Miguel Méndez Rodulfo 24 de julio de 2017
La
consulta popular de carácter plebiscitario realizada por la oposición el
domingo 16 de julio fue una jornada memorable, plena de compromiso, entusiasmo,
fervor y esperanza. De tal manera que se constituyó en una fecha inolvidable
para el pueblo venezolano. No solamente por los resultados cuantitativos de
haber movilizado 7 millones y medio de venezolanos, sino también por la
organización del evento que si bien fue convocado y planificado por la MUD, su
ejecución la llevó a cabo la ciudadanía. Una cosa que llamó poderosamente la
atención fue la manera como las clases populares se volcaron a votar contra el
régimen. Formando continuos que se atenuaban por breves momentos, pero que se
reiniciaban pronto, la gente llegó a las mesas decidida a votar y a firmar, sin
importarle consecuencia alguna. Daba gusto ver a viejitas, ancianos, adultos y
jóvenes, votando con una determinación similar a la que se veía en la época de
la democracia; esto es, sin miedo y con un deseo acendrado de cambio. Fue una
jornada muy alegre, de compartir un futuro mejor, de ver la luz al final del
túnel. De nuevo renacía en la gente la esperanza, se le veía en los ojos. La
Consulta Popular del domingo 16 de julio fue un triunfo para la oposición y
para el pueblo venezolano.
El
Paro Cívico del jueves 20 de julio, tuvo un alcance nacional y produjo el
efecto de paralizar al país en 80% de sus actividades, de manera que fue un
evento exitoso que permitió a los ciudadanos expresar su rechazo a este
gobierno nefasto. El régimen, dolido hasta los tuétanos, demerita estos
triunfos que guió la MUD. Mintiendo como siempre lo hace, tergiversa los hechos
y los minimiza, pero la procesión va por dentro. La verdad es que el gobierno
luce acorralado, la presión internacional es muy fuerte y sostenida. No hay día
que un gobierno, la OEA, la UE o un organismo de derechos humanos, critique a
Maduro en su empeño de adelantar una constituyente inmoral e ilegal para abolir
la Asamblea Nacional y quedarse con todos los poderes.
Lo que
queda del chavismo se aferra al poder, pero lo hace desconociendo los tiempos y
las realidades; intenta comportarse ahora como la hacía en 1999, sin reparar
que hoy apenas el 10% de la población lo apoya. El oficialismo no se da cuenta
que mientras más reprime, más rechazo genera; que mientras más obliga a los
empleados públicos a marchar, a trabajar durante el paro o a caminar por el
centro de Caracas para llenar las calles y así crear la impresión de que el
paro cívico no fue efectivo, más estos se rebelan. Acorralado por las
circunstancias, sabiendo que está al borde del precipicio, el régimen solo
atina a ejecutar acciones que terminan perjudicándolo y minando sus propias
bases. El gobierno está tan débil que ni siquiera puede quitar a la Fiscal, no
puede obligar a Globovisión a que sea un canal absolutamente pro gobierno, ni
pudo mandar a sus huestes a votar NO en la Consulta Popular del 16. Este es un
régimen a la defensiva, fracturado y en los estertores de su funesta gestión.
Lo que
la MUD debe cuidar es tener una carta de navegación durante la Transición. En
ese período que no debe exceder los dos años, hay que tener claro que es un
tiempo de reconstrucción de la institucionalidad destruida, de echar a andar
nuevamente a la Administración Pública, de constituir equipos de trabajo
eficientes, de contar con una gerencia de nivel, así como de recuperar la
mística de trabajo y la disciplina, de determinar en que estado de situación se
encuentran las obras y proyectos, de realizar auditorías técnicas y
administrativas, de modernizar los sistemas, de hacer inventarios, etc. Esto
debe ser realizado para cada sector: Desarrollo Urbano y Vivienda, Agua Potable
y Saneamiento, Electricidad, Salud, Educación, Residuos Sólidos, Seguridad
Ciudadana, Agroalimentario, Seguridad y Defensa, Turismo, etc. La tarea del
Presidente de la Transición será compleja y una papa caliente que muy pocos
querrán sostener.
Miguel
Méndez Rodulfo
Caracas,
julio de 2017
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