Por Miguel Ángel Latouche
Es indudable que el
chavismo ha utilizado mecanismos democráticos para horadar la institucionalidad
democrática del país. Así, mediante elecciones ha ido posicionándose
paulatinamente hasta adueñarse de la casi totalidad de los espacios de toma de
decisiones, ha fustigado a los partidos políticos de oposición, ha limitado el acceso
a la información pública y restringido el ámbito de funcionamiento de la libre
expresión, ha dañado con fines políticos la capacidad productiva del país y ha
divido a la sociedad, polarizándola, entre buenos y malos.
Uno no puede decir que las
cosas funcionaran perfectamente bien durante el Sistema de Conciliación de
Élites (la llamada Cuarta República), había problemas graves. Si uno revisa la
literatura de la época se encontrará con críticas y llamados a transformar una
estructura institucional que producía resultados injustos, que generaba mucha
inequidad. Por ello, la gente votó como lo hizo en las elecciones que ganó Hugo
Chávez. La gente lo percibía como un vengador. A veces los pueblos se equivocan
miserablemente.
Uno debe recordar el rol que
jugaron los medios de comunicación, los llamados Notables y en general la
opinión pública, primero en la defenestración de Pérez y luego en el
encumbramiento de Chávez. Como el diablo paga mal a sus asociados, no sorprende
que muchos de los medios que han sido atacados y expropiados hayan sido los
mismos que le tendieron al hombre de Barinas.
Uno no puede evitar recordar
aquella escena en la cual la Burguesía Criolla de principios del siglo pasado
‘invitó’ a Gómez a encargarse de la Presidencia y darle un golpe al Cabito.
–‘Es nuestro’, pensaban, antes de que se convirtiera en el amo del poder.
La verdad es que los autócratas solo se pertenecen a sí mismos. Lo mismo
pensaban quienes le rindieron pleitesía a Hugo, que eran muchos. Un primer paso
para resolver las crisis es el de reconocer los errores y hacer los mea culpa
correspondientes. Nosotros en tanto que sociedad tenemos muchos actos de
contrición por delante, aun cuando es cierto que en medio de esta crisis
estamos pagando penitencias.
Hay que tener cuidado con
aquello de que todo tiempo pasado fue mejor. Al final de la historia toca
reconocer que, como diría el poeta, de aquellos polvos tenemos estos
lodos. Acá de lo que se trata es de recomponer nuestra alma republicana, de
mirar hacia el futuro. Ha sido ya demasiado tiempo para el odio, la exclusión y
el desprecio entre nosotros. Reconstituirnos como República, después de esta
locura en la que estamos, pasa por establecer un espacio para el diálogo y el
encuentro entre nosotros.
Yo creo que las cosas están
claras, frente al conflicto siempre hay dos opciones o se resuelven los
problemas por vía pacífica o se hace mediante la violencia. Puede ser que, en
el primer caso, no todos quedemos conformes, que haya que realizar concesiones,
que no alcancemos nuestras aspiraciones máximas. En el segundo caso nos jugamos
la vida y la paz. Basta con recordar conflictos terribles como la Guerra Civil
Española o la confrontación que han vivido los colombianos durante 50 años para
poner las cosas en perspectiva.
Negociar es una vía para
encontrar soluciones pacíficas a situaciones de conflicto. Uno tiene que
recordar que mientras los EEUU bombardeaban Vietnam las partes mantenían
negociaciones de paz en Paris. Negociar no significa doblar el brazo, ni es un
acto de entrega. Al contrario es un acto de racionalidad de quienes se han dado
cuenta de que es necesario buscarle una alternativa a la violencia. Negociar
además, no implica la impunidad del delito, ni la concesión graciosa. Implica
la búsqueda de soluciones conjuntas a situaciones difíciles. Implica dejar de
lado a los extremistas y centrarse en lo que es mejor para el futuro del país.
A mí no me molesta la
posibilidad de que se establezca una mesa de negociación, creo que es
necesaria. Este país ha estado en guerra durante años, se ha sembrado demasiado
odio, demasiado resentimiento, se ha activado el caldo de cultivo para una
confrontación. Acá hay mucha gente arrecha. Un país no puede avanzar dividido,
es necesario recomponer la base social, nuestro Tejido colectivo. Si algo queda
claro es que nuestro Contrato Social está roto, así no podemos avanzar.
Reconstituirnos como República para por encontrarnos, por reconocernos, por
conversar públicamente sobre nuestros intereses, sobre lo que somos y sobre lo
que aspiramos. ¿Lo hacemos en paz?
Lo único que no me gusta es
que el acercamiento con los mediadores se hiciera de manera privada, sin que
fuese de conocimiento público. La gente tiene derecho a saber quiénes son sus
representantes, quienes hablan por ellos y cuál es el discurso. Si se considera
necesario un acercamiento se hace bien hacerlo público. Incluso si eso
implica quemar capital político. A los líderes les corresponde hacerlo acá
o que se juega no es la Presidencia de la República, una Diputación o un Ministerio.
No se trata del futuro político de un particular. Acá nos jugamos el país.
01-06-16
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