Por Jesús María Aguirre,
s.j.
Cada domingo que subo al Km.
8 de Carapita, a la Capilla Nuestra Señora de la Esperanza, que está en la
última escarpada, próxima a la carretera de El Junquito, comparto con los
feligreses las peripecias de la semana… Los dos temas recurrentes, que
habitualmente se convierten en peticiones libres en la oración comunitaria
tienen que ver con el hambre y los asesinatos.
Prácticamente, no hay
domingo, en que la primera noticia no tenga que ver con algún hecho violento.
“Ayer asaltaron un camión de comida”, “anoche hubo una balacera”, “abatieron a
un malandro”, “el hijo de la señora X murió por una bala perdida”… Pero hay
muertos y muertos.
Rememoro a un mes de su asesinato
la muerte de Enrique Jesús, otro mártir de la ciudadanía común de Carapita, en
nuestro martirologio popular.
Un malandro fue a robar la
moto a un joven, justo en frente de la Capilla, lo encañonó y en ese mismo
momento, apareció otro tercer joven, que reconoció al asaltante y le dijo:
“Luis, no le hagas nada”. Al instante, el ángel protector Enrique Jesús,
recibió un disparo, y el asesino se fugó con la moto robada… mientras dejaba
vivo al joven dueño de la moto. Aún no se sabe del paradero del asesino.
¿Cómo calificar a este
joven, sino de mártir por la defensa de la vida de su hermano? Como aquella voz
de Dios que reclamó a Caín el asesinato de su hermano: “¿Dónde está tu
hermano?”, Enrique Jesús profirió el “no le hagas nada”, y fue Dios quien recibió
el disparo para acallar su voz.
15-06-16
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