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martes, 5 de enero de 2016

Cavilaciones de inicio de año por @leonarismendi


Por León Arismendi


El 2015 finalizó rudo y así comienza el 2016. Si la razón mayoritaria es favorable a arreglar los pleitos por las buenas, desde el partido de gobierno sobresale una suerte de trinchera infranqueable, que preanuncia lo contrario. Mandado hecho para algunos que, en el lado opositor, se frotan las manos y rumoran, “se los dije: dictadura no sale con votos, comunista no entrega por las buenas”.


Por primera vez, de 1958 para acá, el ritual de instalar el cuerpo legislativo se vuelve un desafío, el epicentro de las incertidumbres colectivas. De las causas de la posición oficial, se me ocurre especular sobre dos interpretaciones; una es la que sostiene que sus jefes están hasta la coronilla, de plata y de actos impresentables, y otra es que padecen la enfermedad infantil del izquierdismo, que tanto criticó el camarada Lenin. Debe ser una mezcla de ambas, aunque me inclino por la segunda, por ser la más notoria en el discurso oficial, según el cual, los enemigos del pueblo lograron confundirlo con propaganda engañosa. El PSUV es la organización de la conciencia revolucionaria, dueño de la verdad absoluta, que pronto volverá a imponerse, porque las masas desposeídas caerán en cuenta del enorme error que cometieron. Llegar a cualquier acuerdo con los enemigos sería favorecer la confusión, defraudar a la vanguardia que encabeza el poder popular y para evitarlo la línea es ninguna concesión, ningún pacto, de allí lo del parlamento paralelo. Supongo que a los choros, los que se han forrado de dólares, más bien les interesaría alguna tregua que les dejase resquicios para seguir degustándolos, en cualquier otra parte, así sea en Cuba, a cuya economía no le vendría mal los negocios que instalen unos “cuadros bolivarianos”, perseguidos de la “derecha imperial”.

Hay espacio para una tercera opción, más pragmática o más política, que asuma la derrota y sus causas con sentido crítico y perspectiva de futuro. La votación del PSUV, aun descontando la que resulta del chantaje y del abuso de poder, es bastante alta (a pesar del desastre económico y social que padecemos) y puede consolidarse como una fuerza popular con posibilidades de volver al poder, tal como los sandinistas, luego de haber sido derrotados por la señora Chamorro. Esa otra posibilidad supone una retirada, en orden y negociada, con la MUD, lo cual implica desmontar las trincheras, facilitar la instalación del parlamento y la legitimación de los demás poderes, bajo la premisa de que no habrá persecución, ni retaliación política, aunque tampoco, impunidad y menos con los ladrones de la cosa pública.

Este último escenario es el que deberíamos propiciar, poniendo por delante la necesidad de un acuerdo nacional (de todos los actores políticos y sociales) para salir de la crisis y reconstruir el país. No obstante, admito que ese camino ha sido “minado” por la enfermedad infantil del “izquierdismo”, que nos haría aparecer como pendejos, frente a los “duros” de la oposición, que presionarán en la dirección del enfrentamiento “definitivo”. Terreno fangoso donde la tentación de poner orden con los fusiles estará latente. La otra es apurar las “salidas” constitucionales y un cambio de gobierno.

Vaya experiencia la que nos toca vivir.

04-01-16




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