Carlos Raúl Hernández 06 de junio de 2016
@CarlosRaulHer
Lo
único negativo del encuentro entre la oposición y el gobierno en República
Dominicana, es que no se dio. Pero hubo varias incidencias colaterales dignas
de comentar. Sirvió para medir el grado de irracionalidad de la guerrilla
virtual, cruda después de diecisiete años de errores y malos consejos. Sigue al
acecho para lanzarse a la yugular de la oposición real, la única que existe y
mantiene la alternativa, precisamente por no seguir consejos cabeza de ñema que
atornillaron a Chávez y Maduro. A la Unidad en este caso se le oyó un cierto
pistoneo, porque al desmentir no reivindicó la necesidad del diálogo como
principio, un elemento político esencial. Se perdió la ocasión de educar a esos
grupos de clases medias con cierta capacidad de descrédito en las redes y que
habría que esforzarse por ayudar a salir de su inverecundia.
Aunque
lamentablemente no llegan aún, conversaciones, diálogos y negociaciones son
necesarios para superar esta pesadilla, como lo fueron en Nicaragua, Chile y
decenas de otros ejemplos, y la vocación de aplastar no funciona de un lado ni
de otro. La revolución intenta hace diecisiete años borrar la alternativa y lejos de lograrlo hoy
es mayoría. El régimen es impopular, detestado (régimen incluye al Tribunal
Supremo, el CNE y la Fiscalía, entre otros) y se sostiene únicamente en un
sector de la FAN. No podrían ni caminar sin andadera. A la oposición virtual no
le importa que el mundo entero llame al diálogo, los grandes poderes
latinoamericanos y mundiales, incluido nada menos que el G7. Cada vez que se
habla de eso, salen con su retreta de moralinas, necedades, denuncias de
traición y demás bisuterías mentales.
Regreso a la mayoría…
Si
negociar permite la salida de Leopoldo López y otros inocentes encarcelados,
algunos por más de diez años, si impide la violencia, la irrupción de los
militares, bienvenido sea. La oposición real debe explicarle a la virtual que
no parece resolverse la crisis sin hablar. La alternativa quiere llegar al
poder para estabilizar, tranquilizar y lograr el progreso y no para
autodesestabilizarse. La mayoría de los gobiernos en transiciones en las que el
odio se convirtió en política, fracasaron y un gran experto en el tema escribió
que la peor amenaza en las transiciones son los radicales. ETA puso en peligro
la española al asesinar a Carrero Blanco, porque Franco lo sustituyó con un
línea dura, Carlos Arias. Y la izquierda suicida de Chile la arriesgó al
liquidar a Jaime Guzmán, senador de la derecha. El diálogo, la negociación, las
conversaciones son bandera y primera prioridad de las fuerzas democrática que
actúen en cualquier circunstancia.
Por
desgracia este gobierno sicópata no entiende la necesidad de prevenir la
violencia. Se creen protegidos, pero serían las primeras víctimas. Cuando los
partidos regresaron a la conducción (luego de la hora loca 1999-2006) su
propósito pasó a ser ganar a la gente que estaba del otro lado, los sectores
populares. El primer razonamiento de un político antes de responder a cualquier
situación -y en eso se diferencia su oficio de otros- es interrogarse sobre qué
se gana en la operación y cómo reaccionarán o lo interpretarán los
interlocutores estratégicos. Eso define un dirigente cuya subconsciencia se
formó con el paso del tiempo y la acumulación de cicatrices y derrotas que lo
diferencian de un aficionado. Sabe que no debe arriesgar la fuerza construida y
que los traspiés la ponen en peligro, que debe preservar lo obtenido y crecer
en respaldo. Elude la confrontación y busca negociar.
…Ma non troppo
Los
aficionados actúan emocional, moralista, principista o conceptualoidemente, lo
que Hegel llamaba “política del corazón”, sin sentido de la realidad y a veces
hasta del ridículo. Sus alocuciones, en vez de señalar caminos, alternativas,
tácticas, se constituyen de tres elementos que componen la “estrategia” de
barbería, peluquería o taxi: quejumbres con enumeración de los males que nos
devoran (incluidos precios e inseguridad), insultos al adversario y moralismos
o principismos impracticables (y masajes al ego). Uno de los ejemplos es lo de
la “nacionalidad de Maduro”. En tres años los denunciantes no tienen ningún
balance que ofrecer y el planteamiento ha sido irrelevante. Pero al señalarlo
emerge la respuesta moralista, valorativa, envuelta en la bandera, mojada en la
sangre de los libertadores, y por supuesto, en la traición de la MUD. Para hacer
de los cuernos palos y más cruel la ironía, veamos esto.
El
“Supremo” -organismo al que habría que recurrir sobre la partida de nacimiento–
favoreció a venezolanos hijos de extranjeros. Es evidente que el único fin es
de reabrir de nuevo el ocioso debate. La Unidad desde 2006 volvió a la
política popular, tal como lo fue para
los partidos de la era democrática. Durante esa hora loca que duró entre el 99
y 2006, la conquista de las mayorías no era algo que apareciera en los radares
diletantes, lo que explica disparates como el paro petrolero y el retiro de la
Asamblea Nacional. Por eso no hay que exagerar el descuido a los sectores
medios, pero tampoco incurrir en la ligereza de condescender con sus errores y
hay que hacer esfuerzos pedagógicos para convencerlos, aunque es difícil
explicar al ignorante que cree saber. Y desagradable tener aliados que esperan
cómodamente en los recodos para apuñalearte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico