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sábado, 4 de junio de 2016

Pasando hambre


Por Alberto Lovera


A mi comadre Dorita

Cuando las universidades (UCV, USB, UCAB) presentaron los resultados de la encuesta de condiciones de vida (Encovi) del 2015 se dispararon las alarmas. En solo un año las cifras de pobreza se multiplicaron de manera gravísima en unos niveles que dejaron perplejos hasta los propios investigadores responsables de la encuesta.

No es para menos. Entre el 2014 y el 2015 la pobreza aumentó 53%, llegando a la cifra astronómica de 73% de las familias y el 76% de las personas. La cifra más alta desde que se llevan estadísticas de pobreza en nuestro país. Más grave aún, es la primera vez que la pobreza extrema es mayor que la no extrema.


Gracias al boom petrolero Venezuela contó con recursos para hacer posible políticas públicas que lograron que la pobreza declinara en nuestro país. La mala noticia fue que la buena noticia sólo era sostenible mientras estuviéramos en la época de las vacas gordas. Si venía el cambio de ciclo a la baja, como en efecto sucedió, no había cómo sostener la reducción de la pobreza. Sólo se sustentaba con la chequera petrolera y el endeudamiento, no se procedió a cambiar nada de la dinámica rentista, se actuó como quien se gana un premio fortuito y se olvida de aprovechar la buena fortuna para sentar bases sólidas para el futuro.

La situación se ha tornado más alarmante aún porque seguimos en recesión (caída del PIB), la inflación se ha disparado a niveles siderales, aunado a una reducción drástica del abastecimiento de productos de la dieta básica y las medicinas, una merma significativa de la capacidad de importación por la reducción de los ingresos petroleros, la persistencia de una política económica que sigue destruyendo la producción nacional, catalizada por la crisis eléctrica y las decisiones de reducción de las jornadas de trabajo.

El silencio de estadísticas oficiales en todos los órdenes no puede esconder el drama que viven los ciudadanos pobres y en proceso de empobrecimiento. Cada vez son más frecuentes las historias de personas y familias que ya no comen tres veces al día, de padres y madres que comen menos para que le alcance a sus hijos, la reducción calórica de alimentación del venezolano, de trabajadores que se desmayan o niños y adolescentes en precariedad alimentaria, y sus secuelas para la producción o la asistencia al sistema escolar.

La propaganda oficial nos habla de una realidad que ya no existe. Es un insulto a quienes sufren las penurias de un mermado ingreso que no alcanza para la dieta básica o que sus productos no se consiguen, el calvario de quienes tienen una afectación de salud pero no encuentran medicinas o en los centros asistenciales no tienen los insumos básicos para atenderlos.

Estamos en un país, por más que el Gobierno se niegue a aceptarlo, que está pasando hambre y situaciones graves de salud. El empeño de la camarilla en el poder por tratar de perpetuarse está conduciendo a una situación insostenible. No hay razón política o ética que pueda justificar sacrificar a la gente por la pretensión de eternizarse en el poder. Si dudan de que perdieron el favor popular, a pesar de las evidencias en contrario, sométanse a su veredicto. El referéndum revocatorio y las elecciones de gobernadores son una encuesta para probarlo. Si tratan de evadir ese escrutinio es que ya no confían que el soberano es la fuente legítima del poder, pero no podrán evitar que el pueblo los someta a su veredicto.


03-06-16




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