Por Alejandro Santana
Todo lo que a usted puede
hacerle falta está en el hogar de Jorge Rodríguez: Harina Pan, dinero, aceite
(de todas las marcas), papel tualé para regalar, buenos carros, etc., etc.
También tiene una casa espectacular que en realidad es una especie de mansión
ubicada, por supuesto, en el Municipio Libertador (en una calle donde viven los
ricos y famosos). Esto lo sabe mucha gente porque Venezuela cada vez se pone
más chiquita, Caracas es una metra, todo se sabe. Las colinas miran a los
cerros y viceversa, estamos cerca, nos miramos a los ojos.
Los escoltas armadísimos y
las camionetotas blindadas forman parte del imaginario de todo chavista medianamente
poderoso, pero Jorge no se conforma con superficialidades, es un hombre
sofisticado. Va más allá del sueño boliburgués. Por ejemplo, al caminar por la
mansión del socialista doctor, uno puede conseguirse a un tipo medio raro en la
cocina, un sujeto con actitud relajada. Se trata del chef personal de Mr.
Hyde.Pues Jorge come bien, muy bien, y tiene de todo en la despensa sin hacer
colas humillantes.
No conozco personalmente a
Jorge Rodríguez, pero desde que supe de él me pareció un personaje interesante.
Somos casi contemporáneos –me lleva dos años- tenemos -o tuvimos- amigos
comunes, se hizo figura pública, y a pesar de que compartíamos poca ideología,
lo consideré un tipo con cancha, inteligente.
Conozco la historia
mitológica de la muerte de su padre en 1976. El papá de Jorge fue líder y
fundador de un partido político pequeñito y aguerrido, La Liga Socialista, que
participó, junto con otras organizaciones de ultra izquierda, en el secuestro
de un alto ejecutivo gringo para dar un golpe propagandístico. La jugada se le
fue de las manos a todo el mundo y el secuestro de William Frank Niehous, jefe
supremo de la empresa Owen Illinois en Venezuela y presunto agente de la CIA,
se convirtió en el suceso mediático de mediados de los años setenta en el país.
Tres años y medio estuvo el gringo en manos de la Liga y sus aliados. El
balance fue desastroso para todos. La extrema izquierda –la oposición del
momento, armada y clandestina- y el gobierno -pseudo democrático y
torpe- quedaron muy mal parados, muchos presos, muchos muertos, entre
ellos el papá de Jorge, asesinado a golpes por la Disip (que ahora es el
Sebin), la policía política de Carlos Andrés Pérez. Octavio Lepage, el ministro
de Relaciones Interiores del momento, declaró que Jorge Rodríguez (padre) había
fallecido de muerte natural, la izquierda venezolana le dio la razón,
declarando que después de semejante golpiza era natural que cualquiera se
muriera. Jorge tenía en ese momento once años. ¿Cuán traumática habrá
sido para ese muchachito la muerte de su padre en esas circunstancias?
Fue un excelente estudiante
de medicina en la Universidad Central de Venezuela. Es psiquiatra, se graduó
con honores y de paso fue dirigente estudiantil y presidente de la Federación
de Centros de Universitarios de la UCV. Sus compañeros lo recuerdan como una
persona brillante. El chavismo le cayó como anillo al dedo, por fin triunfaba
la revolución redentora… ¿tal vez vengadora?
Jorge sabe hablar bien. José
Ignacio Cabrujas escribió un magnífico artículo en 1991 en el que al final
dejaba caer esta perlita: Quien habla bien, en un país de iletrados,
conserva el poder, puesto que domina el lenguaje del poder. Quien habla bien
asusta.Agrego yo que el que sabe hablar tiene que saber pensar y Jorge,
además, también sabe escribir, ganó el concurso de cuentos del
diario El Nacional en 1998.
Hace muchos años, al
comienzo de la era chavista, me lo conseguí en Punta Arenas, la playa que está
en el extremo occidental de la península de Macanao en la isla de Margarita,
bebiendo whisky, despreocupado con unos panas, en traje de baño, nadie le hacía
demasiado caso, no era famoso aún, no imaginábamos el tamaño del desastre en el
que el chavismo y Jorge nos estaban metiendo.
Ha ascendido en el escalafón
del poder: vicepresidente de la República, director del Consejo Nacional
Electoral, alcalde de la capital, pero entonces uno observa su trayectoria,
analiza su desempeño y surgen más preguntas: ¿De dónde saca los reales para
vivir como un príncipe? ¿Es la carrera política tan provechosa? ¿Gana tanto un
alcalde?
Delcy, la hermana canciller,
vuela alto igual que él, la política corre por las venas de la familia, el
gusto por el lujo y la buena vida también. Por algo vive en un comunistoide
penthouse de dos pisos en la parte alta de Altamira, en la frontera con Los
palos Grandes. Las preguntas se multiplican: ¿Quién paga tanta calidad de vida
para los líderes más socialistas del momento?
Jorge es el súper vocero
gubernamental, se le encargan las labores escabrosas, las más delicadas, es el
manipulador del lenguaje y las mentes, destila cinismo, todos saben que no dice
la verdad, él también lo sabe, ¿cuántas personalidades habitan la mente
privilegiada del Dr. Rodríguez? El niño huérfano y traumatizado, el médico
abnegado y eficiente, el político manipulador y torcido, el intelectual
elocuente, el hombre de mundo, el vividor… cuántas preguntas sin respuesta. De
paso, o sea, además, Jorge es dueño de una casota espectacular en los Ranchos
de Chana, donde sólo tienen casa la rancia oligarquía venezolana y los súper
enchufados. ¿Quién la paga?
Pareciera que el Dr.
Rodríguezes capaz de cambiar tranquilamente de personalidad con la misma
facilidad con la que cambia de cachucha. Su pensamiento es complejo, en su
cerebro conviven en armonía las contradicciones, pero ¿cuánta gente distinta
puede vivir en una sola mente por más amplia que esta sea?
Jorge es un hombre rico que
detesta a la burguesía. Es un médico hábil formado en la UCV y es, al mismo
tiempo, artífice de la destrucción de la academia y el empobrecimiento de los
profesores que le dieron clases. Es un político brillante que se pone a las
órdenes del totalitarismo y la anti política. Es un intelectual que sirve a la
estupidez y la ignorancia. Es un hombre de mundo atrapado en el minúsculo ámbito
de la adulación… ¿Siguen siendo amigos de Jorge los panas que bebían whisky con
él en la playa hace quince años? ¿Quién vivirá en su palacio de La Alta Florida
dentro de una generación?
Venezuela no está sana, es
una enferma mental, los venezolanos vivimos bajo constante presión. Los
obstáculos, la incertidumbre y el miedo nos ahogan, nos quiebran los nervios,
nos nublan el horizonte. Pero lo peor es que como contraparte a los problemas
no tenemos expectativas, que son las que mueven las voluntades y alimentan el
juicio. Vivimos en un país mentalmente desequilibrado. Si en el país de los
ciegos el tuerto es rey, debe ser verdad que en el país de los locos el
medianamente cuerdo, el menos loco, ¿el psiquiatra?, puede ser jefe y líder,
prócer de la revolución. Sin embargo no hay nervios que aguanten tensión
infinita, por más que sean de acero. Jorge también está bajo presión y las
preguntas se acumulan: ¿qué piensa realmente Jorge Rodríguez?
Quizás supone que puede
convencernos, apuesta a que somos manipulables. ¿No se mira al espejo? ¿Cree en
sus propias mentiras?
Habrá que esperar por las
respuestas, pero mientras tanto las interrogantes apremian.
¿A qué juega? ¿Qué busca?
¿En qué cree? ¿Qué siente?
¿Habrá perdido la razón el
Dr. Rodríguez?
¿Se estará volviendo loco el
psiquiatra?
¿Será que ya se volvió?
06-06-16
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