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martes, 7 de junio de 2016

Política del corazón, por @CarlosRaulHer



Carlos Raúl Hernández 06 de junio de 2016
@CarlosRaulHer

Lo único negativo del encuentro entre la oposición y el gobierno en República Dominicana, es que no se dio. Pero hubo varias incidencias colaterales dignas de comentar. Sirvió para medir el grado de irracionalidad de la guerrilla virtual, cruda después de diecisiete años de errores y malos consejos. Sigue al acecho para lanzarse a la yugular de la oposición real, la única que existe y mantiene la alternativa, precisamente por no seguir consejos cabeza de ñema que atornillaron a Chávez y Maduro. A la Unidad en este caso se le oyó un cierto pistoneo, porque al desmentir no reivindicó la necesidad del diálogo como principio, un elemento político esencial. Se perdió la ocasión de educar a esos grupos de clases medias con cierta capacidad de descrédito en las redes y que habría que esforzarse por ayudar a salir de su inverecundia.


Aunque lamentablemente no llegan aún, conversaciones, diálogos y negociaciones son necesarios para superar esta pesadilla, como lo fueron en Nicaragua, Chile y decenas de otros ejemplos, y la vocación de aplastar no funciona de un lado ni de otro. La revolución intenta hace diecisiete años  borrar la alternativa y lejos de lograrlo hoy es mayoría. El régimen es impopular, detestado (régimen incluye al Tribunal Supremo, el CNE y la Fiscalía, entre otros) y se sostiene únicamente en un sector de la FAN. No podrían ni caminar sin andadera. A la oposición virtual no le importa que el mundo entero llame al diálogo, los grandes poderes latinoamericanos y mundiales, incluido nada menos que el G7. Cada vez que se habla de eso, salen con su retreta de moralinas, necedades, denuncias de traición y demás bisuterías mentales.

Regreso a la mayoría…

Si negociar permite la salida de Leopoldo López y otros inocentes encarcelados, algunos por más de diez años, si impide la violencia, la irrupción de los militares, bienvenido sea. La oposición real debe explicarle a la virtual que no parece resolverse la crisis sin hablar. La alternativa quiere llegar al poder para estabilizar, tranquilizar y lograr el progreso y no para autodesestabilizarse. La mayoría de los gobiernos en transiciones en las que el odio se convirtió en política, fracasaron y un gran experto en el tema escribió que la peor amenaza en las transiciones son los radicales. ETA puso en peligro la española al asesinar a Carrero Blanco, porque Franco lo sustituyó con un línea dura, Carlos Arias. Y la izquierda suicida de Chile la arriesgó al liquidar a Jaime Guzmán, senador de la derecha. El diálogo, la negociación, las conversaciones son bandera y primera prioridad de las fuerzas democrática que actúen en cualquier circunstancia.

Por desgracia este gobierno sicópata no entiende la necesidad de prevenir la violencia. Se creen protegidos, pero serían las primeras víctimas. Cuando los partidos regresaron a la conducción (luego de la hora loca 1999-2006) su propósito pasó a ser ganar a la gente que estaba del otro lado, los sectores populares. El primer razonamiento de un político antes de responder a cualquier situación -y en eso se diferencia su oficio de otros- es interrogarse sobre qué se gana en la operación y cómo reaccionarán o lo interpretarán los interlocutores estratégicos. Eso define un dirigente cuya subconsciencia se formó con el paso del tiempo y la acumulación de cicatrices y derrotas que lo diferencian de un aficionado. Sabe que no debe arriesgar la fuerza construida y que los traspiés la ponen en peligro, que debe preservar lo obtenido y crecer en respaldo. Elude la confrontación y busca negociar.

…Ma non troppo

Los aficionados actúan emocional, moralista, principista o conceptualoidemente, lo que Hegel llamaba “política del corazón”, sin sentido de la realidad y a veces hasta del ridículo. Sus alocuciones, en vez de señalar caminos, alternativas, tácticas, se constituyen de tres elementos que componen la “estrategia” de barbería, peluquería o taxi: quejumbres con enumeración de los males que nos devoran (incluidos precios e inseguridad), insultos al adversario y moralismos o principismos impracticables (y masajes al ego). Uno de los ejemplos es lo de la “nacionalidad de Maduro”. En tres años los denunciantes no tienen ningún balance que ofrecer y el planteamiento ha sido irrelevante. Pero al señalarlo emerge la respuesta moralista, valorativa, envuelta en la bandera, mojada en la sangre de los libertadores, y por supuesto, en la traición de la MUD. Para hacer de los cuernos palos y más cruel la ironía, veamos esto.

El “Supremo” -organismo al que habría que recurrir sobre la partida de nacimiento– favoreció a venezolanos hijos de extranjeros. Es evidente que el único fin es de reabrir de nuevo el ocioso debate. La Unidad desde 2006 volvió a la política  popular, tal como lo fue para los partidos de la era democrática. Durante esa hora loca que duró entre el 99 y 2006, la conquista de las mayorías no era algo que apareciera en los radares diletantes, lo que explica disparates como el paro petrolero y el retiro de la Asamblea Nacional. Por eso no hay que exagerar el descuido a los sectores medios, pero tampoco incurrir en la ligereza de condescender con sus errores y hay que hacer esfuerzos pedagógicos para convencerlos, aunque es difícil explicar al ignorante que cree saber. Y desagradable tener aliados que esperan cómodamente en los recodos para apuñalearte.

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