Por
Héctor Silva Michelena
Nuestro gran historiador,
Eduardo Arcila Farías, quien en enero cumplió 20 años de fallecido, escribió en
1960: “La economía venezolana, desde los más remotos tiempos de nuestra
historia hasta el presente, se divide en grandes períodos caracterizados por el
predominio de un solo tipo de producción, que nos podría definir, antes quienes
gustan de las generalizaciones, como un país monoproductor. Esta estructura
económica monobásica ha sido objeto de una dura y constante crítica, dicha y
repetida a través de los años casi con los mismos términos. Voces admonitorias
le ha advertido al país el peligro de una economía que, carente de firmes
apoyos, avanza a saltos, unos largos y otros cortos, seguidos de profundas
regresiones en más de una oportunidad”.
Sin embargo, el profesor de
LUZ Johandry Hernández escribió hace tres años, un artículo con el buen título
de “Sembrar el petróleo: la metáfora que Venezuela nunca entendió”, y afirmaba
que “77 años después de la publicación del editorial de Arturo Uslar Pietri,
el país vive una de sus peores épocas de abastecimiento de alimentos”.
Recordaba que “el 14 de julio se cumplieron 77 años del lanzamiento de una de
las metáforas de mayor profundidad en el paisaje político, social y económico
venezolano: sembrar el petróleo. El ilustre escritor publicó un editorial en el
diario Ahora en el que pedía la inversión del ingreso del petróleo en
la diversificación de la economía nacional para no vivir de una ‘riqueza
transitoria”.
Así que el próximo 14 de
julio la consigna de Uslar Pietri cumplirá 80 años de lanzada en ese famoso
editorial. Hoy, más que nunca, la metáfora no solo no es entendida sino
ignorada o utilizada como propaganda del régimen bolivariano. El petróleo
representa 97% de nuestras exportaciones, lo que significa un gran retroceso
respecto a hace 3 décadas. Las sentencias de Uslar Pietri y Arcila Farías están
más vivas que nunca.
En la evolución de la
economía venezolana, dice Arcila, la ganadería fue una de las primeras
ocupaciones de los conquistadores, luego de abandonar la búsqueda tenaz de
metales preciosos. Pero esta ocupación no era remunerativa en comparación con
el enorme esfuerzo que consumía. El comercio de estos productos se limitaba a
la dotación de barcos e islas antillanas que sirvieron de refugio y despensa de
contrabandistas y piratas.
El tabaco abrió nuevos
horizontes. En procura de la codiciada hoja, llegaron a nuestros puertos
los mercaderes españoles, y después, clandestinamente, vía contrabando,
vinieron los holandeses a transar con nosotros. Más tarde, el tabaco cede
el primer puesto al cacao, fruto que sacó a la provincia (no a toda) de su
larga economía de subsistencia. Surgieron los “grandes cacaos” y la
sociedad, hasta entonces horizontal, se hizo vertical con
hacendados-comerciantes poderosos rodeados de castas preteridas. Venezuela
vivió en este lapso colonial su período más brillante, hasta finales del siglo
XVIII, cuando las guerras internacionales debilitaron el comercio.
El mar Caribe y sus islas se
convirtieron en uno de los principales escenarios de las poderosas armadas que
se disputaban el dominio del mar y del comercio. El comercio clandestino, que
había alcanzado su cúspide, para alarma de la Corona por las grandes pérdidas
que sufría, también declinó. Nuestros temerarios contrabandistas vieron
caer sus transacciones. Este es un país de transacciones, según comentó Elías
Pino Iturrieta.
Al declinar el comercio del
cacao, surgió el período del café, entre 1764 (Cisneros) y 1784 (Humboldt). Se
inicia el período de emancipación. Y los hacendados vieron en el nuevo cultivo
una fuente de riqueza y el gran remedio de sus problemas económicos. Para huir
de todo impuesto o control, los hacendados echaron mano de la capacidad
tradicional de sus antecesores: el comercio clandestino y el contrabando. La
transición fue fácil pues el grato aroma del café se extendió por toda
Europa, y la demanda no cesaba de crecer.
Hace pocos días, en un
preciso artículo en Reuters, escrito desde el Puerto de Santander, Colombia,
por Alexandra Ulmer y Anggy Polanco, nos dicen que “en un giro del destino,
venezolanos hacen contrabando de comida desde Colombia”.
Aunque durante años miles de
venezolanos hacían negocio vendiendo en Colombia productos fuertemente
subvencionados en su país, la situación de crisis ha llevado a un paradójico
giro y muchos venezolanos se desplazan al otro lado de la frontera colombiana
para comprar productos básicos que luego revenden en su país. Dicen que “miles
de venezolanos que viven cerca de la frontera descubrieron años atrás que hacer
contrabando con alimentos fuertemente subvencionados hacia Colombia los hacía
ganar mucho más dinero que los salarios de trabajos regulares”.
Pero con una Venezuela en
crisis, afectada por una escasez acuciante de alimentos y un alza en espiral de
los precios de reventa, algunos decidieron darle la vuelta al modelo de
negocio: escurrirse hacia Colombia para comprar harina, arroz e incluso pañales
para revenderlos a desesperados compradores en el país vecino.
“Ya no hay nada acá, lo que
hay es hambre”, dijo un contrabandista de 30 años, que ahora usa su moto para
hacer compras en la frenética ciudad colombiana de Puerto Santander. “Colombia
es lo que está salvando a la gente”, agregó un ex trabajador de la construcción
que pidió el anonimato. Dijo que se reserva una parte de la comida para su
esposa y tres hijos, pero vende la mayoría a mercados en Táchira, donde Vielma
Mora mete sus tentáculos, o también en Caracas.
El presidente Nicolás Maduro
ordenó el año pasado el cierre de los cruces fronterizos con Colombia para
acabar con el contrabando que, alegó, estaba desangrando al país. Pero el
cambio reciente del flujo del contrabando fue evidente una mañana de hace unos
días cuando periodistas de Reuters vieron a cientos de personas cruzar en
raudal hacia Colombia para comprar alimentos, medicinas y productos de higiene
básica.
Decenas de personas se
alinearon en un puente fronterizo para pedir a los militares que les
permitieran pasar. Otros iban en barcos de madera en las narices de la Guardia
Nacional y el Ejército venezolano. Una media docena dijo haber sobornado a
funcionarios para cruzar por tierra, y unos pocos nadaban de una orilla a la
otra. El negocio se ha visto impulsado por el empeoramiento de la crisis
económica de Venezuela. Los pobres y de clase media se ven obligados a hacer
largas filas por horas para comprar alimentos, pero cada vez más frecuentemente
terminan con las manos vacías.
La anarquía de las colas ha
derivado en un auge de los saqueos y una mujer murió por disparos de bala
recientemente en Táchira en medio de un saqueo a almacenes del gobierno. Dicen
que muchos hacían muecas de asombro. ¿Por qué? Las pésimas políticas de Maduro
provocaron este “giro en la historia”. Ahora somos contrabandistas de doble
vía: salen gasolina y derivados, bajo connivencia de la GNB y las FARC, y
entran venezolanos con mochilas de comida y medicinas, para hacer las tres
comidas diarias.
17-06-16
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