Por Ángel Oropeza
Venezuela atraviesa una etapa
de polarización artificial (en cuanto que fue diseñada intencionalmente con
fines de dominación) que se acentúa en tiempos electorales. Esta polarización
no sólo ha generado una indeseable división entre nosotros, sino que además es
un serio obstáculo para la construcción de país.
Más allá de la coyuntura
política, el país necesita reencontrarse y superar las brechas que la
estrategia divisora ha impuesto. La construcción de una Venezuela viable pasa
por el necesario reconocimiento mutuo de sus integrantes. Y para ello es
necesario reducir el desconocimiento de los venezolanos entre sí, que no sólo
nos hace más vulnerables como nación sino más desiguales como pueblo.
En un estudio terminado hace
apenas 15 días, con el auspicio de la Asociación Fulbright de Venezuela y la
ONG Monitor Popular, logramos indagar –en esta línea de acercarnos al
conocimiento del otro– sobre las percepciones y creencias de jóvenes
venezolanos de ambos sexos, pertenecientes a los estratos socioeconómicos D y
E, y de 3 tendencias políticas: pro-oposición, pro-gobierno y no alineados.
De manera concreta, queríamos
conocer cuáles son los principales consensos de los jóvenes más allá de su
preferencia política, cuálesson los puentes de unión, a pesar de la
polarización y de pensar políticamente distinto, y qué los unifica en cuánto al
país que desean y sueñan.
Los hallazgos del estudio son
tan extensos que por supuesto escapan a los límites de este espacio. Pero hay 3
consensos que es necesario resaltar aquí. Lo primero es que independientemente
de la inclinación política, los jóvenes perciben que Venezuela no está bien en
ningún aspecto. Todos acuerdan en que el país se encuentra en una situación
crítica, que se ha venido incrementando y cuyos problemas son cada vez mayores
y más variados, sobre todo en el plano económico y social, donde se concentran
las penurias que perciben y padecen.
Un segundo consenso se refiere
a cómo es la Venezuela que desean. Los sueños de estos jóvenes son simples:
todos apuntan a tener un país donde se pueda vivir. Sus discursos se centran en
los atributos típicos de un país estable. No hay menciones que apunten a pensar
en una Venezuela como potencia mundial, sino en la necesidad de poder estudiar,
trabajar, salir, divertirse, conseguir un hogar, que la plata les alcance, y de
que algún día sea posible vivir sin miedo. O como decía una joven madre soltera
de los grupos pro-gobierno: “Yo imagino a Venezuela con gente que quiera
quedarse aquí. Yo la imagino con tranquilidad, donde se consiga de todo, donde
no tengas que hacer estas colas…veo a mi hijo grande, con futuro, que pueda
salir a la calle sin que me lo malogren. Donde se respetan las opiniones unos
de otros.
Una Venezuela donde se puede trabajar y alcanza un sueldo, sin ser
rico, pero viviendo dignamente, una Venezuela donde vale la pena estudiar y
progresar. Yo imagino a una Venezuela donde todo el mundo quiera venir pa´acá a
vivir…”
Y un último consenso gira en
torno a la necesidad de un cambio. Lograr el país que sueñan pasa por un cambio
económico y político. A pesar de haber puntos de vista distintos de acuerdo a
la tendencia política de cada grupo, todos concuerdan sobre la necesidad de cambiar
de actores y de cambiar la forma de gobernar.
Sin importar la preferencia
política, todos los jóvenes entrevistados están viviendo una misma historia,
con un hilo conector entre todos. A pesar de las discrepancias de opinión, no
hay diferencias al describir una Venezuela sumergida en situaciones negativas y
la demanda de que el país cambie.
La polarización política
intencional empieza a quebrarse desde la base. A pesar de los intentos de los
poderosos en separarnos para continuar su dominación, los consensos de nuestros
jóvenes, no importa su filiación política, apunta a la exigencia de un cambio
para Venezuela. Y cuando estas cosas pasan, intentar detenerlas es tan inútil
como riesgoso.
01-12-15
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