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domingo, 17 de enero de 2016

EL NEOLIBERALISMO COMO COARTADA IDEOLÓGICA, por @FernandoMiresOl



Fernando Mires 16 de enero de 2016

No hay palabra que haya sido más usada en la actual política latinoamericana de un modo tan indiscriminado, y sobre todo tan repetitivo, como la palabra neoliberalismo. Tanto que a veces se tiene la inevitable impresión de que sólo es utilizada como medio retórico para descalificar opiniones divergentes.

Basta que alguien se atreva a criticar a algún representante de las ideologías estatistas, para ser calificado de inmediato como neo-liberal.

O basta que un gobierno implemente cualquier recorte de presupuesto, cualquiera medida antinflacionaria, cualquiera reduccion de empleos improductivos, cualquier traslado de recursos financieros del área estatal al áea privada, para que reciba de inmediato el calificativo de neoliberal por sus enemigos. Como si el neoliberalismo, en lugar de ser una ideología fuera un estigma.

En gran medida, los llamados anti-neo-liberales, recurren a la palabra neoliberalismo de un modo muy parecido a los estalinistas cuando recurrían al concepto de burguesía. Todo aquello que discrepaba respecto al último informe de la URSS, era calificado por los comunistas de ayer como una representación de la ideología burguesa.

Lo dicho contrasta con el hecho objetivo de que de los muchos ideólogos que se denominan anti-neo- liberales, ninguno ha hecho jamás una crítica seria al llamado neo liberalismo.

¿Pero qué es el neoliberalismo? En primer lugar, hay que decir que el neoliberalismo no es un cuerpo doctrinario homogéneo, sino un conjunto de diversas teorías económicas, muchas veces divergentes entre sí. Unas, como las de Friedrich Hayek, Ludwig von Mieses, Carl Menger, se refieren fundamentalmente al significado del Estado en la economía. Las escuelas de Fribourg y Münich (Wilhelm Röpke, Alexander Rüstow), ponen el acento en la generación de los precios y de las ganancias, hasta llegar al monetarismo norteamericano de Milton Friedmann, quien ha propuesto controlar el área de la producción mediante el manejo de los mecanismos de la circulación de capital.

Así como las teorías económicas de Ricardo, Smith y Marx son hijas de la máquina a vapor, las llamadas teorías neoliberales de nuestro tiempo son hijas de la  robotización, de la computación, y de la digitalización.

En gran medida se trata de teorías macroeconómicas reactivas, es decir, de teorías que han surgido como respuesta teórica frente a transformaciones que han tenido lugar en los procesos de producción contemporáneos. Procesos que han incorporado una tecnología extremadamente ahorrativa de fuerza de trabajo, hasta el punto que ha tenido lugar -voy a utilizar por un momento la propia terminología marxista- una alteración de las relaciones entre capital variable y constante donde el factor trabajo propiamente tal se ha convertido en un agregado secundario y no esencial, como ocurría durante el periodo basado en la producción industrial clásica. O para seguir expresándome en jerga marxista: En virtud del desarrollo  (cualitativo más que cuantitativo) de las fuerzas productivas han tenido lugar modificaciones radicales al interior de la composición orgánica del capital.

Ahora bien, el uso y abuso indebido del concepto de neoliberalismo, que tanto caracteriza a las elites “izquierdistas” latinoamericanas -pensamiento que trabaja todavía con las categorías propias a la era de la máquina a vapor- no concuerda en modo alguno con la presencia real de los llamados neoliberales en la gestión económica de los diversos gobiernos.

Quien no me crea, pido que se tome la molestia de analizar el currículum de los ministros de finanzas y economía del continente. No hay casi ninguno, quizás ninguno, que pueda ser calificado como neo-liberal. Véanse también los nombres de los principales profesores de economía en las universidades latinoamericanas. Los así llamados neoliberales, en el sentido verdadero y no ideológico del término, constituyen una minoría absoluta. Analícense las publicaciones de instituciones académicas, económicas y sociológicas. Casi lo único que es posible encontrar en ellas son enconados ataques al neoliberalismo pero, cosa muy curiosa y sintomática, sin nombrar jamás a un solo neoliberal, como si el neo neoliberalismo no fuesen los neoliberales sino un espíritu maligno que recorre el mundo y que de pronto se apodera de los seres humanos.

En sentido estricto, la contrapartida del liberalismo o del neoliberalismo es el keynesianismo. Los ideólogos del anti-neoliberalismo no se declaran, sin embargo, keynesianos. Ellos se declaran socialistas, y socialistas para ellos significa lo que siempre ha significado para todas las doctrinas antidemocráticas de todos los tiempos: el estatismo.

El socialismo ha sido y es una ideología del estatismo político. Si bien no todo estatismo es socialismo, todo socialismo es estatista. Por eso no ha de sorprender que donde más uso y abuso obtiene la palabra neoliberalismo es en aquellas naciones en donde desde los respectivos gobiernos se incuban proyectos autocráticos e incluso dictatoriales.

La verdad es que la contradicción entre neo liberalismo y socialismo no existe. Es una simple invención del estatismo antidemocrático de nuestro tiempo cuyo objetivo no es otro si no la apropiación del Estado a través de la alianza entre determinadas elites para-estatales y el populismo de masas.

El neoliberalismo, independientemente a su existencia real, cumple la función de operar como el polo ideológico negativo que requiere el estatismo para afirmarse a sí mismo. La verdadera contradicción, si elevamos el tema al plano político, es la contradicción de siempre, la misma que ha recorrido a las naciones latinoamericanas desde los momentos de su propia fundación hasta ahora.


Esa es la contradicción entre democracia y dictadura.

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