Por Alexis Alzuru
Que Henry Ramos Allup prometa
acelerar el revocatorio de Maduro no debería extrañar a nadie. Después de todo,
un rasgo de un político experimentado es que tiene sus dedos puestos en el
pulso de su sociedad. Y la salida de Maduro es un deseo que está a flor de piel
de muchos venezolanos. Por supuesto, la decisión de colocarle fecha al
revocatorio también calza con los tiempos que tendría para apoderarse del
liderazgo de la MUD. Un paso que le sería clave para apuntalar su candidatura
en unas eventuales elecciones anticipadas. Su llegada a Miraflores es más
probable que ocurra entre la turbulencia y por vía del consenso que en una
etapa de cierta distensión y a través de primarias. HRA anuncia un juego
propio; y, a decir verdad, ha logrado acoplarlo con las necesidades de una sociedad
a la cual le urge dejar de destruirse para entrar en un ciclo de recuperación
de la democracia y del bienestar.
Nada hay de ilegítimo en las
aspiraciones y pasos que pudiera estar dando HRA para posicionarse como
candidato de la MUD. Incluso, habría que reconocer que él no fabricó en un
laboratorio de guerra sucia los hechos sobre los que pareciera afincar su
estrategia. La quiebra de la república es tan contundente que nadie la puede
desconocer; de la misma manera casi todos los ciudadanos admiten que aquí los
responsables son el presidente y sus amigos mafiosos.
Sin embargo, en Venezuela se
aproxima el momento de buscar algún acuerdo sobre las decisiones que se deben
tomar para limitar la escalada de la crisis económica y mitigar sus estragos;
y, a la vez, conseguir la ruta y ocasión para avanzar hacia la salida
constitucional de Maduro. Dos agendas que si bien son autónomas, cada una tiene
un contenido específico y ritmo de maduración, son compatibles. De hecho,
armonizarlas para ejecutarlas es parte del trabajo que tendrá que realizar la
oposición en esta etapa postelectoral. Ahora bien, la agenda que por inoportuna
está fuera de lugar es aquella que cada partido y dirigente pudieran tener para
mercadear con exclusividad sus liderazgos.
En el contexto que existe en
el país, las agendas personales y partidistas son inconvenientes aun cuando no
ilegítimas. Entre otras cosas porque oscurecen la confianza y el diálogo que en
la MUD tanto han costado construir. Además, agregan innecesarios problemas a la
nación. Repetir que el proceso que se vive es en extremo delicado y muy
complejo sería estúpido si no fuese porque en política con muchísima frecuencia
se borran los límites que deben separarlas aspiraciones personales de los
objetivos nacionales.
La pasión inherente a la lucha
por el poder invita a traspasar las fronteras que hay entre los intereses de
los líderes y los públicos. Inconscientemente ellos quieren imponer su
voluntad: Someter a sus seguidores y al pueblo. En el caso venezolano, ese
impulso es mayor dado que hay una tradición que ha avalado la tesis según la
cual el líder es quien naricea a la gente. Con estas y otras cuentas en la mano
y teniendo presente que el año se inicia, quizá convenga que la MUD debata,
puertas adentro o afuera, las maneras de evitar que la vocería opositora se
convierta en un artilugio de candidaturas extemporáneas.
Por cierto, una cosa es usar
el triunfo de diciembre para investigar, presionar y negociar, y otra distinta
es emplearlo para re-polarizar al país. En una sociedad crispada tensar la
cuerda es fácil; lo difícil es persuadir. Se pudiera pensar que con un poco más
de 7 millones de electores comprometidos con la oposición es hora de apurar la
salida de Maduro. Sin embargo, en Venezuela el asunto no solo es de cálculos y
números. La MUD prometió un cambio. Esto es: un giro en el lenguaje, formas y
maneras de conseguir, ejercer y administrar el poder.
Quizá una señal de cambio
sería que la nueva mayoría parlamentaria al tiempo que acorrala a Maduro
hiciera público su agradecimiento a quienes desde el Polo Patriótico apoyaron
su triunfo. Transcurrido un mes de las parlamentarias no se debe desconocer que
mucho más de 2 millones de militantes socialistas dieron un respaldo tácito,
pero eficaz, a la promesa de cambio. Que miles de chavistas se hayan abstenido
y votado nulo fue un espaldarazo que permitió obtener los 112 diputados que con
justicia y argumentos hoy reclama la MUD. Reconocer ese hecho no desacredita a
nadie. Después de todo, lo cortés no quita lo valiente, suele decirse. En
especial, cuando agradecer es reforzar el compromiso con la reconciliación y la
inclusión que la transición exige.
16-01-16
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