéndolos, saldrán a pedir la renuncia de
inmediato. El 6D en la noche el resultado fue tan sorpresivo que nadie salió
con ninguna locura.
—SG: Se agarran del cambio
profundo y urgente que necesita el país.
—LH: Son angustias que uno
tiene. Ya ganamos, ¿y ahora qué hacemos con esto? Porque cuando los números (de
la victoria electoral) son tan altos, el peso de la responsabilidad es mayor.
La gente apostó duro, y hay que responder.
—¿Cuál es, en resumen, la
mejor actitud que puede tener la oposición?
—LH: Ahorita, cero choteo.
Tener respeto. No ganamos nosotros: ganó Venezuela. El gran triunfador es el
voto. Nosotros no somos sino el instrumento que la gente escogió para el
cambio. Los cincuenta y pico de diputados del chavismo también son ganadores.
Yo creo, además, que el contrapeso del chavismo es vital para nosotros en la
oposición, para que no se nos olvide que ese fantasma está allí y que puede
volver.
08-12-15
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico