SILVIA AYUSO 02 de junio de 2016
La
Organización de Estados Americanos (OEA) aprobó este miércoles una declaración
que insta a Venezuela a promover el diálogo nacional y “tiende la mano” de la
región, en palabras de sus autores, para facilitar ese necesario encuentro
entre Gobierno y oposición.
El
texto es descafeinado puesto que, más allá de ser la primera vez que se
expresan todos los Estados de la región, no aporta nada nuevo a lo que se está
haciendo ya en cuanto a iniciativas regionales de diálogo, especialmente la
liderada por los expresidentes José Luis Rodríguez Zapatero, Leonel Fernández y
Martín Torrijos, a la que se expresa un apoyo explícito. Pero sí tiene varias
lecturas paralelas significativas. Por un lado, es el resultado de un largo
pulso con Venezuela en el que, por primera vez en mucho tiempo, el país
sudamericano tuvo que ceder. A la par responde, tal como reconocieron muchos de
los actores fuera de micrófono, a un intento de frenar al secretario general de
la OEA, Luis Almagro, que se adelantó a los países al activar, la víspera, la
Carta Democrática Interamericana a Venezuela, un paso que Estados como
Argentina habían calificado de “precipitado”.
Pese a
lo suave de la declaración, Venezuela se resistió con uñas y dientes. Solo tras
diez horas de intentas negociaciones logró que se incluyeran algunos añadidos
que le permiten salvar la cara. Pero el mero hecho de que Caracas, que tenía su
propio texto, no lograra frenar la declaración elaborada por más de 20 Estados
y tuviera que adherirse a ella para evitar una votación que evidenciara que no
tenía los votos suficientes para frenarla, demuestra que la antigua
todopoderosa Venezuela empieza a perder fuelle en la OEA. Y, por ende, en un
hemisferio que cada vez oculta menos su preocupación por el rumbo adoptado por
Nicolás Maduro.
Hubo
un tiempo, no tan lejano, en el que a Venezuela ni se la mentaba casi en la
Organización de Estados Americanos (OEA), el ente que refleja los equilibrios
de poder en el hemisferio occidental. Respaldada por los votos del Alba y del
Petrocaribe, así como por aliados casi incondicionales como la Argentina de
Cristina Fernández o Brasil, Caracas lograba frenar cualquier intento de que la
situación del país, pese a la creciente preocupación sotto voce de sus vecinos
en los últimos años, fuera discutida en el plenario de la OEA.
El
intento de Panamá de llevar en 2014 las protestas sociales contra el Gobierno
de Nicolás Maduro cediéndole una silla a la diputada opositora María Corina
Machado acabó en fracaso al forzar Caracas que esa reunión fuera celebrada a
puerta cerrada. Y hace menos de un año, en plena crisis fronteriza, Colombia
sufrió una humillante derrota cuando perdió, por un solo voto, en su intento de
convocar a una reunión de cancilleres para discutir el conflicto bilateral.
Pero
algo está cambiando. Varios países del Petrocaribe se empiezan a desmarcar del
voto unificado con el que podía contar hasta ahora Venezuela en la OEA. Lo
mismo sucede con Ecuador, que participó “activamente” en la elaboración de la
declaración que acabó teniendo que aceptar Caracas.
Pese a
que muchos países están molestos por la decisión de Almagro de ir por su cuenta
y activar la Carta sin su consentimiento, pocos niegan que precisamente el
crescendo de la presión de Almagro al Gobierno de Maduro sea el responsable de
que la región se haya puesto a hablar de Venezuela e incluso a intentar mediar
para la búsqueda de una solución. Paraguay, que no le perdona a Maduro su papel
durante su propia crisis política en 2012, cuando el presidente Fernando Lugo fue
destituido por el Senado, es el único país que ha apoyado abiertamente la
iniciativa de Almagro. Su embajadora ante la OEA, Elisa Ruiz, dejó claro el
descontento de su país con la resolución. La diplomática lamentó que esta no
incluya, como había solicitado Paraguay, “la importancia de exhortar a todos
los sectores en Venezuela a considerar el recurso de referéndum revocatorio
como punto de partida para la resolución de la crisis”.
Además,
destacó la urgencia de la situación. “No podemos proseguir con procedimientos
dilatorios”, denunció después de que sus colegas aprobaran por consenso —sin
una votación pública— el texto acordado.
Paraguay
no es el único que considera que a la declaración le faltan dientes. Canadá
reconoció que el texto es “blando, débil y mantiene silencio sobre principios
fundamentales básicos de democracia y de derechos humanos”. También Colombia,
Estados Unidos y hasta la propia Argentina que lo impulsó admitieron que
habrían querido ir más lejos y proponer “un texto más duro, más estridente, que
lograra más compromisos”.
“Pero
lo más lo más importante es que haya una declaración del Consejo Permanente que
permita un diálogo", subrayó el representante alterno de Argentina, Julio
César Ayala. Y añadió un mensaje directo a Almagro: Lo importante también es,
agregó, que se haya logrado hacer “escuchar la voz de esta organización a
través de su Consejo Permanente, una voz que constituye el sentimiento y
voluntad de todos sus Estados miembro”.
O como
dijo antes su jefe, el embajador Juan José Arcuri: “Los Estados somos los
dueños de esta organización”. El enfado argentino con Almagro quedó patente una
vez más al término de la sesión. Arcuri, que como presidente rotatorio del
Consejo Permanente tiene que dar los turnos de palabra, se la negó expresamente
al representante de Almagro, Gonzalo Koncke, y procedió a cerrar la reunión a
pesar de que este había solicitado hablar. Koncke, que acudió en representación
de un Almagro que no quiso presentarse para que no se confundiera este encuentro
con su iniciativa, se declaró “desconcertado” con un gesto inédito en este
organismo que gusta, ante todo, preservar la diplomacia.
ARGENTINA DEFIENDE A SU CANCILLER
Argentina
salió este miércoles en defensa de su canciller, Susana Malcorra, ante
crecientes cuestionamientos públicos de su actuación hacia Venezuela. Su
actitud conciliadora con Caracas pese a las promesas del presidente Mauricio
Macri de denunciar lo que considera violaciones de derechos humanos en
Venezuela no ha pasado desapercibida. Tanto públicamente como lejos de los
micrófonos, numerosos actores políticos lo achacan a la candidatura de Malcorra
a la secretaría general de la ONU, para lo cual necesita el apoyo de Caracas.
Las voces han crecido tanto que los representantes argentinos ante la OEA se
sintieron en la necesidad de negarlo abiertamente.
“Cualquier
especulación que circule sobre las intenciones de Argentina que no correspondan
al genuino propósito de ayudar al pueblo venezolano es absolutamente falsa y
carente de sustento”, afirmó el representante alterno de Argentina, Julio César
Ayala.
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